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“La incapacidad de predecir las rarezas implica la incapacidad de predecir el curso de la historia”. Nassim Taleb

 

Un análisis de Luis Fernando Mack

El año electoral inició cargado de malos presagios. La idea de fraude que se había empezado a posicionar, desde las elecciones 2019, rondaba en la mente de buena parte de la ciudadanía y analistas, quienes argumentaban que la cooptación del Estado, que el gobierno de Alejandro Giammattei había desarrollado de forma sistemática durante su mandato, auguraban una situación similar a la que había ocurrido en la Universidad de San Carlos de Guatemala, el acomodamiento de las piezas legales e institucionales para favorecer a una opción política, por encima del resto. El argumento era simple: igual que ocurrió con Jordán Rodas, los sectores en el poder crearían condiciones para descalificar legamente su candidatura, de manera que se despejara el camino para las opciones que aseguraban la continuidad de intereses de los actores en el poder.

La posible descalificación legal de contendientes se complementaría con otras estrategias, como el uso de recursos públicos para impulsar al candidato Manuel Conde, el diputado del PAN que se consideraba oficial. El flujo de recursos para apuntalar su campaña fue evidenciado por algunos reportajes periodísticos: Así construyó Giammattei su ejército de alcaldes para las elecciones 2023, del Ciclo de Actualización para Periodistas; Manuel Conde, el rostro de la estrategia oficialista para cooptar el Estado, publicado en Prensa Comunitaria; y Estrategia de VAMOS: copar 200 alcaldes para llegar a 1 millón de votos, del vespertino La Hora, demostrando una estrategia política para favorecer determinadas candidaturas, que contribuían a aumentar las dudas sobre la limpieza del proceso electoral de 2023.

Si el contexto político y electoral ya era difícil, la negativa de los partidos considerados progresistas de unificar fuerzas, parecía que le daba el tiro de gracia a la posibilidad de que triunfara una opción diferente a la que impulsaba los actores dominantes del sistema. De esa cuenta, tanto el MLP -que se ha negado históricamente a unirse a cualquier opción-, como el Movimiento Semilla, se negaron a hacer algún tipo de alianza. Por su lado, otro grupo de partidos progresistas lograron la coalición URNG/MAÍZ y WINAQ, mientras que la disidencia de la UNE fundó un nuevo partido denominado Voluntad, Oportunidad y Solidaridad (VOS).

La dispersión de opciones progresistas, en ese escenario, apuntaban a la repetición del error cometido por la izquierda, en el 2019, cuando el MLP de Thelma Cabrera obtuvo el cuarto lugar, aunque si se consideran todas las opciones de cambio que existían en ese año, la suma de todos los votos sumaba 919,530, el 20% del total de votos válidos, lo que los hubiera posicionado en segundo lugar, por encima de Alejandro Giammattei, que obtuvo 614,025, el 14% del total de votos válidos. La dispersión electoral del 2019, por ello, era un argumento que se repetía insistentemente desde entonces, para demostrar que ese error no podía repetirse en el 2023, cuando el escenario era aún más complejo que el de la elección anterior.

 

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Lo bueno del 2023 era que, si bien no se había conseguido la unidad total, al menos se habían reducido las opciones a tres, debido a la insistencia del MLP de postular a Jordán Rodas como candidato a la vicepresidencia, que se sabía iba a ser vetado. Producto de la exclusión del partido y, de la decisión de WINAQ y URNG de consolidarse en una misma opción, al final solo quedaron tres partidos diferentes del resto. La coalición URNG/Winaq apostó para la presidencia por el exdiputado Amílcar Pop; Semilla por el diputado Bernardo Arévalo; y VOS por el académico Manuel Villacorta. De las tres opciones, las que finalmente se posicionaron como opciones de cambio con posibilidad de alcanzar el triunfo fueron las últimas dos. Durante el proceso electoral, los movimientos sociales y los analistas señalaban insistentemente a ambos candidatos y partidos, como la mejor opción para el proceso electoral. La negativa de ambos a hacer alianza, sin embargo, vaticinaba que los votantes se repartirían entre ambos candidatos, lo cual perjudicaría la posibilidad de cambio.

En la víspera del inicio de la campaña electoral el panorama político era desolador. El control institucional alcanzado por el presidente Giammattei, más la división de los aliados, mostraba presagios negativos que se confirmaban al conocerse las primeras intenciones de voto, que posicionaban a Zury Ríos y Sandra Torres como las candidatas más fuertes, mientras que se intuía que el candidato oficialista, Manuel Conde, iba a contar con todas las facilidades institucionales y legales para competir de tú a tú contra las opciones políticas dominantes. Así inició la campaña electoral el 27 de marzo del presente año, con pocas probabilidades de detener el lento cierre de espacios democráticos que había iniciado desde el momento en que la CICIG había abandonado el país. El pronóstico político para el 2023 era sombrío.

