Créditos: Estuardo de Paz
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El triunfalismo trata de llegar a la meta mediante atajos, compromisos falsos. Busca subirse al carro del ganador. El triunfalismo vive de gestos y palabras que, sin embargo, no han pasado por el crisol de la cruz; se alimenta de la comparación con los demás, juzgándolos siempre como peores, con defectos, fracasados. (Papa Francisco, domingo de Ramos 2019)

Por Luis Mack

El contraste entre la forma en que inició el año electoral y la forma en que parece estar terminando es diametralmente opuesto: de una total sensación de pesimismo y falta de esperanza se pasó a una sensación de triunfo de la democracia y que el futuro se percibe con optimismo. Las ruidosas y muy entusiastas celebraciones que se documentaron en diferentes partes del país después de conocerse los resultados de la segunda vuelta electoral confirman un fenómeno inédito en Guatemala: la expresión de júbilo de la ciudadanía que siente que lo mejor está por venir. ¿Cómo fue que pasamos de la total decepción a la completa algarabía y esperanza? Esa es la pregunta que intentaremos contestar en las siguientes líneas.

La euforia ciudadana indudablemente tiene su base en la sorpresa electoral que se vivió en la primera vuelta electoral, aspecto que ya hemos abordado en un análisis previo, pero que podemos resumir en la siguiente frase: la victoria de Bernardo Arévalo se produjo gracias a un conjunto de circunstancias estructurales, coyunturales e inesperadas que, combinadas, produjeron de forma aleatoria el milagro Semilla.  El autor Pablo Coello diría que el “Universo” conspiró para producir este notable resultado.

El lunes 21 parecía que todo era algarabía. Algunas personas del partido hablaban de una “victoria contundente”, incluso, más de alguno mencionó que Arévalo era el segundo presidente más votado en la historia reciente de Guatemala. En el ámbito académico, algunos analistas ya hablaban de las implicaciones de una victoria como la de Arévalo en un entorno tan adverso al punto que incluso más de alguno teorizaba que se habían derribado algunos mitos, discutiendo que las campañas de desinformación tuvieran efecto, o que no se pudiera derrotar al sistema en medio de regímenes autoritarios competitivos, o el que los medios de comunicación tradicionales fueran determinantes para definir al ganador de una elección. Desde la perspectiva ciudadana, los usuarios de redes sociales predominantemente expresaban frases de alegría y euforia, mientras los medios de comunicación internacionales enfatizaban el inicio de una nueva era para la sociedad guatemalteca.

Documentar la forma en que se arribó a la victoria de Bernardo Arévalo en segunda vuelta es el objeto de estas reflexiones, para intentar clarificar la magnitud del cambio que supuestamente vivimos en Guatemala. ¿En realidad existe el renacer de una nueva esperanza? ¿O la victoria de Arévalo fue la consecuencia lógica del antivoto contra Sandra Torres? Iniciaremos nuestras reflexiones describiendo al oponente de Bernardo Arévalo.

El arraigo de Sandra Torres

Cada vez que me preguntan por qué quiero ser presidente de Guatemala siempre contesto lo mismo: porque tengo la experiencia, las propuestas y el compromiso para cambiar al país y hacerlo prosperar, pero sobre todo pasión para trabajar por su gente. Sandra Torres

Sandra Julieta Torres Casanova ha dominado la política nacional por más de una década, desde que se convirtió en una figura pública de la mano del entonces presidente de la República, Álvaro Colom. La primera dama fue de todo menos tradicional, lejos de asumir el papel secundario desde la Secretaría de Obras Sociales de la Esposa del Presidente (SOSEP), decidió ponerse al frente del Consejo de Cohesión Social, un ente coordinador de las políticas sociales que tenía como institución insignia a Mi Familia Progresa, una instancia gubernamental que implementó el Programa de Transferencias Condicionadas con énfasis en los aspectos nutricionales que fue la clave sobre la cual se constituyó la amplia base social con la que Torres ha logrado garantizar el segundo puesto en las elecciones de 2015 en adelante.

