Créditos: Prensa Comunitaria
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Por Sergio Palencia Frener*

Los barrios detuvieron a la ciudad, sí, lo han hecho con bailes, coraje, música, motos, pintas y circo. Los vecinos se convocaron, se atrevieron a tomar las calles, se enfrentaron a una ciudad que vivía de su olvido, de su ninguneo. “Dicen que somos placeras, nos denigran, ellos nos hacen a un lado pero no saben que estamos más preparados que ellos”, comentó una vendedora y organizadora de mercado (Quorum, 9 de octubre 2023). Los barrios se hicieron presentes, hablaron de dignidad, detuvieron el intento de los golpistas por desalojarlos.

Hacía apenas dos semanas, el 25 de septiembre, diez niños y adultos murieron soterrados por la crecida del río bajo el puente Naranjo. El presidente Giammattei culpó al cambio climático. En 2014, el alcalde Arzú ordenó a cientos de antimotines golpear y desalojar a las familias que habían tomado un terreno apropiado por la municipalidad cerca del Puente del Incienso. “A morongazos” se les debía sacar, dijo Arzú. El lunes 9 de octubre esta historia se resquebrajó. Impávidos, los antimotines y su jefatura vieron el levantamiento de la colonia Bethania.

Algo nuevo está brotando en octubre. Siempre estuvo allí, tenaz y adolorido como un suspiro ante la gran ciudad, bajo la forma de hastío ante el tráfico o como la mirada que sigue el vuelo de un barrilete novembrino. El gran acontecer en la capital guatemalteca es el resurgimiento de los barrios politizados, de la política de barrio. La Colonia Bethania o los Mercados Unidos en paro motivaron el renacer de una conciencia rebelde y organizada por y para el barrio en la ciudad más grande del centro de América. La chispa tuvo su origen en 48 Cantones y Sololá.

De Cuatro Caminos a la Colonia Betania: el medio arco

La ola de los bloqueos, asambleas y piquetes iniciados en el altiplano maya el lunes 2 de octubre – principalmente Cuatro Caminos, La Esperanza, Santa Lucía Utatlán, Tecpán y Sumpango – se ha expandido a varios puntos de la Costa Sur, subiendo de nuevo a la capital. Las protestas en Cuatro Caminos influenciaron grandemente las concentraciones y marchas nocturnas en Quetzaltenango, segunda ciudad más grande del país con aproximadamente doscientos mil habitantes.

La organización cantonal de Totonicapán, con autoridades en barrios urbanos de San Miguel Totonicapán y de las aldeas, fue el primer movimiento exitoso entre lo urbano y lo rural. A esto debe sumarse que Cuatro Caminos está ubicado a inmediaciones de San Cristóbal, otro municipio del departamento totonicapense. Para muchos, Cuatro Caminos ha sido el eje del movimiento rebelde del altiplano occidental.

El paro iniciado el 2 de octubre de 2023 fue moviéndose en círculos concéntricos, de aldea en aldea, motivando la incorporación de otros municipios y de otras etnias. Su gran fuerza ha sido motivar la reflexión y la crítica desde lo local, desde el barrio y la aldea, ha tendido a descentralizar la idea de concentración en parques centrales, similar a como sucedió con el Movimiento Las Vidas Negras Importan (Black Lives Matter) en Nueva York en 2020. El barrio politizado es el gran acontecimiento – inesperado, difícil de controlar, espontáneo y hasta anárquico – después de la pandemia global.

El eco rebelde entre el campo y la ciudad, entre poblaciones indígenas y de otros pueblos, se ha movido a través de las redes sociales. En un primer momento, la ola del altiplano occidental fue bajando hacia la Costa Sur, el altiplano de San Marcos, la costa de Suchitepéquez y finalmente Escuintla. A partir del 2 y 3 de octubre, San Marcos y otras partes de la costa del Pacífico, campesinos ladinos e indígenas Mam detuvieron el tráfico en las inmediaciones del centro urbano de las cabeceras municipales, puentes y carreteras principales. En Palín, Escuintla, las autoridades indígenas Poqomam marcharon en la autopista que conecta la capital con los puertos marítimos. El influjo asambleario se movió en espacios indígenas del altiplano, ladinos de la costa, indígenas y ladinos de los barrios urbanos.

