Créditos: Juan José Guillén
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Por Rolando Orantes

El 4 de julio de 2023 falleció el historiador y revolucionario de origen argentino Adolfo Gilly, quien durante los años 60 tuvo una estrecha relación con Guatemala. En la primera parte revisamos los orígenes de Gilly, su llegada al país y su polémica con Fidel Castro. Aquí reproducimos algunos fragmentos de su célebre pero poco conocido artículo El movimiento Guerrillero en Guatemala, de 1965.

Tury

En su entrevista con la New Left Review en 2010 Adolfo Gilly contó: “Estuve en Guatemala parte de 1964 y 1965 y me moví con las guerrillas por las zonas altas de la Sierra de las Minas”. Gilly recordó una discusión teórica que tuvo con Marco Antonio Yon Sosa. Fue en diciembre de 1964, cuando se preparaba el programa del Movimiento Revolucionario 13 de Noviembre.

Él insistía en que el movimiento proclamase una revolución “agraria y socialista”, mientras que yo le decía que el segundo término necesariamente incluía al primero. Él se mostraba de acuerdo, pero decía que el pueblo no lo entendería, de modo que tenía que permanecer en el programa. Y tenía razón. La fuerza de trabajo urbana e industrial había sido la base de las revoluciones proletarias en Europa y en algunas partes de América Latina en el pasado, pero ello había dejado al margen a esa inmensa masa de la humanidad formada por el campesinado, la población rural, los indígenas y el vastísimo mundo colonial.

Por entonces Gilly utilizó el seudónimo Tury. Durante los meses en que estuvo con el MR-13 escribió ‘El movimiento guerrillero en Guatemala’, publicado en la revista Monthly Review en los números de abril y junio de 1965 en su edición en inglés y un único número de junio-julio de 1965 para su edición en español, y que posteriormente incluiría en su libro La senda de la guerrilla, de 1986. Ahí, Gilly nos habla de la vida cotidiana, del pensamiento y de las acciones del 13 de Noviembre. Se trata de un texto de difícil acceso, que vale la pena reproducir en extenso.

Al caer la tarde, la guerrilla hizo alto en la marcha por la montaña. Descargamos las mochilas y tendimos las hamacas para pasar la noche. Abrimos algunas latas para comer, mientras unas tortillas de maíz se calentaban junto al fuego. Un compañero sintonizó Radio Habana. Eran las seis de la tarde, y posiblemente más allá del altísimo bosque fuera aún de día. Pero allí sólo nos veíamos las caras a la luz del fuego. Luego de las noticias, como cada noche, se organizó una discusión política antes de dormir, con la participación de toda la patrulla.

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A la tarde siguiente, la guerrilla acampó cerca del rancho de un campesino. Esa noche tuvimos tortillas frescas, café caliente y plátanos asados. Toda la familia expresaba como podía la hospitalidad a los guerrilleros. Luego hubo una charla con el campesino y su familia. Uno de los guerrilleros le explicó el programa del movimiento, sus últimas luchas, sus perspectivas y cómo todos los campesinos podían participar en esa lucha, no sólo apoyando a la guerrilla, sino organizándose entre sí.

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“Nuestra lucha no es principalmente militar, sino social –me decía el comandante Yon Sosa en una de las conversaciones en la sierra–. No nos proponemos derrotar militarmente al gobierno, sino descomponerlo socialmente. Esto significa ir organizando al mismo tiempo las bases del gobierno que lo sustituirá, el gobierno de los obreros y campesinos. Nuestra guerrilla es un organizador social: luchamos con las armas en la mano pero organizando a las masas campesinas y a los trabajadores de la ciudad, que son los que derribarán a la dictadura capitalista.”

