Créditos: Arte Juan José Guillén
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El 4 de julio de 2023 falleció en la Ciudad de México el historiador y revolucionario de origen argentino Adolfo Gilly. Autor de una obra extensa, con títulos como Historias clandestinas, Chiapas: la razón ardiente, Guerra y política en El Salvador, Sacerdotes y burócratas, Historia a contrapelo, El siglo del relámpago, o la más conocida, La revolución interrumpida, rápidamente convertida en un clásico. Pero antes, en 1964, a sus 36 años Adolfo Gilly viajó a Guatemala, donde formó parte del Movimiento Revolucionario 13 de Noviembre. Una época de su vida de la que poco se conoce, y de la que rastrearemos aquí algunos pasajes, por medio de su propia voz.

Por Rolando Orantes

Los orígenes

Adolfo Atilio Malvagni nació en Buenos Aires el 25 de agosto de 1928. “Gilly era el nombre de soltera de mi madre, posiblemente de origen francés; posteriormente lo adopté como mi nom de plume, ya que en Argentina el nombre de tu madre no aparece en tu pasaporte”, explica al comienzo de una entrevista publicada por la New Left Review en 2010. Hijo de Delfa Esther Gilly y Atilio Malvagni, durante su adolescencia estudió en la entonces Escuela Normal de Profesores Mariano Acosta, en el céntrico barrio de Balvanera, y en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, cuya sede entonces era el llamativo edificio neogótico de la avenida Las Heras que luego ocuparía la Facultad de Ingeniería.

En 1945 se unió a la Juventud Socialista, y junto a algunos compañeros de estudios trabajó en el periódico Rebeldía, del que alcanzaron a sacar cuatro números, antes de que la dirección partidaria lo clausurara por su línea radical. En 1947 abandonó al Partido Socialista y se unió a una organización llamada Movimiento Obrero Revolucionario. A los 20 años se recibió como Procurador, o Bachiller Universitario en Derecho, dejó la universidad y consiguió trabajo como corrector de pruebas en una editorial.

Se trataba de un medio particular, porque los correctores de pruebas siempre se consideraban a sí mismos indefectiblemente como intelectuales, pero carentes de todo privilegio. Fue en torno a 1948-1949 cuando comencé a vivir el movimiento de los trabajadores. En Argentina se trataba de un movimiento con una fuerte tradición socialista y anarquista.

En 1949, junto a otra gente del MOR se unió a la Cuarta Internacional, en la corriente liderada por Homero Rómulo Cristalli Frasnelli, o Jaime Posadas, quien dirigía el Grupo Cuarta Internacional, posteriormente Partido Obrero Revolucionario.

En 1956 viajó a Bolivia. La idea era permanecer ahí seis meses, pero se quedó cuatro años:

Llegué justo a tiempo para celebrar el aniversario de abril de la Revolución de 1952 y tuve la ocasión de contemplar a las milicias de los mineros desfilando con sus rifles por La Paz, lo cual me impresionó vivamente. (…) El mero hecho de que los mineros conservasen sus armas significaba que el monopolio de la violencia legítima se había roto.

En Bolivia trabajó con el Partido Obrero Revolucionario local y comenzó a escribir para el semanario uruguayo Marcha. Algunos artículos de entonces los firmó como Héctor Lucero. Otros seudónimos utilizados en distintas épocas fueron Esteban Molina, Tito y Lucas. En Guatemala se llamó Tury.

En 1960 viajó a Europa, donde fue miembro latinoamericano en el Secretariado de la Cuarta Internacional, junto a Michel Pablo y Ernest Mandel, entre otros personajes del trotskismo. Se estableció en Roma y permaneció ahí hasta julio de 1962.

Entonces viajó a Cuba, donde vivió la crisis de los misiles. “Altamente impresionado por la disponibilidad del pueblo para defender la Revolución” escribió un largo reportaje titulado Inside the Cuban Revolution. Ya en 1960 había estado en ese país, para la fundación del POR cubano. En 2010 dijo a la New Left Review:

Me instalé en Cuba entre 1962 y 1963 como escritor y periodista. La jerarquía cubana sabía que era trotskista, pero en la medida en que no desplegaba ninguna actividad política mi presencia no constituyó un problema hasta 1963, cuando se me embarcó en un avión rumbo a Italia.

Para el historiador Horacio Tarcus “su misión política consistía en fortalecer el trabajo de los militantes del POR cubano que editaban el periódico Voz Proletaria”. Uno de ellos trabajaba en el Ministerio de Industrias, y cada vez que aparecía un nuevo número se lo entregaba a Ernesto Guevara de la Serna. En una ocasión Adolfo Gilly incluso se reunió con el Che para intentar convencerlo de sus afinidades. Guevara había intercedido por militantes trotskistas presos durante los primeros años de la revolución.