Lamentablemente para ella, fue ese protagonismo la que le garantizó muchos de los adversarios que hoy se oponen a ella. Durante el Gobierno de la UNE se desarrollaron muchas campañas de desinformación que paulatinamente ayudaron a construir el amplio antivoto que la caracteriza. Un aspecto que fue amplificado debido al intento fallido de participar en las elecciones de 2011. Para ello, la entonces primera dama, se divorció del presidente Colom, y en una famosa frase que la inmortalizó dijo: “Me estoy divorciando del presidente para casarme con el pueblo, con la gente de Guatemala”.

El Tribunal Supremo Electoral y posteriormente la Corte de Constitucionalidad, denegaron su inscripción argumentando fraude de ley: el divorcio era visto como la estrategia para superar la prohibición contenida en el artículo 186 Constitucional, que impide a los parientes del presidente postularse a elección. Pese a ese revés jurídico, Sandra Torres se convirtió en la sombra de las elecciones a partir de ese momento, ya que su arraigo ciudadano le alcanzó para pasar a la segunda vuelta electoral desde entonces, debido a que hay una tendencia sostenida de un mayor número de opciones partidarias, provocando una tendencia que dispersa el voto, que combinado con el voto cautivo que posee Sandra Torres, le ha alcanzado para ser una opción relevante en los últimos procesos electorales. Sin embargo, el análisis del voto duro de Sandra, aunque constante, tuvo un descenso en la actual campaña electoral. La merma del voto, no obstante, no evitó que ganara la primera vuelta electoral, aún con su caudal electoral a la baja.

La combinación de arraigo partidario y antivoto que arrastra la candidata de la UNE determina otro factor relevante: se consideraba que ella ha incidido en la elección de cualquier candidato para que pasará a segunda vuelta electoral contra ella, por lo que la estrategia partidaria, hasta el 2019, era colarse a la segunda vuelta, y esperar que se produjera el milagro. El caso de Giammattei, en particular, es un caso digno de señalar por representar esta estrategia de apostar a que la animadversión contra Sandra Torres en segunda vuelta produjera un beneficio para cualquier candidato, por muy anodino que fuera. Incluso el considerado hasta ese momento, el eterno perdedor, alcanzó finalmente el sueño dorado y se convirtió en presidente después de tres procesos electorales fallidos como candidato presidencial (2007, 2011 y 2015), y dos veces como candidato a la alcaldía metropolitana (1999 y 2003).

La campaña electoral en segunda vuelta

“Los de Semilla todos son afeminados y una partida de huecos. No hay medias tintas, aquí todos estamos definidos, los que no están definidos son los de Semilla”. Sandra Torres

Desde que se supo que Bernardo Arévalo iba a segunda vuelta, inició de forma inmediata una estrategia de desinformación que parecía destinada a convencer a los votantes que el candidato del partido Semilla era la suma de todos los males posibles, siguiendo la tendencia a construir amenazas reales o imaginarias de las cuales la más importante en el sistema guatemalteco es el peso de las campañas de desinformación, elemento que predomina sobre cualquier aspecto propositivo o discusión de una propuesta seria y bien construida de trabajo.

Esta inclinación al predomino de las campañas de desinformación es un aspecto relevante de la dominación política, hábilmente desarrollada desde hace muchos años por el llamado “Pacto de corruptos”, impidiendo que las mejores propuestas y candidaturas destacaran porque la ciudadanía se preocupaba más por identificar a la amenaza más importante, y a partir de ahí, decantarse por el voto estratégico: el cálculo de votar por el candidato mejor posicionado en las encuestas que pueda evitar tal amenaza política.

Esta característica hacia lo negativo -el voto del menos malo-, determinó otra característica relevante de los procesos electorales en Guatemala: la emergencia del voto espuma, tal como se demuestra con el triunfo una serie de candidatos que surgieron prácticamente de la nada. Como los casos de un candidato anodino en 1990 (Jorge Serrano Elías), un comediante (2015) y un eterno candidato perdedor, el actual presidente de la República, Alejandro Giammattei, a los que se añadiría el ascenso silencioso del actual presidente electo Bernardo Arévalo.