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En una de las aldeas donde la guerrilla está ya sólidamente implantada, tuvimos una reunión con un número grande de guerrilleros. Salvo algunas patrullas en misión, la mayor parte de los hombres del Frente Alejandro de León, que dirige el comandante Marco Antonio Yon Sosa, estaba presente, empezando por el propio comandante. Un compañero dio una charla sobre la revolución cubana. El campamento estaba fuera de la aldea, un poco retirado. Pero al rato comenzaron a llegar los campesinos: hombres, mujeres, niños –“patojos”, como les dicen en Guatemala–, viejos. Todos estaban allí como la cosa más natural. Se veía que no era una novedad, sino una parte ya de sus vidas, asistir a esas reuniones cuando la guerrilla acampaba cerca de la aldea.

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Al día siguiente, la guerrilla abandonó la aldea. “Ya volveremos. Ahí se cuidan”, dijo el comandante al partir. “Nos vemos. Ahí se cuidan”, respondieron los campesinos.

Nuestra guerrilla volvió mucho después. Silenciosamente, a plena luz del mediodía, porque las huellas del ejército, aunque no eran frescas, eran muy recientes. Al acercarnos a la aldea, tres guerrilleros se adelantaron para observar la situación y hacer contacto. Volvió uno, con los labios apretados de rabia y los ojos llenos de lágrimas. “No hay nadie. Han quemado la aldea esos hijos de la chingada”, dijo. Entramos. Había algunos ranchos quemados. La aldea, clara sobre una ladera verde cuando partimos, estaba desierta. Pero no del todo: había una campesina con sus hijos. Al rato llegó otro campesino, que estaba escondido en el monte allí cerca. Saludó al comandante con una alegría incontenible. Se puso a dar un largo informe de todo lo que había pasado. Había entrado el ejército al día siguiente de haber partido nosotros, y había regresado nuevamente hacía pocos días.

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Dicen los campesinos que los guerrilleros nunca son heridos. Tienen un “sabio” –es decir, un hechicero– que los acompaña y los protege de las balas. Otros dicen que los guerrilleros tienen “química” –es decir, magia– y por eso los soldados no pueden matarlos.

Dicen también que el comandante Yon Sosa, si el ejército lo tiene rodeado, puede transformarse en muchas cosas y escapar. Cuando la cosa se pone muy crítica se transforma –parece– en un racimo de guineos (una variedad de plátanos guatemaltecos) y el ejército pasa al lado sin verlo, mientras él escucha todo lo que dicen. Una tarde veníamos muy cansados. Hacía dos días que las raciones estaban reducidas al mínimo, pues hasta el día siguiente no tendríamos abastecimiento. Esa mañana habíamos consumido en el desayuno las últimas provisiones. Dos tortillas de maíz y café, era lo que quedaba para comer cada uno antes de irse a dormir. Uno de los guerrilleros, entonces, le dijo a Yon Sosa: “Oiga, comandante. ¿No podría usted transformarse por un ratito en un racimo de guineos?”

El comandante Marco Antonio Yon Sosa (Revista Otra Guatemala)

Un campesino colaborador de la guerrilla llegó un día a uno de los campamentos donde estuvimos. Nos contó que había estado tomando cerveza el domingo anterior con el comisionado militar de su pueblo. “Esto está lleno de guerrilleros –le decía el hombre–. Ahí donde usted los ve, tan pacíficos, y quien sabe cuántos de esos que andan por ahí son guerrilleros. Uno nunca puede estar seguro. Por ejemplo, usted mismo puede ser un guerrillero y está hablando conmigo.” “¿Qué quiere decir?”, le preguntó el campesino, con expresión indignada. “No, no se ponga así –le dijo el otro–, es un ejemplo nomás. Pero es terrible, tiene que cuidarse porque donde uno menos lo piense están los guerrilleros.”

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En un partido de futbol internacional, el MR-13 de Noviembre repartió entre los soldados del batallón de paracaidistas de Retalhuleu un volante dirigido a la tropa. Los diarios de Guatemala publicaron una foto donde aparecen varios soldados leyendo el volante y otros guardándolo, mientras el niño que los lleva sigue distribuyendo a los restantes.

Algunos de los mensajes leídos por los paracaidistas eran:

Soldado: ¡No dispares contra tus hermanos campesinos! ¡No participes en las torturas e incendios de aldeas!