Pero luego de que el POR(t) hiciera propaganda durante el VII Congreso Mundial de Arquitectos de la UIA, realizado del 28 de septiembre al 4 de octubre de 1963, su militancia fue acusada de provocadora y Gilly, autor del folleto Las tareas económicas y la política del Estado obrero, fue deportado a Roma.

Adolfo Gilly en su ficha de ingreso a Brasil en 1964

Guatemala

Una faceta mucho menos conocida es la de su relación con Guatemala. Luis Hernández Navarro, amigo suyo, escribió en su columna del 6 de julio de 2023 ‘Adolfo Gilly, el último de los mohicanos’:

Como los viejos bolcheviques, fue, durante buena parte de su existencia, un conspirador profesional ducho en las artes del silencio y el secreto, que sufrió persecuciones, cárcel y exilio. Sobrevivió para contarlo.

Adolfo Gilly formó parte del grupo de trotskistas a quienes la historiografía oficial de la izquierda guatemalteca acusó de infiltrar al movimiento revolucionario, “aprovechando la escasa formación política de sus principales integrantes y dirigentes”, diría el secretario general del PGT, Huberto Alvarado, en el apartado El papel provocador y divisionista del trotskismo de sus Apuntes para la historia del Partido Guatemalteco del Trabajo, de 1972.

Alvarado recordó que en el Informe al IV Congreso, realizado en diciembre de 1969, se establecía que “el Trotskismo como instrumento del imperialismo norteamericano se trazó como objetivo estratégico la liquidación del movimiento armado en Guatemala para interrumpir el proceso revolucionario, destruyendo a la vez a su expresión más firme y consecuente: El PGT”.

En dicho informe la Dirección Nacional del Movimiento Revolucionario 13 de Noviembre fue acusada de sembrar la confusión ideológica y política, de propiciar y llevar a la práctica métodos aventureros, de trazar una orientación ultraizquierdista y de introducir la corrupción en las filas del movimiento revolucionario, entre otros señalamientos.

En la entrevista de 2010 Gilly explicó que el MR-13 entró en contacto con los trotskistas mexicanos en busca de apoyo. “Los mexicanos debatieron y discutieron con ellos, pero mucho más importante fue que enviaron militantes para ayudar al MR-13 y contrabandearon armas a través de la frontera”.

Esta relación se inició por medio de Francisco Amado Granados, un guatemalteco graduado de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional Autónoma de México, que bajo la pantalla de comerciante era miembro del MR-13.

En 1968 Antonio Fernández Izaguirre, que originalmente formó parte del PGT y de las Fuerzas Armadas Rebeldes, y años más tarde del Ejército Guerrillero de los Pobres, presentó bajo la firma de Julio del Valle su trabajo Guatemala bajo el signo de la guerra. En el apartado La penetración trotskista, Del Valle describe a Francisco Amado Granados como “universitario y, en medio de un pasado tenebroso, un hombre de capacidad”. A finales de 1963 “era el sustituto de Yon Sosa en el mando de las FAR en la capital”.

Del Valle acusó a Francisco Amado Granados de haber contactado al MR-13 a través de Carlos Manuel Pellecer, un ex dirigente del PGT que en 1963 anunció que se había vuelto ultraderechista. En realidad Pellecer era, según un trabajo del historiador Roberto García Ferreira, un agente de la CIA, donde recibía el criptónimo Inluck. Pero junto a algún otro texto acusatorio similar no existe mayor evidencia de esta relación.

Según Del Valle, Francisco Amado elaboró un plan para separar al MR-13 de las FAR, haciendo llegar al país, a espaldas de estas últimas y del PGT, a los cuadros del POR mexicano, quienes:

Aprovechando la lucha interna que existía, se presentaban como marxistaleninistas consecuentes, tratando de encabezar a quienes luchaban contra las desviaciones electoralistas y las posiciones conciliadoras del Partido y de las organizaciones de masas, ocultando su filiación trotskista, y declarando como la más revolucionaria, su línea dogmática e inconsecuente.

Para Adolfo Gilly, por el contrario, “no fue aquella una ‘infiltración’ clandestina, sino una integración abierta acordada con la dirección del MR-13”, como explica en su artículo ‘Guerrilla, Partido y Programa en Guatemala’, publicado en marzo de 1978.

