Créditos: Prensa Comunitaria
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Por Pablo Sigüenza Ramírez

El actual momento político en el país permite reflexionar sobre todas las implicaciones que tendrá el resultado de la disputa postelectoral. Los intentos por destruir o debilitar, aún más, las ya débiles instituciones democráticas tienen en la otra cara de la moneda, un ambiente de esperanza en diversos sectores de la población. Los resultados electorales obtenidos por el partido Movimiento Semilla hacen pensar a la población que se despejan senderos para construir, paso a paso, un país que después de cinco siglos genere vida digna para las mayorías. Un futuro sin monopolio del poder. La memoria registra un ánimo popular y barrial, relativos a lo electoral, solo comparable al momento de las elecciones de 1985. Antes del 20 de agosto se escuchaba en las calles: «¡por Semilla, verdad!». O se producía la pregunta, meramente retórica: «¿y en segunda vuelta, por quién?»; la respuesta animada era inmediata: «¡por Semilla, pues!». Sesenta y un por ciento de los votos en la segunda vuelta electoral.

La población celebró la victoria de Bernardo Arévalo y Karin Herrera, la expectativa por el cambio aumentó, pero sin dar tiempo al descanso, las artimañas desde los gobernantes sembraron dudas de nuevo. El Congreso de la República, el Ministerio Público, algún juez y el Registro de Ciudadanos cargaron sus fusiles y dispararon contra la personería jurídica del Movimiento Semilla. Como en los días del inicio de la pandemia de COVID-19 en marzo de 2020, la incertidumbre sobre el presente y el futuro se ha instalado en las calles y las veredas. Las acciones jurídicas se perciben como un laberinto. No se entiende el lenguaje de los abogados, pero se intuye que son tranzas para evitar que los candidatos electos tomen los cargos y puedan gobernar.

El día a día de la población trabajadora exige atención en la tarea ardua y cada vez más desgastante de llevar pan a la casa. La atención sobre lo que sucede a cada momento en el ajedrez político queda un tanto de lado ante la urgencia del alimento. Para el imaginario democrático popular, ya ganó Arévalo y será el próximo presidente. Para la clase política corrupta, el pulso no terminó el 20 de agosto.

Mientras se produce la batalla legal y política para defender los resultados electorales, el país sigue su curso sin cambios sensibles. El hoy es tan complejo para la población como hace tres o diez meses. Los proyectos contra los derechos de la sociedad siguen campando: la tala de árboles, la contaminación y desvío de ríos, el uso de venenos químicos para cultivar los alimentos que ingerimos, la falta de medicina y camas de hospital, el alto costo de la comida, el transporte, el vestido, la vivienda, los salarios insuficientes y poco dignos, las múltiples violencias. La corrupción en los tres poderes del Estado es aún mayor que en tiempos del Partido Patriota. Se siguen aprobando leyes en beneficio de unos pocos, como en la larga e infame historia legislativa del país. Hace unas semanas, se anunció que una vez más, las empresas transnacionales de productos químicos y semillas de laboratorio quieren imponer la ley de obtenciones vegetales, que en 2014 la población bautizó como Ley Monsanto y que rechazó con contundencia hasta su derogatoria.

«Un ojo en el camino y un ojo en el horizonte», dice un viejo refrán. La visión de lo mediato y lo inmediato en diálogo, lo táctico y lo estratégico sobre la mesa. Esto significa que debemos estar en alerta y defender, en palabra y acción, el triunfo electoral que, en última instancia, es la defensa de la vida en democracia, pero también debemos seguir actuando en defensa de la vida frente a los proyectos de muerte que el sistema de economía del lucro y destrucción capitalista impone en nuestro presente y proyecta para el futuro. Nunca fue tan urgente la acción humana revolucionaria, única constructora del cambio y de la historia.

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