Soldado: ¡Vuelve tus armas contra los que roban y golpean al campesinado. nuestra lucha es tuya, es la lucha por la tierra y por el gobierno de los obreros y los campesinos!

Soldado: ¡Ajusticia a los jefes y oficiales que participen en los asesinatos y torturas de tus hermanos campesinos!

Soldado: ¡Únete a las guerrillas e incorpórate a la formación de las milicias campesinas!

¡Adelante con la alianza de los obreros, campesinos y soldados!

¡Obreros, estudiantes, campesinos, armaos!

El volante está fechado el 27 de octubre de 1964.

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A continuación, Adolfo Gilly presenta la entrevista que realizó al comandante Marco Antonio Yon Sosa. Gilly pone en cursivas sus propias palabras, para diferenciarlas de las respuestas de su interlocutor:

Llovía y llovía. Habíamos caminado todo el día bajo la lluvia, y el agua seguía a la noche, como llueve en la Sierra de las Minas cuando le da por llover. Los guerrilleros habían construido una “champa” –una rápida choza de madera y hojas atadas con lianas, hecha a puro machete– pero a esa hora la mayoría ya se había ido a dormir a sus hamacas, tendidas entre los árboles y cada una bajo la protección de su lienzo de nylon contra el agua.

En la “champa” quedábamos un guerrillero de guardia, otro junto al fuego secando todavía su ropa, el comandante Yon Sosa y yo. Y un mico cazado esa tarde, desollado y asándose al fuego era nuestro desayuno para el día siguiente. Como otras veces, nos pusimos a platicar con Yon Sosa sobre la revolución guatemalteca. Pero esa noche saqué de un bolsillo un peine, un pañuelo, una bolsita impermeable con cartuchos de 45, un frasquito con pastillas, una lata de sardinas, hasta que encontré en el fondo la libreta de apuntes –húmeda– y el lápiz. Y tomé nota de las respuestas a mis preguntas. Aquí las transcribo, ahora que he podido secar la libreta al sol y descifrar su contenido.

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El viraje decisivo en nuestro movimiento fue cuando adoptamos el programa de la revolución socialista. Antes peleábamos, pero teníamos una bola de confusiones en la cabeza. Pero a fuerza de pelear, de vivir con los campesinos y también de darnos la cabeza contra la pared, llegamos a la conclusión de que en Guatemala no se puede hacer otra revolución verdadera, de masas, que la revolución socialista. ¡Y cómo hemos avanzado desde entonces!

Cantidad de cosas que antes nos parecían confusas o difíciles, ahora aparecen claras. Había compañeros que estaban de acuerdo teóricamente con la revolución socialista, pero temían que los campesinos no la entendieran o que se asustaran ante la idea de tamaño salto. ¡Quienes no entendían a los campesinos eran ellos! Tan sencillo y lógico les resulta la idea de una revolución socialista a todos los campesinos de nuestra zona de influencia, que a quien vaya a hablarles de otra salida lo sacan corriendo.

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Yon Sosa sacó el cuchillo y cortó un trocito de la pata del mico, que ya estaba dorado. lo partió en dos y me dio una parte.

Probá, vos, pero no andés contando mañana que le entramos al mico, porque éstos nos van a hacer un juicio y nos van a querer fusilar por atentar contra la igualdad.

Dio vuelta a la improvisada equis de madera verde que hacía las veces de asador, y continuó:

Mirá, yo no conozco mucho de teoría y ahora en la lucha estoy estudiando y aprendiendo. Pero la experiencia me ha enseñado que con estos compañeros [se refiere al PGT] tenemos una diferencia en los hechos: en cada situación difícil en que nosotros nos orientamos a resolver los problemas por el lado de la pelea y de echar adelante, ellos se inclinan a resolverlos por el lado de la negociación y del acuerdo. Será que yo soy de origen “chafa”, pero aquí la cosa se resuelve con las armas, o no se resuelve nada.