La elección 2023, sin embargo, representó una oportunidad de oro para la candidata Torres, porque esta vez, ella era la elegida por el sistema. La amenaza ahora era el contrincante. Debido a esta estrategia, la candidata de la UNE asumió el discurso y el enfoque de la derecha guatemalteca, por lo que se centró en dos aspectos para atacar a su rival: el supuesto plan del partido Semilla de impulsar la Agenda 2030, sobre diversidad sexual, la ideología de género y la legalización del aborto. Además de asumir el discurso de la investigación del Ministerio Público (MP) que señalaba de falsificar firmas y la afiliación a personas fallecidas.

En el ámbito político, los actores opositores al partido Semilla enfatizaron otro aspecto: la supuesta ideología de izquierda del partido, y su intención de volver a Guatemala otra Venezuela. La amenaza del comunismo y la expropiación de bienes fue la bandera política para amedrentar a los votantes.

Un análisis de esas estrategias demostraría que fueron bien pensadas. En lo social, donde prevalece una sociedad con valores religiosos conservadores, la supuesta agenda que atentara contra la idea de familia nuclear tradicional, o que amenazara los valores provida, o que impulsara la identidad sexual diversa, era demasiado. En el ámbito empresarial, la idea del comunismo y la expropiación también hizo lo suyo, pues muchos empresarios le temen al fantasma del comunismo. El problema fundamental, sin embargo, era la otra candidata: el haber sido el centro de las críticas durante una década hizo mella en esa propuesta política, por lo que era difícil imaginar como la ciudadanía temerosa de que ganará Arévalo mutaría su apoyo hacía Torres. Quizá nunca podremos saber si la victoria de Sandra Torres se debió a la esperanza de cambio que alentó Bernardo Arévalo, o si fue producto de la animadversión hacia la otra candidata.

El discurso dominante de los convencidos con el partido Semilla y Bernardo Arévalo enfatizarían en el ascenso de la narrativa que expresa que los días de los corruptos están contados. Por ejemplo, la socióloga Marta Elena Casaus propone: “Lo que no quieren ver es que su tiempo ya pasó, que su etapa de impunidad y latrocinio descarado ya están agotados y que, hagan lo que hagan, ya no hay marcha atrás”. El discurso del todo es posible está instalado en muchos actores políticos y sociales, lo cual es positivo, porque significa que el nuevo presidente cuenta con el respaldo de una parte significativa de la población.

Un estudio más detallado cuidaría llegar a conclusiones triunfalistas. Aunque se reconoce el casi un millón de votos que le sacó Arévalo a Torres, un análisis comparado demostraría que esa ventaja no podría ser identificada como una muestra de apoyo incondicional al partido y tampoco ni al candidato.  Especialmente si se compara con las dos elecciones previas: la cifra es mayor a la obtenida por el actual presidente Alejandro Giammattei, en 2019, pero es significativamente inferior a la obtenida por el expresidente Jimmy Morales, en 2015. Un recuento del apoyo obtenido por los ganadores del balotaje, desde 1985, demostraría que hay cuatro presidentes con mayor apoyo en segunda vuelta que Bernardo Arévalo, por su orden: Alfonso Portillo, en 1999; Vinicio Cerezo, en 1985; Jorge Serrano Elías, en 1990; y Jimmy Morales, en 2015.

De la misma forma, el comportamiento del voto en la segunda vuelta en los años 2015, 2019 y 2023 se desarrolló de una forma similar, con un bastión anti Sandra Torres afincado en el departamento de Guatemala y el Distrito Central, donde se fraguó primariamente la victoria de Alejandro Giammattei. Un fenómeno similar, pero en menor grado se desarrolló con el triunfo de Bernardo Arévalo, ya que dos tercios de la ventaja obtenida por el ganador se obtuvo en esos distritos claves del país. En 2015, un porcentaje similar de ventaja obtuvo Jimmy Morales contra Sandra Torres tanto en la región central (Distrito Central y el departamento de Guatemala) como en el resto del país.