Gilly fue una de las personas detrás de Revolución Socialista, el periódico clandestino del MR-13 aparecido en julio de 1964, “primero mensual, después quincenal, del cual alcanzaron a salir veinte números”. En su artículo de 1978 escribió:

No era un órgano de difusión de las acciones armadas o de simple denuncia de la dictadura. Esto se hacía sobre todo en volantes. Era un instrumento de formación y discusión, un orientador político, un ‘organizador colectivo’ del partido. Imperfecto, con errores políticos, unos superados progresivamente, otros no, muy bien hecho técnicamente, sus dieciséis pequeñas páginas se centraban en el análisis internacional y nacional y en los problemas de organización del movimiento obrero y campesino.

En comités campesinos, patrullas guerrilleras y células obreras y estudiantiles:

Revolución Socialista era leído y discutido colectivamente, como material de información y de formación y como requisito para que los militantes del movimiento pudieran a su vez discutir su contenido en sus sectores de trabajo e intervenir en la formulación de la política del MR-13.

El periódico llegó a circular en la ciudad, en sectores de trabajadores electricistas, ferroviarios, telegrafistas, camioneros, de la salud y en el movimiento estudiantil, así como en el trabajo barrial. Posiblemente llegó a otros sectores también, pero no podemos asegurarlo. A fines de 1965 o comienzos de 1966, había penetrado en ingenios azucareros.

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En diciembre de 1964 se realizó la Conferencia de la Sierra de las Minas, en el campamento de Las Orquídeas. Asistieron el comandante Luis Augusto Turcios Lima, Socorro, Pascual y Efigenio por el Frente Guerrillero Edgar Ibarra; el comandante Marco Antonio Yon Sosa, Evaristo, Ismael, Tamagás, Monte y César por el Frente Alejandro de León; y Francisco Amado Granados, Augusto Vicente Loarca, David Aguilar Mora y Adolfo Gilly por el Frente Urbano. En la Declaración aprobada se lee:

Las guerrillas no son ningún medio de presión ni de negociación con la burguesía. Son uno de los instrumentos de lucha de las masas para una política obrera, marxista-leninista-revolucionaria, para la revolución socialista y el gobierno obrero y campesino.

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Guatemala está madura para la revolución socialista. Esto no significa establecer el socialismo de inmediato, sino, como en la URSS bajo la dirección de Lenin en 1917, como en China, como en Cuba, establecer el Estado Obrero, el poder obrero, la dictadura de la clase que construye el socialismo. Significa destruir el aparato del estado burgués y sus instrumentos de represión.

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Fidel Castro

Luego de que durante el segundo semestre de 1965 los órganos posadistas divulgaran la teoría de que diferencias irreconciliables entre Fidel Castro y Ernesto Guevara habían provocado su eliminación de la dirigencia cubana –según Gilly el Che habría salido del país, pero Posadas consideraba que podría haber sido apresado en secreto, o incluso asesinado– y exigieran que Fidel Castro explicara su situación, y de que el MR-13 se hiciera eco de estas inquietudes, el 15 de enero de 1966 el dirigente cubano se refirió durante la clausura de la Primera Conferencia de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina, o Tricontinental, a “la propaganda” y “la calumnia” como sutiles armas del imperialismo, extendiéndose particularmente en “un conocido teórico del trotskismo, Adolfo Gilly”. El discurso de Fidel Castro oficializaría ante la historia la teoría de que Yon Sosa era un tonto, y los trotskistas, unos agentes de la CIA:

No es absolutamente casual, ni mucho menos, que este señor dirigente de la Cuarta Internacional, mencione muy ufano el caso de Guatemala y del Movimiento “13 de Noviembre”, porque precisamente con relación a este movimiento el imperialismo yanqui ha usado una de las tácticas más sutiles para liquidar un movimiento revolucionario, que fue filtrarle los agentes de la Cuarta Internacional, que –por ignorancia, por ignorancia política del dirigente principal de ese movimiento– lo hicieron adoptar nada menos que esa cosa desacreditada, esa cosa anti-histórica, esa cosa fraudulenta que emana de elementos tan comprobadamente al servicio del imperialismo yanqui, como es el programa de la Cuarta Internacional.

¿Cómo ocurrió esto? Yon Sosa era, sin duda, un oficial patriótico. Yon Sosa encabeza el movimiento de un grupo de oficiales del Ejército –en cuyo aplastamiento, por cierto, participaron los mercenarios que después invadieron Girón–, y a través de un señor que era comerciante, que se encargó de la parte política del movimiento, la Cuarta Internacional se las arregló para que ese dirigente, ignorante de los problemas profundos de la política y de la historia del pensamiento revolucionario, le permitiera a ese agente del trotskismo –acerca del cual nosotros no tenemos la menor duda de que es un agente del imperialismo– que se encargara de redactar un periódico en el cual se copiaba “de cabo a rabo” el programa de la Cuarta Internacional.