Y esto no es de ahora, que está Peralta Azurdia, sino desde la época de Árbenz, en que había que haber armado al pueblo. ¿Y sabés que hasta me han echado en cara mi origen militar? Un día un compañero de éstos que no está de acuerdo con la revolución socialista, me mandó una carta diciéndome que recordara que cuando yo estudiaba en Panamá en los cursos militares del imperialismo, ya los estudiantes morían en las calles de Guatemala. Lo gracioso es que la carta me la mandó cuando yo ya estaba usando lo poco que aprendí en Panamá –porque son bastante malos esos cursos, la verdad, mucho más se aprende aquí en la sierra– contra el imperialismo y a favor de los obreros y campesinos.

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Basta ver lo que pasa en el mundo ¿cómo no vamos a estar con el socialismo? Pero no basta estar con la revolución socialista, hay que decirlo. Hay compañeros que creen que ellos pueden entender eso, pero las masas no, y se lo tienen muy guardadito. Eso es falta de confianza en las masas. Creen que los campesinos se ocupan sólo del problema de su siembra, cuando los campesinos, hoy, se interesan por Cuba, por China, por el Congo y por todo lo que pasa en el mundo. Basta hablarles, para hacer la experiencia. Pero hablarles en lenguaje sencillo, no con grandes fórmulas, y no hay idea más sencilla que la de un gobierno de obreros y campesinos.

¿Qué piensas de lo de Vietnam?

¿Y para qué me preguntás, si ya escuchaste la discusión de anoche en la guerrilla, y hasta metiste tu cuchara también? Está bien, mirá, te voy a contestar de comandante a periodista: pienso que los imperialistas son una partida de hijos de la chingada, que sólo a tiros se los puede echar y que los guerrilleros vietnamitas lo están haciendo y nos están dando, de paso, una buena ayuda desde lejos a nosotros. Y pienso que los Estados obreros tienen que ayudar a los vietnamitas con armas, con soldados y con todo, y que si hace falta también les den armas atómicas. Tienen que darles armas, sin dejarse intimidar por el chantaje nuclear del imperialismo.

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¿Y qué más?

Ya que vas a escribir todo eso, poné también esto como final: que no sólo esperamos apoyo de nuestros compañeros cubanos, venezolanos y colombianos; que pedimos que nos apoyen a los compañeros socialistas y comunistas de Chile, a los compañeros nacionalistas del Brasil, a los uruguayos, a los compañeros peronistas argentinos; a los sindicatos mineros y campesinos de Bolivia, a los revolucionarios de Perú, de Ecuador, de México, de toda Centroamérica, a todos los obreros, campesinos y revolucionarios de todos nuestros países. Les pedimos que divulguen nuestra lucha, que defiendan a nuestros presos, que condenen la dictadura de Peralta Azurdia, sus cárceles, sus torturas, su represión a los campesinos y los obreros de Guatemala.

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Nuestro país es pequeño y nuestro movimiento aún tiene que avanzar mucho, pero ya no hay países pequeños si están peleando con las armas por su liberación. Escribí que la revolución guatemalteca no terminó en 1954; que sigue en pie en las montañas y en la lucha clandestina en las ciudades; que enviamos nuestro saludo y nuestra solidaridad a todas las masas de América Latina, que están luchando por lo mismo que nosotros; y que Guatemala está en pie de lucha por el socialismo, con las armas en la mano, y Guatemala no fallará.

No escribí más. El fuego estaba hecho brasa y el agua seguía cayendo. El guerrillero que hacía guardia nos recordó que al otro día había que levantarse con el alba, para una nueva jornada de camino. Minutos después, tendido en la hamaca, me dormí con el ruido de la lluvia sobre el nylon.

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Gilly entrevistó también a Francisco Amado Granados, “en algún lugar de Guatemala”, muy probablemente en la capital o sus alrededores.

La entrevista se pudo hacer con toda tranquilidad, tomando el buen café guatemalteco en una habitación llena de sol. El único elemento visible que daba un poco de ambiente guerrillero a la situación, era ese pisapapeles, que después resultó no ser un pisapapeles sino una granada puesta sobre la mesa al alcance de la mano por cualquier emergencia.