El 25 de junio, sin embargo, los primeros datos que ingresaban al sistema informático de Transmisión de Resultados Electorales Preliminares (TREP) posicionaban sorpresivamente a un candidato que estaba fuera del radar político-electoral. Bernardo Arévalo se posicionaba en los primeros lugares, lo cual causaba sorpresa, pero también esperanza. En redes y en las conversaciones a través de las aplicaciones de mensajería se empezó a especular sobre lo lógico de ese posicionamiento, porque Semilla tenía su base fuerte en la capital y el departamento de Guatemala, pero no en el resto del país, por lo que todos especulaban que con el paso de la noche, el partido iría bajando de los primeros lugares. Sin embargo, los minutos y horas pasaban y, aunque la distancia entre el primero y segundo se ampliaban, Manuel Conde, el candidato oficialista, nunca se acercó lo suficiente Arévalo para desplazarlo. Al final, la conciencia de que se colaba a segunda vuelta se respiraba como una suerte de milagro por todas partes. El júbilo y la algarabía ciudadana dominaba las redes sociales y las expresiones ciudadanas. ¡Se había producido un milagro!

Tengo un hijo que, desde el inicio de la campaña, abogaba por Semilla y por Bernardo Arévalo. Fue él quien convenció a muchos familiares y amigos, incluyéndome a mí, para que votáramos por Arévalo. Cuando el vio a su candidato favorito en los primeros lugares al inicio de la transmisión de resultados, su optimismo lo hizo vaticinar algo que posteriormente se haría realidad. “Papá, Bernardo va a pasar a segunda vuelta”. La fe de este niño es quizá la clave para entender el triunfo de Arévalo, ya que he oído muchos otros testimonios similares de jóvenes convirtiéndose en los promotores del partido y del candidato.

¿Qué permitió esa victoria? La respuesta ha sido el objeto de discusiones y amplias especulaciones, pero todas gravitan en dos direcciones: la primera, centrada en el trabajo de Semilla, que bajo condiciones adversas construyó una opción viable gracias a su trabajo de hormiga y a su estrategia en redes sociales que supo aprovechar la herencia familiar del candidato; y la segunda, la que enfatiza en la combinación de varios factores que permitieron una coincidencia política que difícilmente podría predecirse; quizá la respuesta esté en un punto intermedio entre ambas explicaciones.

Dar respuesta tentativa a esta pregunta será el objeto del siguiente análisis. Según nuestra perspectiva hay un conjunto de factores estructurales, electorales y coyunturales que explican la victoria de Semilla y, la hipótesis es que tal conjunto de factores configuró lo que la teoría llama un “Cisne negro”: una anomalía política inesperada e irrepetible que ha desencadenado muchos procesos políticos relevantes.

Una combinación afortunada de factores

“Tendemos a engañarnos con auto narraciones porque nos gusta simplificar, ver patrones y tejer explicaciones”. Nassim Taleb.

La victoria de Bernardo Arévalo fue una combinación de factores que podemos caracterizar de la siguiente forma:

Coincidencias que vienen del sistema

Guatemala inició su transición a la democracia en 1983, cuando el general Humberto Mejía Víctores aprobó el decreto ley 3-84, el cual llamaba a celebrar una Asamblea Constituyente que diseñara el marco constitucional que actualmente está vigente. Una vez aprobada la Constitución, se convocó a las elecciones generales de 1985, pero el defecto fundamental de ambos procesos es que se desarrollaron bajo un sistema de partidos prácticamente destruido por la larga guerra civil que había padecido Guatemala por más de tres décadas. Las memorias del TSE, de 1985, reconocen que con requisitos muy estrictos para las organizaciones políticas, las elecciones de 1985 no hubieran podrían realizarse, por lo que se les concedió numerosas prerrogativas y dispensas que permitieron la articulación de partidos políticos que participaron con requisitos mínimos de funcionamiento.

Este contexto político determinó dos problemas fundamentales del sistema de partidos guatemalteco: su tendencia al multipartidismo extremo, debido a su constitución de los partidos con requisitos mínimos de funcionamiento; y su dependencia extrema a los actores económicos, debido a que se organizaban sin un financiamiento electoral previo a las elecciones. Para colmo, la dependencia política al poder económico se consolidó gracias a que la Ley Electoral aprobada en 1985, era muy permisiva para regular el financiamiento para las campañas políticas, con lo que los partidos políticos fueron cada vez más controlados por la deuda política que adquirían en época electoral.

