El testimonio de uno de los agentes involucrados fue clave para que los 11 policías responsables del asesinato de migrantes guatemaltecos fueran condenados a 50 años de prisión.
Por Rony Ríos
Un juez del estado de Tamaulipas condenó a 11 policías mexicanos a 50 años de prisión por la masacre de migrantes en Camargo la noche del 22 de enero de 2021. Los policías fueron declarados culpables de disparar y quemar a 19 personas, dentro de las cuales se encontraban dos traficantes de personas (coyotes) y el resto de migrantes.
Además, el juez condenó al policía Ismael Vásquez León a 19 años de prisión por abuso de autoridad y delitos de administración de la justicia. Vásquez obtuvo una sentencia menor porque rindió una declaración que fue utilizada como prueba por la Fiscalía.
El policía relató cómo el grupo de agentes iba en varios vehículos y se dirigían a Camargo por la supuesta aparición de grupos delictivos armados, pero mientras avanzaban el vehículo artillado en el que viajaba el líder del equipo levantaba mucho polvo y eso provocó que se separaran por un momento.
Sin embargo, Vásquez declaró que escuchó disparos, matando a los ocupantes de dos vehículos y posteriormente les prendieron fuego a los cuerpos. Una vez concretado el crimen, se supo que los ocupantes eran migrantes guatemaltecos que buscaban llegar a Estados Unidos de forma irregular y eran trasladados por dos traficantes.
Esta fue la segunda declaración que proporcionó Vásquez, ya que anteriormente había dado otra versión, en la que indicó que cuando llegaron los carros ya estaban en llamas y los migrantes fallecidos; sin embargo, el oficial dijo que modificó su versión a cambio de que le garantizaran protección de los otros agentes porque temía que al decir la verdad fuera víctima de sus compañeros.
Los policías fueron acusados por la Fiscalía General de Justicia (FGR) de Tamaulipas e identificados inicialmente como Mayra Elizabeth “V”, Jorge Alfredo “C”, Williams “F”, Édgar Manuel “A”, Horacio “R”, Carlos “R”, Jorge “C”, José Luis “L”, Héctor Javier “A”, Christian Eduardo “G”, Ismael “V” y Horacio “Q”.
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La Fiscalía, pese a que no ha dejado claro el móvil del ataque se apoyó en declaraciones de los vecinos, de Vásquez y otros indicios para sustentar la acusación en contra de los policías, consiguiendo que el juez impusiera penas de 50 años de prisión.
Además, el caso continúa abierto para determinar si existen otros responsables, ya que las versiones recabadas por los investigadores hablan de una operación coordinada de seis vehículos, entre los cuales también se encontraban fuerzas especiales de la policía mexicana.
La FGR evidenció en el juicio que ni los coyotes, ni los migrantes dispararon contra los policías, como argumentó la defensa. Tras el ataque las autoridades policiales, el agente Horacio Rocha Nambo, comandante del Grupo de Operaciones Especiales de la corporación (GOPES), y Mayra Elizabeth Santillana, coordinadora policial de la zona, ordenaron rematar a los supervivientes, les rociaron con gasolina y les prendieron fuego.
Los migrantes guatemaltecos
El medio digital Desinformémonos explicó en una nota de febrero de 2021 que la pobreza y falta de oportunidades fueron las causas que motivaron a los migrantes a dejar Guatemala para intentar llegar a Estados Unidos en búsqueda del sueño americano que en la mayoría de las ocasiones es la pesadilla de las familias.
Los migrantes, originarios mayoritariamente de Comitancillo, San Marcos, salieron rumbo a México y luego de 10 días, los coyotes los habían trasladado hasta Nuevo León, donde tomaron una carretera que los llevaría al Río Bravo.
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Los migrantes iban en tres automóviles, pero uno de ellos tuvo problemas técnicos en el camino, por lo que se retrasaron y ese contratiempo evitó que fueran atacados más adelante. El 23 de enero de 2021, un coyote llamó a las familias de los migrantes desde Estados Unidos para confirmar que algunos habían logrado llegar al país norteamericano, pero les informó que otro grupo había sido atacado cerca de la frontera.
A menos de 70 kilómetros de la frontera de México con Estados Unidos, los migrantes fueron acribillados y posteriormente quemados; las quemaduras en dos cuerpos eran tan profundas que durante los primeros días de las investigaciones no pudieron ni determinar el sexo de las personas.
