Créditos: Jacinta Ceto declara ante el Tribunal en el juicio por genocidio. Foto Regina Pérez
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Mujeres sobrevivientes narran las masacres y asesinatos cometidos en las aldeas de Nebaj y Cotzal, del área ixil, cuando Benedicto Lucas era jefe del Estado Mayor del Ejército. Familias enteras fueron asesinadas, incluyendo mujeres embarazadas, niñas y niños.

Por Regina Pérez

“Primero la violaron, la mataron y luego la quemaron, la tiraron adentro de su casa”, contó María Avilés Torres al comenzar su testimonio sobre la muerte de su madre, Catarina Torres quien fue asesinada junto a sus seis hijos el 23 de enero de 1982 en el caserío Jaqvintab, cuando Benedicto Lucas García, fungía como jefe del Estado Mayor del Ejército.

María estaba de visita en la vivienda de su madre, ya que ella ya estaba casada y su esposo tenía una casa en San Juan Cotzal, Quiché. Ese día ella llegó al caserío a tapiscar (cosechar maíz) y cuenta que lo vio todo.

Cuando los soldados se aproximaron a la casa, ella logró huir, pero su madre y sus hermanos no. “Escuché que gritó. Yo estaba escondida en los matorrales. Ella se quedó con mis hermanos, también a ellos los mataron”, declaró. Su hermano más pequeño, Pedro, tenía 7 meses de edad.

Al día siguiente regresó a la vivienda de sus padres y solo encontró los restos de su familia. “Tenían señas de que los habían amarrado en la cintura, como si estuvieran amarrando un manojo de leña cuando se mete al fuego”, dijo sobre sus hermanos.

A su padre, Diego Avilés, quien era miembro de la Acción Católica, un movimiento social y religioso con mucha influencia en Quiché, también lo asesinaron, aunque en otro momento ya que él había salido de la casa. Ella indicó que lo acuchillaron y lo colgaron de un árbol.

María Avilés aseguró que su mamá fue violada y quemada en su vivienda. Foto de Regina Pérez

Benedicto Lucas García, de 91 años, está siendo juzgado por el Tribunal de Mayor Riesgo “A” por los delitos de genocidio, deberes contra la humanidad y desaparición forzada. El militar no asiste presencialmente a las audiencias, que comenzaron el pasado 5 de abril, participa por medio de videoconferencia.

La palabra “violación” fue objeto de discusión

Una de las primeras preguntas que le hizo la fiscal del Ministerio Público (MP) Mercedes Morales Santos fue “en sus palabras, ¿qué es una violación”? a lo que Torres respondió con apoyo de su intérprete: “No sé, solo recuerdo que a las 5 de la mañana llegaron los soldados, detonaron una bomba, mis papás dijeron que no vamos a huir porque no debemos nada”.

El uso de la palabra “violación” en su testimonio fue objeto de cuestionamiento por parte de la defensa del general cuando fue su turno de interrogarla. La abogada María Teresa Martínez le preguntó “¿la palabra violación es parte de su idioma o cuando la escuchó por primera vez?”.

El juez presidente Gervi Sical intervino e indicó a la abogada que antes de las preguntas recordara que la cosmovisión del pueblo maya Ixil es diferente a la ladina. “Uno ha leído los peritajes, habría que preguntarle primero con intérprete si ellos en su cultura saben lo que es una violación”, comentó.

El Tribunal de Mayor Riesgo A es presidido por el juez Gervi Sical. Foto de Regina Pérez
El Tribunal de Mayor Riesgo A es presidido por el juez Gervi Sical. Foto de Regina Pérez

Según Martínez, lo que ella quería saber si la palabra “violación” es parte del vocabulario Ixil. “Y si no es parte, quien le indicó esa palabra por primera vez, ese es el sentido de mi pregunta”, justificó.

La palabra, según los traductores del Organismo Judicial que apoyan con la traducción, no existe en Ixil, pero sí existe una interpretación del acto en sí. Ante ello, la abogada retiró la pregunta porque dijo que su duda había sido resuelta.

“Sufrí mucho por culpa de los soldados”

Juana Avilés Torres es la hermana menor de María. Ella tenía 15 años cuando ocurrió la masacre. Lo que recuerda de su vida antes de la masacre es que su familia trabajaba en una finca, su madre era molinera y preparaba comida a los trabajadores en tanto su padre repartía la comida y limpiaba y cortaba café.

Juana testificó que una vez que regresaron de la finca pasaron por San Felipe donde encontraron trozos de madera en las calles. Ahí fueron informados de que ya estaba empezando la violencia. Vivieron una semana en el pueblo, pero luego regresaron a Jaquintab.

Cuando los soldados se aproximaron a la aldea el 23 de enero, ella escuchó una bomba y se asustó por lo que salió corriendo de la casa, y se fue a refugiar a la casa de su novio. Más tarde se enteró de que mataron a sus padres, a su mamá la quemaron. “La casa quedó en cenizas, a mi papá también lo mataron los soldados, lo acuchillaron en el cuello, lo dejaron colgado”, contó.

Juana Avilés pidió justicia por la muerte de sus padres y hermanas. Foto de Regina Pérez

La testiga rompió en lágrimas al recordar la masacre. “Me da mucha pena porque sufrí mucho, por culpa de los soldados. Apenas sobreviví sin mis padres, en ese momento logré salir, fui con quien es mi esposo ahora, que en ese tiempo era mi novio, quizá se puede decir que me fui a ofrecer y gracias a sus padres, que me recibieron. Yo no tenía ropa ni comida, ellos me dieron, porque todo lo que tenían mis padres se quemó. Es lo que sufrí en el año 82”, señaló.