Estos condicionantes estructurales de tipo económico fueron descritos por el comisionado de la CICIG, Iván Velásquez, como el “pecado original” de la democracia guatemalteca. La reforma electoral del 2016, producidas al calor de las manifestaciones de la plaza, configuraron la otra coincidencia favorable para Bernardo Arévalo. Una regulación al financiamiento electoral y a la campaña anticipada más drástica de lo que existía en los procesos electorales previos. De esa cuenta, la regulación al financiamiento partidario, mayores controles a la campaña anticipada y, la reducción del tiempo de campaña electoral contribuyó a que no se produjeran los grandes desbalances electorales del pasado, en el que unas pocas opciones políticas contaban con los recursos y las estrategias para consolidar opciones ganadoras. Justo por esta limitante estructural, el sector empresarial abogó repetidamente por cambios en la Ley Electoral que permitieran al sector empresarial financiar con mayor libertad a sus opciones políticas. De haber logrado tal reforma, quizá Zury Ríos y Manuel Conde hubieran aumentado su caudal electoral.

De la misma forma, las características deficitarias con las que se fundó el sistema de partidos políticos contribuyó a una serie de defectos de organización y funcionamiento que sería largo enumerar, pero que tuvieron consecuencias directas para las elecciones 2023: la cancelación del Partido Prosperidad Ciudadana, por vicios en la realización de su asamblea general y, la solicitud de cancelación del Partido Semilla por anomalías en las listas de afiliados para su constitución, ambos elementos muy comunes en la vida política partidaria.

La cancelación de Prosperidad Ciudadana, en particular, tuvo un efecto favorable al actual presidente Arévalo, pues la intención de voto con la que contaba su candidato Carlos Pineda a la hora de la cancelación del partido auguraba que él era el potencial ganador de las elecciones 2023, al suponerse que participaría contra la candidata con mayor antivoto, Sandra Torres. Si Pineda hubiera participado en la primera vuelta electoral, otro gallo hubiera cantado.

La tendencia al multipartidismo, combinado con una prohibición constitucional para la reelección presidencial, configuró la otra coincidencia favorable al presidente electo: favoreció la tendencia a la dispersión del voto, al existir en cada elección más partidos, con liderazgos emergentes que debían sustituir a los líderes con mayor arraigo, como el expresidente Alfonso Portillo. Esta tendencia a la dispersión de votos se consolidó gracias también al hecho de que tres candidatos excluidos de la contienda electoral por razones legales, se unieran al cada vez mayor número de analistas que hacían un llamado explícito al voto nulo.

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En ese contexto favorable, el 12% de los votos válidos obtenidos por Bernardo Arévalo fue suficiente para pasar a segunda vuelta, caudal electoral que no hubiera sido suficiente en otros períodos electorales.

Coincidencias que vienen de la sociedad

Las elecciones de 2023 serán recordadas por la emergencia de las redes sociales como mecanismo fundamental para promocionar candidatos políticos, situando a la red social TikTok como la reina indiscutible de la campaña electoral del 2023. Primero fue Carlos Pineda, quién inició una exitosa campaña de promoción que había empezado dos años antes del proceso electoral, posteriormente, fue Bernardo Arévalo quién aprovechó al máximo la difusión de esa red social, consolidando decididamente al partido Semilla en quienes se convertirían en sus mayores promotores: la juventud guatemalteca. En mis giras de análisis poselectorales y en testimonios de redes sociales, muchos ciudadanos contaban cómo fueron los jóvenes los entusiastas promotores de Semilla

El entusiasmo de la juventud fue una parte esencial del milagro Semilla, ya que eligieron teniendo en mente no el menos malo, sino al mejor. Esto configuró la emergencia de un tipo de voto diferente al que predominaba hasta ese momento: ya no el voto estratégico, el que apuesta por el candidato menos malo con mejores posibilidades de derrotar a la opción considerada como la peor, sino el voto basado en el convencimiento y la esperanza de cambio.

Coincidencias que vienen de la coyuntura

La transformación de las campañas políticas, que pasaron de ser dominadas por los medios de comunicación tradicional a ser disputadas por las redes sociales, también ayudo al posicionamiento de Arévalo. Ni Edmund Mulet, ni Zury Ríos, ni Sandra Torres, ni Manuel Conde, desarrollaron una campaña en las redes sociales realmente efectiva, por lo que probablemente produjeron decepción en los votantes. Mulet, en particular, es un caso especial de señalar, cometió el error de empezar a producir videos demasiado superficiales para la figura de un diplomático de carrera, desfigurando de esa forma su trayectoria y profesionalismo. Además, fue objeto de diversos ataques de sus contrincantes, al mismo tiempo de que la amenaza que el MP lanzó contra él, probablemente tuvo el impacto de hacer menos confrontativo el discurso del candidato, lo que le hizo ir perdiendo apoyo electoral.