Luego, a partir de la resistencia exitosa de la Colonia Bethania a la embestida antimotín del 9 de octubre, el uso de la motocicleta barrial y colectiva como medio de resistencia se utilizó también en Chimaltenango y fue comentada entre jóvenes de 48 Cantones, muchos de ellos hábiles conductores de motos. El Comité de Desarrollo Campesino (CODECA) estuvo ausente durante la primera semana y se sumó al paro desde el lunes 9 de octubre. Varios de sus integrantes ya formaban parte de las protestas desde sus vecindades y caseríos.

Así, formando un medio arco, la efervescencia de Cuatro Caminos fue generando ondas de ánimo, decisión y coraje hasta llegar a los barrios de la capital. La colonia Bethania fue vista como horizonte de posibilidad por Mixco, la Maya, Canalitos, Aguilar Batres, Jardines de la Asunción. La manifestación misma frente al Ministerio Público cambió de nombre, del genérico nombre de plantón pasó a llamarse Gerona en resistencia. La Plaza central sigue siendo lugar de reunión pero ha dejado de ser el único y simbólico en la capital. ¿Cómo se dio esta mutación de la plaza a los barrios? Veamos un contraste en un periodo de ocho años.

2015 a 2023: de la plaza a los barrios

Se podría decir que en 2023 la ciudad capital tardó cuatro días en recibir las ondas sonoras, críticas, emocionales, iniciadas por las Autoridades comunales indígenas desde el 2 de octubre. Un preámbulo fueron las concentraciones frente al Ministerio Público. Al menos julio de este año, el barrio Gerona se transformó en punto de congregación, protesta y crítica en Ciudad de Guatemala. Si de contrastar momentos de efervescencia se trata, claro está que las manifestaciones del año 2015 fueron su precedente más cercano. Su lugar de reunión empero fue la plaza no el barrio.

En 2015, la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), dirigida en ese momento por el abogado colombiano Iván Velásquez, dio a conocer casos de corrupción escandalosa que, básicamente, atravesaba toda la cúpula militar y empresarial del Partido Patriota. En lo que parece el ya lejano 25 de abril de 2015, la convocatoria por redes sociales motivó el inicio de las protestas exigiendo la renuncia de la vicepresidenta Roxana Baldetti y meses después del presidente, general Otto Pérez Molina.

Las manifestaciones del 2015 hicieron de la plaza, en el centro colonial de Guatemala, el principal foco de protesta. Diversas protestas partían de la Universidad de San Carlos, del Obelisco, de las universidades privadas de la zona 15 para concentrarse frente al Palacio Nacional. Si bien algunas calles de la ciudad fueron tomadas, en la mayoría de los casos las protestas dejaban libre el paso a los tráileres, camiones y demás vehículos desde la entrada del Atlántico hacia la del Pacífico. El capital fluyó por la Calle Martí o Villalobos rumbo a la Costa Sur.

No obstante, el 20 de agosto del 2015 muchos departamentos tomaron las calles, congregaron enormes protestas en la Cumbre de Alaska o Cuatro Caminos. La policía disparó a niños en las Escuintla, el Estado profundo temió semejante rabia contra el general Pérez. La presión popular obligó al Congreso a quitarle la inmunidad al viejo Tito Arias –seudónimo usado por Pérez Molina cuando dirigió la contrainsurgencia en Nebaj – y, con esto, salvó la continuidad del sistema. Pese al grito de “en estas condiciones, no queremos elecciones”, la élite y su sistema orquestaron el arribo del comediante Jimmy Morales a la Presidencia.

El gran ausente del 2015 fueron los barrios como sujetos colectivos con voz propia. Hubo algunas iniciativas, empero. Una fue el colectivo “De la Plaza a los Barrios”, organizada al calor de las protestas cuyo objetivo fue llevar a cabo talleres y asambleas debajo de los puentes o en las colonias marginales donde las manifestaciones no llegaban. Ese gran objetivo, de hacer política desde los barrios aún está por realizarse, sin embargo, desde el viernes 6 de octubre de 2023 se ha dado la mayor movilización barrial, de piquetes, asambleas, música, bailes y conciertos en muchos años, posiblemente precedida por estallidos sociales como la lucha contra el alza del transporte urbano en 1978.

