Por: Miguel Ángel Sandoval
Graves noticias han sacudido ese lugarcito casi perdido en el mapa que es el Trifinio, mal llamado en jerga militarezca como Triángulo Norte. Integrado por la confluencia de tres países que encuentran en la zona una frontera común. Es el Trifinio.
Quizás la más grave por sus implicaciones para la democracia centroamericana es la decisión del departamento de Estado de reconocer el fraude-golpe electoral de las elecciones recién pasadas en Honduras, que tiene el país al borde de una crisis sin precedentes, como lo revelan las multitudinarias expresiones de codena al fraude y la reelección de Juan Orlando Hernández.
Ahora nos enteramos de la decisión de eliminar el Estatus de Protección Temporal – TPS para miles de salvadoreños por parte de la de ministración de Donald Trump. Sin muchas vueltas, ello significaría un golpe de gracia a la maltrecha economía salvadoreña y pondría punto final a las aspiraciones democráticas, pues solo pensar en unos 100 o 200 mil empleos adicionales al momento del regreso obligado de muchos, pone en que pensar al más pasivo delos observadores. Ello sin pensar en la caída en flecha de las remesas que mantienen en pie a la economía de ese país, como ocurre en sus países vecinos del trifinio o triangulo norte.
Finalmente esta Guatemala. Con procesos de lucha contra la corrupción y una enorme resistencia de los factores de poder tradicionales, se avizora para el país un clima de inestabilidad política de marca mayor. No es cierto que la gobernanza e encuentre a la orden del día. Por el contrario, lo que está a la orden es la inestabilidad por múltiples factores o causas. Como la violencia, el narcotráfico, la desigualdad que crece, la intolerancia política, el robo de los recursos naturales, etc.
En Honduras, Guatemala y El Salvador, la violencia está a la orden del día, y muchas de las salidas paliativas, tienen hoy por hoy, que ver con las oleadas de migrantes hacia el norte, que como vemos ahora con claridad, no apuestan por la estabilidad de la región sino que están haciendo todo lo posible por generar escenarios de conflictos a plazo fijo. No hay otra lectura posible.
Los proyectos de factura norteamericana como el “Plan para la Prosperidad” pierden velocidad y ya se ubican como pérdida de tiempo, recursos, energía. No van a ninguna parte, especialmente por las medidas que se señalan en esta nota.
Si se pudo superar la crisis político-militar de los años 70s y 80s, ahora no parece que ese sea el caso. Las sociedades están mucho más vulnerables que otrora. Ninguno de los tres países ha podido encontrar una vía al desarrollo después de los procesos de paz de los años noventa. La región vive con una deuda social impresionante y los escenarios de crisis y conflicto se encuentran a la vuelta de la esquina.
Especialmente con las medidas realmente demenciales y profundamente antidemocráticas del actual ocupante de la Casa Blanca. Estamos avisados.