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¿El movimiento tiene apoyo en la ciudad?

Mucho. Toda la población está con los “guerrilleros”. Especialmente en el movimiento obrero y en los estudiantes. Podemos medirlo por la circulación de nuestro periódico, a pesar de que es estrictamente clandestino y que su simple posesión se castiga con varios años de prisión, sin contar las torturas y los vejámenes que utiliza como método normal la policía de la dictadura. Podemos verlo también en que cada vez que alguien en un acto público de cualquier tipo, hace una lejana alusión a las guerrillas, el aplauso es atronador. Esto ha ocurrido varias veces en la Universidad. Podemos verlo en el crecimiento de nuestro propio movimiento. Hay cientos de ejemplos. Las guerrillas son un centro de atención y de autoridad política sobre toda la población guatemalteca, sin excepción. Cuando esto sucede, no es por admiración al heroísmo de las guerrillas, o algo parecido, sino porque toda la población se siente identificada con la lucha revolucionaria armada.

Esto quiere decir que se prepara para participar en masa, y nuestra tarea es organizar su participación. En el ataque al camión militar realizado por una patrulla de nuestro movimiento el 20 de febrero último, donde fue volado un camión cargado de oficiales y soldados en medio de un convoy militar, pudimos ver nuevamente este apoyo. La gente que vio el ataque de nuestra patrulla, luego de la sorpresa inicial, ayudó a ponerse a salvo a nuestros compañeros. La gente tuvo también que huir, pues el ejército comenzó un tiroteo indiscriminado. Pero mientras corrían, iban gritando: “¡Vivan los guerrilleros!”

¿Qué sentido tenían el ataque contra el jefe de la misión militar norteamericana y el ataque al convoy militar, que ustedes realizaron con diferencia de pocos días?

Lo explicamos en comunicados de nuestro movimiento, que sacamos siempre después de cada acción. Nosotros no somos terroristas y estamos contra el terrorismo. Somos organizadores revolucionarios, marxistas. Cuando realizamos acciones armadas, o acciones terroristas si se las quiere llamar así, es para impulsar la lucha de las masas, no para sustituirlas. En el caso del ataque al jefe de la misión militar, nuestra acción expresó la respuesta del pueblo guatemalteco a la acción criminal del imperialismo yanqui en Vietnam del Sur y del Norte, y así lo dijimos. La dictadura reprime toda manifestación de las masas. Pero nuestro ataque al militar yanqui tuvo un apoyo inmenso, porque la población de Guatemala sintió que también aquí habíamos dado una respuesta solidaria, por pequeña que fuera, apoyando a los compañeros vietnamitas contra sus agresores imperialistas.

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En cuanto a la acción contra el convoy militar, nosotros hemos dicho y reiteramos que no estamos contra los soldados, que no son nuestros enemigos. Los llamamos a organizarse y a unirse a los campesinos y a los obreros. Y nuestro llamado tiene eco. Pero en este caso, era necesario responder a las constantes incursiones represivas que esa misma unidad que fue atacada por nuestro Movimiento en la capital, realiza en las montañas de Izabal, asesinando y vejando campesinos y quemando ranchos y siembras.

Portada de ‘El Movimiento Guerrillero en Guatemala’

El trabajo de Adolfo Gilly termina con su entrevista con Evaristo Aldana, uno de los trotskistas mexicanos que entre 1963 y 1966 formaron parte del MR-13. Cuando se disponía a entrevistarlo, escuchó:

“Mejor te ponés esos tus zapatos, vos, porque aquí cuando empieza la balacera, hombre descalzo es hombre muerto”. El grito me lo pegó Yon Sosa, que estaba terminando de limpiar su ametralladora. Yo estaba al lado del río de montaña, donde nos acabábamos de bañar, unos, mientras los otros vigilaban, y me demoraba en calzarme mientras la camisa se secaba al escaso sol que al mediodía dejaban pasar los altos árboles. Estábamos platicando con Evaristo Aldana, dirigente del Movimiento Revolucionario 13 de Noviembre. Me calcé, pues, pero como aún no reiniciábamos la marcha, decidí grabar allí lo que íbamos hablando. Resultó esta entrevista junto al río.