Las principales avenidas capitalinas como los barrios proletarios, a un costado de la franja industrial, debajo de los puentes, han sido tomados por vecinos en medio de un ambiente festivo, de regeneración social. Se impide el paso del tráfico pesado y comercial pero se abre la vía para las ambulancias. Asimismo, se permite que pasen motociclistas y carro habientes con una condición: deben descender a bailar acompañados de tambores y aplausos. Las redes sociales muestran a hombres y mujeres bailando con sus cascos.

El piquete o asamblea en la toma de las calles se vuelve pues un umbral festivo de congregación vecinal, disfraces de peluche, conciertos de trova, clases de salsa y yoga. El contenido de la Plaza del 2015, como umbral carnavalesco, fue rebasado en 2023 desde la heterogeneidad de reapropiar el barrio y la calle como un espacio social contra el miedo.

La ruptura con la frialdad del capitalismo estamental guatemalteco ha sido evidente, el mayor logro revolucionario de estos días ha sido romper el miedo, salir a conocerse, entender la vida como baile que destrona el terror con alegría. Esta germinación es tierna aún, es necesario nombrarla como posibilidad de un nuevo modelo asambleario de democracia en Ciudad de Guatemala.

Mercados Unidos, novedad histórica

La dignidad es contagiosa, la valentía llama a replicarse. Cuatro Caminos, posiblemente uno de los puntos más importantes del levantamiento maya en Guatemala, permeó los poros de la ciudad, de la multiplicidad étnica, social y temporal del barrio. La convocatoria indígena desde el altiplano y el barrio Gerona resonó como un eco de dignidad en los barrios habitados por albañiles, empleadas domésticas, vendedoras de frutas, mecánicos, estudiantes de institutos públicos, algunos con raíces mayas creciendo bajo la dureza de la urbe, de barrios mestizos o ladinos en los márgenes del centro de la antigua capital de Centroamérica.

El viernes 6 de octubre – cinco días después del llamado de 48 Cantones y de la Alcaldía de Sololá – barrios como la colonia Maya, Villanueva, Aguilar Batres taparon los caminos, los convirtieron en lugares de baile, de inventiva y fiesta de vecinos. El barrio urbano es síntesis contradictoria de pueblos de distinta procedencia y experiencia histórica. Desplazados por las fincas en Santa Rosa o Jalapa, refugiados por la guerra provenientes de Nebaj o Comalapa. El barrio es en sí parte de una herida social en Guatemala, el gobierno ha promovido entenderlos enteramente como crimen organizado o maras, excusa para evitar entender el dolor social y la pobreza extrema en el barranco capitalino.

El 6 de octubre, estudiantes y vecinos de la capital guatemalteca comenzaron a ocupar variedad de lugares como calzadas, carreteras, cruces barriales y parques. Se reportaron bloqueos autoconvocados en la calzada Atanasio Tzul, Boca del Monte (Villacanales), Colonia Santa Fe, Puente El Incienso y dos más en la 20 calle zona 10 y en Cayalá, zonas residenciales y de centros comerciales de la élite guatemalteca. La ola de protestas y toma de carreteras tomó impulso desde el sur de la capital, específicamente en el kilómetro 13.5 sobre la cuesta de Villalobos y otro en el kilómetro 22.

Alrededor de cincuenta mercados cantonales se pronunciaron el viernes 6 de octubre. En conferencia de prensa, los líderes de los mercados dieron un plazo de dos días para que Consuelo Porras, Rafael Curruchiche y Cynthia Monterroso – autoridades del Ministerio Público – dimitieran de sus cargos. No había seguridad si los mercados se unirían a las protestas en curso, empero el sábado 7 de octubre se dirigieron frente al Ministerio Público. Llegaron en pickups llenos de naranjas, llevaron comida y bebida a las autoridades indígenas en Gerona. Todos coincidían en agradecer a 48 Cantones por hacer el llamado de congregación.

La carne y los frijoles empacados empezaron a escasear en los supermercados desde el viernes. Al día siguiente se había agotado la gasolina en varias zonas capitalinas. El domingo 8 de octubre por la mañana, vecinos de la ciudad apresuradamente salieron a comprar verduras, carne, pan y cereales ante el inminente cierre del comercio. Para entonces los precios de la papa habían subido de cinco a quince quetzales la libra, similar a la cebolla y el tomate.