Los distritos de Alta Verapaz, Quiché, Huehuetenango y San Marcos fueron clave del apoyo a Sandra Torres, aunque solamente el primero mantuvo constante el caudal de votos a su favor. En el resto la UNE obtuvo menor apoyo en 2023 que en el 2019, quizá por el corrimiento hacia posiciones de derecha que se manifestó en la actual campaña electoral.

Un detalle interesante es que en los distritos donde Sandra Torres fue vencida de forma apabullante, los electores tendieron a participar más que en el resto del país. La media de abstención en la región central, Sacatepéquez y Sololá fue considerablemente menor a la media nacional, con porcentajes de participación arriba del 50%. Por el contrario, el único distrito clave que apoyó a Sandra Torres y que tuvo un porcentaje de participación cerca del 50% fue Alta Verapaz; igualmente, fue el único departamento que mantuvo su caudal electoral constante en los tres procesos electorales (2015, 2019 y 2023).

¿Contundente Victoria de Bernardo Arévalo?

El análisis frío de los datos puede concluir entonces que no parece haber evidencia de que la victoria de Bernardo Arévalo fuera tan espectacular, al menos no como uno hubiera esperado. Teniendo en mente que se desarrolló dos tipos de campaña, una basada en la descalificación y el miedo, y otra en el aliento de la promesa de cambio, se esperaría una victoria más contundente del candidato del partido Movimiento Semilla. Para ponerlo en perspectiva, parece que el comediante Jimmy Morales tuvo más arraigo en 2015 que Arévalo en el 2023.

Podría argumentarse que la amenaza del MP y la feroz campaña de desinformación, a la que se unió por cierto notables figuras evangélicas como Cash Luna o Sergio Enríquez, probablemente le resto votos a Arévalo, por lo que su victoria quizá enfrentó mayores desafíos que los que tuvo que enfrentar Jimmy Morales. Un elemento en común entre ambos candidatos es que sus campañas giraron en torno a la posibilidad de cambio y del combate a la corrupción. Recordemos que Morales es recordado por su frase de campaña: “Ni corrupto, ni ladrón”.

Haciendo de abogado del diablo, uno podría pensar que el apoyo no fue por Arévalo, sino por el consabido rechazo a la otra candidata, especialmente por la transformación de su discurso y de su estrategia de campaña que la desdibujó ante sus votantes y que afianzó el rechazo de quienes nunca la apoyaron.

Un aspecto si podemos afirmar, es que no importa tanto qué porcentaje real del voto fue por Arévalo fue por convicción o por rechazo, lo importante es que en esta elección emerge un tipo de ciudadanía y de elector más consciente, más comprometida y mucho más entusiasta que augura posibles cambios a futuro. Las ruidosas manifestaciones de júbilo que se conocieron luego de darse los resultados preliminares atestiguan este tipo de elector y de ciudadano que puede hacer un cambio en los futuros procesos electorales.

Lo preocupante es que parece que todavía predomina una ciudadanía y un elector apático, temeroso y desmovilizado que, de forma silenciosa, sigue siendo el testigo de los procesos electorales y que simplemente parece esperar pacientemente el desempeño del próximo gobierno. Ese escepticismo y apatía es comprensible, si tomamos en cuanto cuántos políticos han ganado prometiendo cambios que nunca llegaron. Desde esa perspectiva, el presidente electo Bernardo Arévalo y la vicepresidenta Karin Herrera tienen el gran desafío de seguir alentando la esperanza de cambio, o ser considerados como uno más de quienes llegaron haciendo promesas que nunca cumplieron. Solo el tiempo nos dirá si el discurso triunfalista del “todo es posible”, que parece hacerse instalado, tiene sustento y base o simplemente ha sido un destello en medio de la oscuridad reinante.

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