Créditos: Silverio Hernández, testigo, relató que los soldados destruían las siembras de los sobrevivientes. Foto Regina Pérez
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Según un testigo, para el ejército no bastó aniquilar a sus familiares, también destruyeron cultivos que sembraban los sobrevivientes buscando que murieran de hambre. Durante el cuarto día del juicio, contaron que los soldados mataron a mujeres embarazadas y niños cuando incursionaban en las aldeas y quemaban casas y sus cosechas.

Por Regina Pérez

En el Tribunal de Mayor Riesgo “A” que conoce el juicio contra el general Benedicto Lucas García, de 91 años, acusado de genocidio y otros delitos, se escucharon a más testigos de Nebaj y Chajul, municipios que forman parte del área Ixil de Quiché, convertido en un objetivo militar durante el conflicto armado.

Silverio Hernández es originario de la aldea Xix, en Chajul, quien tenía unos 14 años cuando el ejército llegó a su aldea y mató a su padre Alfonso, a su madre (no dijo nombre), su tío Antonio y a su cuñada, Cristina Hernández, quien estaba embarazada.

Según su relato, el 16 de febrero de 1982 los miembros de las fuerzas armadas llegaron a la aldea a la hora del almuerzo y comenzaron a matar a los pobladores y a quemar las casas. Unos 20 soldados rodearon su vivienda, pero él consiguió escapar burlando a un soldado que estaba haciendo guardia en la puerta. Sin embargo, sus padres, su tío y su cuñada no corrieron la misma suerte.

En el caso de su prima, estaba embarazada. La suegra de esta les contó posteriormente que los soldados le cortaron la cabeza y le sacaron el feto. “Ella nos dio esa información y cuando nos avisó estaba llorando”, relató al Tribunal, presidido por el juez Gervi Sical.

Silverio Hernández contó que los soldados mataron a mujeres embarazadas. Foto de Regina Pérez

Un dato que dio el testigo es que cuando los soldaros ingresaron a la vivienda los familiares rogaron por su vida, mostrando sus cédulas, pensando que el ejército los perdonaría, indicándoles que no eran ladrones ni guerrilleros. “Sacaron su cédula, se hincaron, pero no les hicieron caso y los mataron”, expresó.

Silverio señaló que a raíz de la muerte de sus familiares se quedó solo y se juntó con otros sobrevivientes en la aldea Santa Clara del mismo municipio, donde se dedicó a sembrar maíz para sobrevivir. Sin embargo, los soldados llegaban a cortar la milpa.

“¿Sabía por qué llegaban los soldados a cortar la milpa?”, le preguntó la abogada Jovita Tzul durante el interrogatorio. “Talvez ellos lo que querían era que muriéramos de hambre, pero gracias a Dios sobrevivimos, hasta los ocho o diez días comimos”, indicó.

Hernández ya no regresó a su aldea sino hasta después de la firma de los Acuerdos de Paz en 1996. Tampoco pudo darle un entierro digno a su familia porque se quemaron, según le contaron sus vecinos. Sin embargo, años después sus restos fueron exhumados.

Lucas García fue jefe del Estado Mayor del Ejército entre agosto de 1981 al 23 de marzo de 1982. Se le señala de estar detrás de la muerte de 844 personas del pueblo maya Ixil quienes han sido identificadas, aunque hubo más víctimas.

“Mi papá no hizo nada malo”

Diego Brito Raymundo piensa que, si su padre se hubiera ido a la montaña, no hubiera muerto. Él era un joven de 19 años cuando ocurrió la masacre en el cantón Xecax, Nebaj, en febrero de 1982. Ese día asesinaron a varios de sus familiares, entre ellos su padre, su abuela, un tío y su hijo. Él había salido a trabajar.

“Talvez no se hubiera muerto mi papá si se hubiera ido a la montaña, pero él me mandó a ir a trabajar, cuando regresé encontré a un mi tío que me dijo ‘ya mataron a tu papá, también a la abuela’ tenia mucho miedo, logré entrar como a eso de las cinco de la tarde y encontré a toda la gente muerta que estaba en el lugar”, refiriéndose a la aldea.

Diego Brito Raymundo sobrevivió a la masacre de su familia. Foto de Regina Pérez

“Mi papá no hizo nada malo, no le encontraron arma, no sé por qué le pasó eso, me da mucha tristeza, solicito que no vuelva a suceder eso en Nebaj ya que tengo hijos y no quiero que vivan lo que viví”, afirmó.

La masacre comenzó en horas de la mañana, según su relato. Entre las víctimas también había niños, ancianos, mujeres y hombres.

Al día siguiente de la masacre Diego enterró a los miembros de su familia en el terreno de su abuelo, pero no hizo la ceremonia respectiva porque estaban asustados y ya no tenía compañeros.

Posteriormente tuvo que refugiarse en las montañas junto a otras personas. Ahí sufrieron de hambre y frío debido a que por la presencia del ejército no podían trabajar ni buscar trabajo. Uno de sus hijos murió debido a la falta de alimentos y lo que sufrieron en la montaña.

Una de sus peticiones al Tribunal fue: “Que se haga justicia, lo que nosotros queremos es paz”.

stigos que pasaron en el cuarto día (10 de abril) del juicio forman parte de los 152 testimonios que propuso la Fiscalía de Derechos Humanos del Ministerio Público (MP). El pasado 9 de abril fueron cuatro mujeres las que declararon. El juicio continuará el viernes 12 de abril cuando el Tribunal escuchará las declaraciones brindadas en anticipo de prueba de víctimas que ya fallecieron.

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