Entre la gente se bromeaba diciendo que por la noche prepararían una cena elegante de huevos con tomate y cebolla. Pese a la campaña publicitaria del gobierno por culpar a los manifestantes como causantes del alza, muchos vendedores de tiendas, comerciantes de mercados, conductores de tuc tuc, taxistas y compradores en los barrios coincidieron en responsabilizar a los gobernantes por aferrarse al poder. El mundo se había invertido una vez más: el bloqueo venía del Estado y los poderosos no de quienes protestaban por un cambio en las 120 tomas y asambleas en toda Guatemala.

La noche del domingo los mercados cerraron indefinidamente y salieron a tomar tramos principales de la capital, medida que coincidió con la segunda jornada de ocupación de carreteras y calles al interior de la ciudad. Esto generó un movimiento rebelde dentro de los mismos locatarios de los mercados, algunos decidiendo en asamblea detener el comercio, otros desafiando a las directivas cantonales controladas por la municipalidad y el alcalde capitalino, Ricardo Quiñónez, continuador de la política de casta arzuísta.

Mercados Unidos surgió como la aglomeración de asambleas de vendedoras de frutas, mariscos, granos básicos en por lo menos 50 mercados de Ciudad de Guatemala. En otros tiempos se le hubiera llamado una huelga del comercio popular, en estos días se movilizan contra el golpismo como parte de un paro que parte tanto de la clase popular citadina como del clamor organizado por las Autoridades indígenas guatemaltecas.

¿Puede formarse el Cantón 49?

La vieja idea de que la ciudad organizaba al campo a través de intelectuales o activistas profesionales, generalmente profesionales no-indígenas, está quedando atrás. Mercados Unidos se movilizó a través de una autoconvocatoria interbarrial con el horizonte de apoyar el umbral de la resistencia indígena maya en Ciudad de Guatemala: el barrio Gerona. La Colonia Bethania demostró la fuerza del barrio proletario, su decisión para desafiar la historia de desalojos por gobiernos criollos de la élite blanca, de raigambre finquero.

Esta reflexión está escrita al calor de los días, del altibajo de la represión y de la sorpresa por lo múltiple-nuevo sucediendo en uno de los países que sufrió una de las más devastadoras dictaduras militares en Latinoamérica. La hipótesis sociológica – ineludiblemente cargada de deseo y esperanza – pregunta si será posible que el movimiento autoconvocado en la capital se inspire finalmente de la fuerte tradición de política indígena comunal del altiplano basada en la aldea articulada con otras aldeas (Prensa Comunitaria, 6 de octubre 2023).

A partir de la alegría del encuentro vecinal, del baile y el paro, ¿será posible que las formas políticas barriales entren en mayor diálogo de conocimientos y experiencias con las tradiciones organizativas de los pueblos mayas de Guatemala? ¿Se logrará ir más allá de los comités “únicos de barrio” como entes de control paraestatal arzuísta? De comenzar estos caminos, la ciudad estamental dejará de imponer su modelo municipal-estatal al campo y, en su lugar, podría emerger la ciudad de los barrios, de los barrancos, la que se abra a la escucha atenta de los gobiernos territoriales indígenas en el altiplano, con sus retos y diferencias.

El horizonte de los modelos de gobierno barrial, en tanto asambleas urbanas que redefinen el significado de la vecindad y el trabajo, podría ser uno de los grandes frutos de la convocatoria venida desde las asambleas de Chipuac o Quiaquix, en 48 Cantones. Ya en los barrios de Ciudad de Guatemala se habla de la posibilidad del Cantón 49, perspectiva de democracia comunal en el horizonte de las luchas de octubre de 2023.

* Profesor-investigador de antropología histórica en la Universidad William & Mary, Estados Unidos. Ha publicado diversos trabajos sobre historia y etnografía de Mesoamérica. Su último libro, Rebelión estamental y el origen del Estado finquero en Guatemala, 1780-1940 (UNAM, 2021), estudia la política de casta finquera y distintos momentos de resistencia de las comunidades mayas del país.

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