Aspectos similares pueden señalarse para explicar el descalabro de la que era considerada la candidata más fuerte: Zury Ríos. El aceptar el apoyo de la odiada Fundación contra el Terrorismo, más incluir a figuras del desprestigiado gobierno de Jimmy Morales, se sumó el hecho de hacer una pésima campaña en las redes sociales, desdibujándola como opción, que cayó al 6 puesto en la elección presidencial.

En la misma línea de los errores de sus adversarios, unos días antes de las elecciones, Manuel Villacorta, el otro candidato progresista que amenazaba con dividir a los votantes procambio fue ampliamente criticado por un video en el que exhortaba a votar por Sebastián Arzú para la alcaldía capitalina. La reacción en redes fue inmediata: muchos ciudadanos lo señalaban de haber cometido error un garrafal, ya que abogaba por apoyar a una opción de la derecha guatemalteca, por encima de las otras opciones progresistas que competían para la alcaldía capitalina. El resultado probable fue que el desencanto por Villacorta fue capitalizado por Bernardo Arévalo, lo cual consolidó la opción de cambio, por encima del resto de opciones políticas vigentes.

Indudablemente, el partido Semilla también hizo lo propio. Se negó a hacer gastos desorbitantes en la campaña electoral, se preocupó por elaborar el mejor plan de gobierno disponible, además de que desarrolló una muy bien pensada campaña electoral que aparte de presentarse como una opción diferente, enfatizaba dos aspectos de su candidato presidencial: su notable origen familiar y la marca que atrajo a la juventud, la idea del “tío Bernie”. Este mérito del partido, sin embargo, no hubiera bastado por sí solo para posicionar al partido en segunda vuelta, ya que de haber existido un candidato o candidata con una mejor estrategia electoral, seguro hubiera superado al partido Semilla.

Coincidencias el día de la elección

El sistema de partidos políticos guatemalteco nació con un defecto de origen: su existencia precaria y la tendencia sostenida en el tiempo a posicionar a un número elevado de partidos políticos en cada elección. En ese contexto, el sistema electoral guatemalteco ha ido acentuando su característica principal: la volatilidad. En cada elección, una mayoría de ciudadanos cambian de opción partidaria, lo cual ha determinado la otra característica fundamental del sistema: la tendencia al declive y muerte de los partidos que han llegado a gobernar, aspecto que es impensable en un sistema de partidos políticos robustos y con arraigo partidario.

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Este arraigo partidario prácticamente inexistente ha producido, en cuatro ocasiones, la emergencia de candidatos atípicos. En 1990 y 2019, ganaron las elecciones dos candidatos prácticamente desconocidos que emergieron de la nada para convertirse en las opciones ganadoras, mientras que en el 2019, se posicionó el eterno candidato perdedor, el actual presidente Giammattei, gracias a que competía contra una candidata con un alto antivoto, Sandra Torres. En 2023, se combinaron los elementos del primer tipo de elecciones sorpresa, la emergencia de un candidato prácticamente desconocido, con el hecho de competir contra una candidata ampliamente rechazada por la mayoría de la ciudadanía.

La volatilidad electoral para el caso de Guatemala fue documentada por la ultima encuesta de CID-Gallup, la que ha constatado que una parte importante de los guatemaltecos, deciden su voto en la última semana de la elección, tal como se aprecia en la siguiente gráfica:

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El dato más sorprendente es que el 21% de la ciudadanía su voto en la fila antes de votar, mientras que el 21% una semana antes de la elección. La volatilidad electoral y los acontecimientos que hemos narrado anteriormente jugaron a favor de Bernardo Arévalo, ya que muchas personas decidieron apoyarlo, quizá incluso, en el último momento antes de votar.

El último aspecto favorable al nuevo presidente electo fue que esa combinación de factores, que lo hizo pasar desapercibido durante toda la campaña electoral. De haber despuntado antes de la votación, del 25 de junio, es muy probable que Arévalo hubiera corrido la suerte de Carlos Pineda, especialmente ahora que conocemos la férrea persecución y hostigamiento legal al que han sido sometidos. Pasar desapercibido, entonces, sirvió como una protección ideal para que no fueran descalificados antes de convertirse en protagonistas del proceso electoral. No es lo mismo eliminar a un candidato que no ha sido votado, que a uno que ha sido sometido al escrutinio electoral. La legitimidad que ha obtenido Bernardo Arévalo en las urnas es la mayor garantía en contra de quienes ahora pretenden cercarlo y hostigarlo.

En síntesis, en la elección 2023 se produjo una combinación compleja de factores que en conjunto, produjeron la victoria del Movimiento Semilla y de su candidato, Bernardo Arévalo, quién ganó pese a las condiciones adversas con las que compitió y no gracias a su fuerza y estrategia.

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