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Como has podido ver, la composición social de nuestra guerrilla es campesina en un noventa por ciento. La mayoría vino al movimiento sin saber leer y escribir, han aprendido en la guerrilla o están aprendiendo. Hace unos días tuvimos una discusión sobre cómo sería el gobierno de los obreros y campesinos. Anoté las respuestas principales, esperá.

Evaristo sacó de la mochila un envoltorio de nylon, y de adentro un cuaderno de apuntes.

Dijeron que ese gobierno debe primero que todo hacer la reforma agraria, el reparto de la tierra, o mejor dicho, “dejar la tierra libre”. Esto no quiere decir necesariamente parcelarla, pues tienen la experiencia del régimen de Árbenz donde la parcelación, en parte, fue un fracaso para los campesinos. Hablaron de trabajar la tierra “en globo”, porque así si hay terreno bueno todos lo aprovechan, y el malo todos lo comparten; se acaba con el privilegio y el reparto desigual y se evita la división entre los campesinos producto de envidias por terrenos.

Otro dijo que ese gobierno debe “organizar y unir a todos los campesinos para darles fuerza”. Otro agregó que debe ser “vigilado por los obreros y campesinos y debe hacer una confianza mutua entre éstos y su gobierno”. Otro dijo: “tiene que haber unidad con un programa y desarrollar la revolución socialista, sin privilegios y con igualdad para todos”. Uno recordó que Árbenz tenía que haber destruido el ejército y que nuestro gobierno debe destruir lo que hay hoy de aparato del Estado y dar armas a los campesinos y obreros.

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¿El gobierno ha intensificado la represión contra la guerrilla?

Bueno, ahora están haciendo un trabajo combinado. Continúan siempre con la represión. Ha entrado el ejército varias veces a distintas aldeas, han golpeado y torturado campesinos, han violado campesinas, han matado también campesinas y campesinos, han quemado ranchos y siembras. (…)

Pero también quieren combinar eso con los ofrecimientos. No hace mucho llegaron muchos soldados con tres altos oficiales, coroneles o algo así. Mandaron llamar a todos los vivientes de las aldeas del sector, con la amenaza de que el que no fuera se le acusaría de guerrillero. En la reunión ofrecieron dinero y vacas y hablaron del problema de la tierra. Dijeron que regresarían para hacer la lista de los que querían dinero y vacas y de los que querían tierras, y dijeron que el gobierno se preocupaba por las necesidades del campesino, y que los campesinos debían ver esto y no dejarse engañar por “los mañosos” que sólo trayéndole mal al campesino andaban.

¿Y qué dijeron los campesinos?

Eso fue lo mejor de todo. La gente, en cuanto recibió el llamado, sacó la conclusión que era de más lo que decía el gobierno, que no creían nada, y que además eso lo andaban ofreciendo para ver si paraban la revolución. Dijeron: “el gobierno, viéndose perdido, ofrece babosadas que antes no ofrecía”. Otros dicen que antes de que anduvieran los guerrilleros no había habido tales ofertas.

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Se acordó aconsejar a la gente que asistiera nomás, para ver qué era; que convenía rechazar las ofertas de dinero y de vacas y exigir la tierra (…) Se dijo que si alguno en forma personal quería aceptar el pisto y las vacas en caso de que las dieran sin compromiso, que lo hiciera.

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Al discutir eso, dejamos que cada guerrillero diera su opinión y sacara conclusiones, y hubo cosas muy buenas, como la de uno de los compañeros que propuso que se aceptaran el pisto (el dinero) y la vaca, y que él por su parte, en “la vida particular”, como dicen, con el pisto compraría una pistola para seguir echándoles reata, y la vaca sería para los guerrilleros. Otros dijeron que era bueno que se aceptara todo, que al fin y al cabo esto ya se iba a ganar.

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