Créditos: Prensa Comunitaria
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Por Miguel Angel Sandoval

En un recuento verdaderamente rápido, no parece que, durante la primavera democrática de los años idos, durante los gobiernos de Arévalo y Árbenz, del 44 al 54, el tema central haya sido el de mantener o respetar una legislación obsoleta.

Es cierto que fue una revolución y que se inició el proceso con una constituyente, pero eso no quita que el tema haya sido esencialmente político. A diferencia de ahora, que cuando se intenta tomar alguna medida del tipo que sea, acorde con las expectativas levantadas sobre una nueva primavera democrática, lo primero que aparece es por parte de quienes se oponen al cambio, sea una interpretación, generalmente retorcida, de la ley. Una ley, es necesario decir, que merece ser reformada de la A a la Z.

Lo mas delicado es que se respetan esos parámetros que en verdad solo favorecen una de las caras de la luna, y no sirven para impulsar los cambios y las reformas que hace falta impulsar. Quizás haya que recordar que lo que se busca son cambios y reformas que tienen un mandato político, del soberano, por la vía de las urnas, y no un mandato para mantener el estado de cosas existente. Por ello las voces que crecen en la idea de una nueva asamblea constituyente.  Creo que lo que hay que impulsar, es que las leyes y su interpretación dolosa, deben dar paso a una interpretación política del cambio, que es el mandato de las urnas y del movimiento social que se hizo presente para defender el veredicto de las elecciones.

Habrá primavera democrática si se entiende esta enorme diferencia y esta realidad.

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