Lo que la Cuarta Internacional cometió con eso fue un verdadero crimen, contra el movimiento revolucionario, para aislarlo del resto del pueblo, para aislarlo de las masas, al contagiarlo con las insensateces, el descrédito y la cosa repugnante y nauseabunda que hoy es en el campo de la política el trotskismo. Porque si en un tiempo el trotskismo representó una posición errónea, pero una posición dentro del campo de las ideas políticas, el trotskismo pasó a convertirse en los años sucesivos en un vulgar instrumento del imperialismo y de la reacción.

Fidel Castro durante su discurso en la clausura de la Primera Conferencia Tricontinental, en 1966

Fidel Castro señaló entonces que el comandante Luis Augusto Turcios Lima, uno de los oficiales rebeldes que se sublevaron el 13 de noviembre de 1960, y quien “comprendiendo aquella insensatez, aquella estupidez” se había separado del MR-13, tenía

…el mérito de haber salvado al movimiento revolucionario guatemalteco de una de las estratagemas más sutiles y más pérfidas del imperialismo yanqui, y levantar las banderas revolucionarias de Guatemala y de su movimiento antimperialista, rescatándolas de las manos sucias de estos mercenarios al servicio del imperialismo yanqui.

Y tenemos la esperanza de que Yon Sosa, cuyas intenciones patrióticas al iniciar la lucha nadie duda, y cuya condición de hombre honrado nadie duda –a la vez que sí tenemos muy serias razones para dudar de su actitud como dirigente revolucionario–, no tarde mucho en desentenderse de esos elementos y vuelva a unirse al movimiento revolucionario de Guatemala, pero ya esta vez bajo otra dirección, bajo otra guía que sí demostró, en momentos como esos, claridad de visión y actitud de dirigente revolucionario.

Luis Augusto Turcios Lima durante la Conferencia Tricontinental.

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El 18 de febrero de 1966 Adolfo Gilly publicó su ‘Respuesta a Fidel Castro’ en el semanario uruguayo Marcha:

Concluida la Conferencia Tricontinental de La Habana, los asistentes pudieron ser testigos de un extraordinario espectáculo: Fidel Castro atacando furiosamente a un movimiento guerrillero que lucha armas en mano, en las montañas y en las calles de Guatemala, por la revolución socialista. El ataque fue hecho después de la Conferencia, fuera de toda posibilidad de discusión o de respuesta, y tomó de sorpresa a los delegados no pertenecientes a los Partidos Comunistas.

El ataque de Fidel Castro aparece insensato y descabellado. Acusa de “agente del imperialismo” a una dirección revolucionaria probada en años de lucha, por el sólo hecho de defender un programa. Pero no dice cuál es ese programa, no menciona un sólo punto del programa, no refuta, no discute, no argumenta nada. Hay una ausencia total de ideas y de discusión política. Es simplemente una acumulación de insultos y de calumnias conscientes que ningún revolucionario en su honesto juicio puede aceptar.

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Las masas, los militantes revolucionarios, los militantes de partidos obreros, los guerrilleros, encuentran sin sentido una discusión a base de insultos y acusaciones calumniosas donde no se aporta ninguna prueba. La rechazan, la hacen a un lado. Encuentran útil y necesaria, en cambio, una discusión sobre el programa de la revolución. La reclaman. En esa discusión, ellos pueden intervenir, pueden cotejar las posiciones –no los insultos–, pueden apoyar con argumentos basados en su experiencia y en la acción la posición que significa un impulso a la lucha revolucionaria. Eso es lo que hay que discutir: qué programa, qué medidas, qué métodos de lucha son necesarios para impulsar la revolución, cuáles son correctos, cuáles no, y por qué.

Eso es lo que han salido a discutir los guatemaltecos, el MR-13. Han expuesto su programa socialista, luchan por él. Proponen y plantean la expulsión del imperialismo, la expropiación sin indemnización de sus propiedades y de las grandes empresas capitalistas, la entrega de la tierra a los campesinos, la expropiación sin pago de los latifundios, la escala móvil de salarios y el salario vital mínimo, una central única de trabajadores, los derechos y libertades democráticas para el pueblo de Guatemala, la libertad de prensa, de reunión, de organización, el control obrero sobre la producción, el armamento de la población, la disolución del ejército de la dictadura, el cese de las torturas y los crímenes policiales, la ruptura de todo pacto militar o de cualquier tipo con el imperialismo, el derribamiento de la dictadura por la lucha armada de las masas, el establecimiento de un gobierno obrero y campesino. Por ese programa llaman a las masas a organizarse en comités campesinos, comités obreros, comités de estudiantes, y a luchar, y por ese programa luchan con las armas las guerrillas del MR-13 en la montaña y en la ciudad.

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