Créditos: Gonzalo Ferreira
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El presidente electo de Guatemala estuvo en Washington, donde se reunió con el senador republicano Marco Rubio y los representantes demócratas Norma Torres y Joaquín Castro. Arévalo habló con la prensa internacional en el Diálogo Interamericano.

Por Héctor Silva Ávalos

A veces en español. A veces con un inglés fluido en el que se puede distinguir un leve acento británico, acaso de sus años como diplomático en Europa. En la habitación, una sala de reuniones del Diálogo Interamericano en el centro de Washington, D.C., una docena de periodistas y corresponsales. Bernardo Arévalo navega entre la prudencia, el humor seco, la diplomacia y la convicción en las respuestas a los temas urgentes -las constantes intentonas del MP por truncar la transición democrática en Guatemala-, los importantes -los retos a su gobernabilidad-, los novedosos -el nuevo sitio en la mesa política guatemalteca ganado por los movimientos indígenas que han liderado las protestas pacíficas para que se respete la voluntad popular expresada en las urnas-, y los que interesan sobre todo a los periodistas anglos -el rol de Washington en todo esto.

Abre él con algunas frases introductorias sobre su visita a Washington, la primera a la capital estadounidense como presidente electo luego de que un viaje anterior se truncó por la enésima arremetida del Ministerio Público. Y abre, Arévalo, con un reconocimiento “a todos los que se han ido a la calle” en el esfuerzo colectivo por defender la democracia.

“Queremos pasar la página de este sistema corrupto para empezar a construir otro país”, dice el presidente electo. Esta frase, una de las primeras, va acompañada de una buena dosis de convicción. “We carry on -seguimos- “, dice en inglés al abordar todos los obstáculos que él, su vicepresidenta Karin Herrera y su partido han encontrado en las intentonas de la ultraderecha guatemalteca de truncar la transición a fuerza de un lawfare que incluye decisiones judiciales como la suspensión temporal de Semilla y amenazas de persecución penal a las cabezas más visibles del partido ganador. “No será fácil”, concluye Arévalo antes de abrir el cuarto a las preguntas de los reporteros.

De las primeras respuestas, a preguntas sobre los retos inmediatos y el escenario que le espera luego de que jure como presidente el 14 de enero de 2024, se desprende alguna información sobre los diálogos que lo ocupan desde ahora con parte del empresariado guatemalteco y los liderazgos de los movimientos indígenas.

“La gobernanza no está limitada a los entendimientos entre el congreso y el Ejecutivo”, reconoce el político antes de adelantar que su equipo de transición ha propiciado acercamientos entre empresarios e indígenas, dos grupos que han vivido en dialéctica permanente a lo largo de la historia guatemalteca. Este, dice Arévalo, es un momento político distinto en su país.

“El panorama político cambió profundamente en los últimos meses y estamos empezando a entender ese panorama… Nuestra victoria causó un terremoto”. Dirá luego, el presidente electo, que el liderazgo indígena, entre ellos el de los 48 cantones de Totonicapán “ha asumido un nuevo protagonismo” y está reclamando “su sitio en la mesa”.

Luego de que Bernardo Arévalo, Karin Herrera y el Movimiento Semilla ganaron la segunda ronda electoral, el 20 de agosto pasado, la alianza política formada por empresarios y funcionarios, abanderada por el presidente Alejandro Giammattei y la fiscal general Porras, ha intentado varias cosas para impedir que la transición democrática ocurra. El presidente electo no duda en calificar esto de intentos golpistas aunque aclara que no se trata, hoy, de un golpe tradicional, como los que protagonizaban los militares latinoamericanos el siglo pasado. “En el Siglo XX era con el poder coercitivo del Estado, en el Siglo XXI es con jueces y abogados”, dice.

Tras el triunfo en segunda vuelta, las arremetidas del MP de Porras aumentaron al punto de que un juez suspendió temporalmente a Semilla y ordenó, luego, allanar el Tribunal Supremo Electoral y llevarse las urnas. Después de eso, decenas de miles de guatemaltecos, la mayoría indígenas, se tomaron el país, taparon carreteras y cerraron ciudades en protesta por los desmanes de la autoridad actual. De a poco, ante una presión popular que a veces es intermitente pero se mantiene viva y el aislamiento internacional del gobierno actual y del MP, la alianza que gobierna ha tenido que ceder.

El camino a la juramentación, prevé Arévalo, aún será escabroso, pero la transición, dice, ocurrirá. “No hay condiciones que le permitan al pacto de corruptos hacerlo de otra manera. La toma de posesión el 14 de enero es inevitable”.

Sobre la fiscal general Porras habló el nuevo mandatario guatemalteco con el Departamento de Estado de Joe Biden, donde lo recibió Brian Nichols, el subsecretario adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental. “Esa ha sido la conversación con ellos”, respondió Arévalo a una pregunta de Prensa Comunitaria.

El tema de Porras, sin embargo, pasó de largo en la reunión que Arévalo sostuvo con el senador republicano Marco Rubio de Florida, uno de los miembros más poderosos del Comité de Exteriores en la Cámara Alta del Congreso estadounidense, quien, a falta de liderazgo demócrata, se ha convertido en el hombre de referencia en asuntos centroamericanos. La relación de Rubio con Guatemala, hasta ahora, ha sido turbulenta. Allá por 2018, Rubio apoyó los ataques diplomáticos que contribuyeron a la salida de Guatemala de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG). En su momento, cuando Porras fue sancionada por la administración Biden, Rubio se mostró en desacuerdo.

Al hablar de la reunión con el senador republicano, Arévalo fue más cauto. “Fue una buena conversación” en la que, dijo el guatemalteco, hablaron de los retos para la democracia en la región. No hablaron de Consuelo Porras.

Uno de los periodistas anglosajones presentes preguntó cuándo terminaba el periodo de la fiscal general. En 2025, le respondieron. ¿Y qué pasa si ella no renuncia? Contestó Arévalo tras recordar que él ha pedido varias veces en público que Porras se vaya: “Tendremos que ver opciones”.

El resto de la agenda llevó a Bernardo Arévalo a las oficinas de los representantes demócratas Norma Torres, de California, y Joaquín Castro, de Texas, dos de las voces más reconocidas en la Cámara Baja en temas latinoamericanos. Por la noche del jueves 9 de noviembre, Arévalo fue el orador principal en la gala del Diálogo Interamericano, tanque de pensamiento de centro derecha especializado en el continente y uno de los más influyentes de la ciudad. Washington, por ahora, ha recibido al nuevo presidente de Guatemala con sonrisas y con ofrecimientos de apoyo en su brega con las fuerzas que en su país no quieren verlo en la silla presidencial.

 

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