El fiscal del MP, Erick de León, también le hizo preguntas sobre su indumentaria y qué es lo que la identificaba como parte del pueblo maya Ixil. Juana señaló que su faja y su corte demuestran que es originaria de Cotzal, sin embargo, señaló que no llevaba su huipil porque ella es pobre y no puede adquirirlo por su alto costo. Otra parte de su indumentaria como mujer Ixil es el rebozo que ella llevaba puesto en los hombros.

Una de las preguntas que el fiscal realizó a la testiga fue si ella acudió a declarar de manera voluntaria o fueron obligadas. “Lo único que me obliga es la pena que cargo, lo que viví en el 82”, dijo.

Al preguntarle qué le pide al tribunal respondió: “Quiero que se haga justicia, que las autoridades vean que no se vuelva a repetir lo que vivimos, me da mucha pena, ahora tengo hijos, que mis hijos no sufran lo que yo viví, porque no es posible que algunas personas que nos lideran son los mismos que nos manden a matar”.

“Soy la única que quedé”

La tercera testiga, Isabel Saquic, relató que su madre, sus dos hermanas María y Teresa de 12 años y 10 años, su cuñada Magdalena, quien estaba embarazada y la hija de esta, Ana, de 2 años, fueron masacradas en la aldea el 22 de enero de 1982 en Jaqvintab. Su padre había sido asesinado el 17 de abril de 1981.

“Lo fueron a sacar de la casa, eran seis soldados, lo arrastraron como a diez cuadras, mi mamá los seguía, gritando y llorando, pero tenía un cañón en el pecho, casi se moría también”, recordó.

Ella contó que el 23 de enero de 1982 salió corriendo de su casa cuando escuchó los disparos. Luego su hermano Juan le contó que mataron a su madre, a sus hermanas y a su cuñada. Posteriormente Isabel llegó al lugar y pudo ver que efectivamente habían sido masacradas.

Según su testimonio, los soldados se llevaron a Magdalena de la casa y sus hermanas María y Teresa trataron de impedirlo. “Mis hermanas salieron gritando diciendo que no podían llevar a mi cuñada y los soldados al ver eso la mataron, a su hijo y a mis hermanas. A una de ellas le dispararon en la cabeza. A mi mamá le dispararon por la espalda”, narró.

Isabel Saquic perdió a toda su familia. Foto de Regina Pérez

Su hermano Juan también fue asesinado en 1983 por patrulleros de la Autodefensa Civil (PAC) quienes lo llevaron a un destacamento. Su cuerpo apareció en la aldea Pexlá Grande, Nebaj. Ella acudió al lugar para pedir que lo liberaran, pero no lo logró. “Ya no lo volví a ver”, dijo.

“¿Sabe si su mamá, sus hermanas, su nuera y su hija, eran guerrilleros?”, fue una pregunta de la fiscal del MP. “No teníamos conocimiento de la guerrilla, solo habíamos escuchado por personas que existían los guerrilleros”, dijo.

Según indicaron, los fiscales del MP y los abogados querellantes en el primer día del juicio, el propósito del ejército era destruir al pueblo maya Ixil pues se creía que era base de la guerrilla y fue convertido en un objetivo militar.

Lucas García era quien estaba a cargo de los planes operativos contra la población, lo que se tratará de demostrar en este juicio donde cuentan con los testimonios de 152 testigos. Varios de ellos ya fallecieron, pero se cuenta con su declaración en anticipo de prueba.

Entre lágrimas, Saquic pidió al Tribunal justicia por lo que le pasó a su familia. “Todo lo que vivimos nos da mucha pena. Me da pena porque soy la única que quedé, ya no tengo a nadie más y no quiero que le vuelva a suceder a nuestros hijos”, expresó.

Jacinta Ceto se quedó viuda con cinco hijos

Antes de que miembros del ejército mataran a su esposo, Juan Ramírez, Jacinta Ceto recordó que vivían bien pues tenían su terreno y trabajaban en Pexlá Grande, Nebaj. Juan Ramírez también trabajaba como caporal en una finca cerca de Malacatán, San Marcos.

En diciembre Juan regresó a su casa de la finca, pero en enero de 1982 lo soldados lo asesinaron. Lo mataron en el corredor con un machete que ella había colocado ahí, desconociendo que más tarde llegaría el ejército. Ella solo escuchaba los gritos de dolor desde la cocina.

Luego los soldados quemaron su vivienda y la sobreviviente intentó rescatar el cuerpo de su esposo, pero no pudo porque el ejército le disparó evitando que pudiera acercarse a la casa. Al día siguiente regresó, pero encontró solo sus restos carbonizados.

En tanto, uno de sus hijos, Mariano, de unos 3 años, quien estaba junto a su papá cuando fue detenido, murió años después debido a que quedó con secuelas.

Jacinta Ceto declaró sobre la muerte de su esposo. Foto de Regina Pérez

A una pregunta del fiscal sobre si fue obligada a declarar o si le dijeron qué decir contestó: “Nadie me obligó, lo que estoy buscando es justicia porque padecí de hambre y sed”. Jacinta quedó viuda con cinco hijos (el mayor tenía 6 años) y recuerda que no tenía nada que comer ni ropa, pues todo se había quemado.

Después de la muerte de su esposo y la quema de su vivienda, las escrituras del terreno donde vivía, de 35 cuerdas, se quemaron. Su padre murió antes de poder tramitar una nueva escritura y por lo tanto ella perdió su tierra.

Los testimonios de las víctimas continuarán este 10 de abril en el Tribunal de Mayor Riesgo A.

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