Créditos: Estuardo de Paz
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Durante los meses de marzo y abril de 1962 la juventud guatemalteca dirigió una breve pero importante insurrección que durante varias semanas mantuvo en jaque al gobierno del general Miguel Ydígoras Fuentes. Las asociaciones estudiantiles se enfrentaron al ejército y la policía, atrajeron la simpatía de amplios sectores de la sociedad y las protestas se extendieron a varios departamentos. Pero la represión violenta provocó docenas de muertes y cientos de personas heridas y detenidas. Aunque el movimiento se diluyó y sus objetivos inmediatos no fueron alcanzados, la experiencia constituyó un evento clave para toda una generación, y para la historia.

Por Rolando Orantes

El FUEGO

El Frente Unido del Estudiantado Guatemalteco Organizado (FUEGO) fue una organización estudiantil activa entre los años 1958 y 1963, y que aglutinaba a todas las asociaciones de secundaria y la mayoría de sus establecimientos a nivel nacional. Además de sus propias luchas, el FUEGO apoyó huelgas como la del Magisterio o el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, reprimidas brutalmente por el gobierno. Buena parte de esa generación participó en las acciones estudiantiles y se vinculó políticamente, principalmente, en la comunista Juventud Patriótica del Trabajo (JPT).

Elías Barahona y Barahona, miembro del FUEGO, recordó en un testimonio recogido en el libro compilado por Factor Méndez Doninelli y editado en 2012 por FLACSO y la USAC, 50 años. Jornadas patrióticas de Marzo y Abril de 1962: “Los que sobrevivimos en los años 40 y 50 gracias a los comedores infantiles y a los internados de secundaria, a los subsidios gubernamentales de la canasta básica, respaldados por los gobiernos de Juan José Arévalo y Jacobo Árbenz, fuimos sacudidos por la represión, la opresión, la discriminación contrarrevolucionaria y nos convertimos en luchadores que hasta la fecha continuamos priorizando lo social ante lo personal”.

Claudina Betzabé Salazar Barreda, delegada de la Escuela de Artes y Oficios Femeniles ante el FUEGO, y quien como Elías conoció los comedores infantiles y los internados de secundaria, recordaba que en una ocasión la directora del establecimiento denunció a la dirigencia estudiantil reunida en sus instalaciones, frente al Parque Morazán, donde hoy se encuentra la Dirección Departamental de Educación Guatemala Norte. Por los techos del supermercado La Torre, en construcción, escaparon entre otros Julio Edgar Ibarra Mazariegos, Carlos Francisco Ordoñez Monteagudo y Carlos Toledo. Entonces exigieron la renuncia de la directora. Enfrentar a las autoridades educativas significó para Betzabé, además de la pérdida de la beca y la expulsión de la escuela, un cambio de rumbo y un compromiso de vida.

Manifestación del FUEGO a principios de los sesenta. (Foto: Diálogo No. 47, FLACSO Guatemala)

María ‘Chiqui’ Ramírez recordó en el libro por el aniversario ya citado: “Tras habernos negado la inscripción en el Instituto Técnico Vocacional Femenino (antigua Escuela de Artes y Oficios) por nuestra participación en las protestas estudiantiles de 1959 y 1960, un año más tarde Delia Quiñónez y yo junto a otras compañeras fuimos aceptadas en el INCA”. Intervino a su favor doña Alicia Núñez Viuda de Peralta, la cuñada del ministro de la Defensa Enrique Peralta Azurdia, directora del instituto y catedrática de ciencias naturales y artes plásticas. “De inmediato todas nos incorporamos a la asociación de estudiantes”.

Quienes rondaban entre los 4 y 16 años, cuando en 1954 la intervención norteamericana derrocó a Jacobo Árbenz, demostraron pocos años más tarde no estar dispuestos a tolerar la arbitrariedad. En agosto de 1960 el Instituto Nacional Central para Varones se enfrentó a ladrillazos con la policía, que respondió con balas y bombas lacrimógenas para luego llevar a los jóvenes a la cárcel, donde los raparon en un vano intento por humillarlos, recuerda el entonces centralista Miguel Ángel Sandoval en el especial sobre Marzo y abril publicado por Gazeta en 2022.

Fraude, el detonante

El dirigente comunista Víctor Manuel Gutiérrez escribió en Guatemala contra Ydígoras, publicado en 1962: “En diciembre de 1961, en las elecciones celebradas el día 3, el régimen ydigorista comete otro escandaloso fraude electoral para asegurarse la mayoría en el Congreso. Esto, unido a la grave situación de miseria que confrontan las masas populares, ha colmado la paciencia del pueblo guatemalteco que se lanza de nuevo a la lucha para hacer respetar su voluntad”.

El entonces dirigente universitario Bernardo Lemus reprodujo una cita del vespertino El Imparcial, del 1 de marzo de 1962, que explica que “la toma de posesión de los nuevos diputados se vio amargada por el acto de protesta que realizó en la puerta del edificio legislativo la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU), cuyos miembros se presentaron en grupo, depositando una corona en señal de duelo”. La corona llevaba una tarjeta que decía: “La legalidad, la democracia y la libertad de los pueblos son incompatibles con la dictadura. Manifestamos nuestro duelo por la desaparición de la autonomía del poder legislativo y por el estado de facto que prevalecerá desde hoy: finaliza el estado de derecho en nuestra patria”.

Lemus añadió: “Es de señalar que en esta oportunidad los estudiantes universitarios no llegaron a formular sus planteamientos políticos después de luchar por demandas estudiantiles o académicas sino, por el contrario, desde un inicio hicimos planteamientos estrictamente políticos”, que se hacían “varios meses después de perpetrado el fraude y cuando los directamente interesados –los partidos políticos afectados– no habían podido movilizar al pueblo en contra del gobierno”.

Mario Robles Villatoro recordó en la compilación por el 50 aniversario que el FUEGO elaboró su estrategia durante una asamblea “de las más concurridas y agitadas”. Esa tarde aprobaron acuerpar el llamado a huelga de la AEU. Robles señaló que la juventud de secundaria acompañó, desde diciembre de 1961, las movilizaciones universitarias frente al Congreso.

Territorio libre

Las protestas contra el fraude fueron rápidamente reprimidas, por lo que más que manifestaciones tradicionales la juventud dispuso de otras tácticas. Realizando barricadas humanas y valiéndose de tachuelas o chinches, clavos y similares bloquearon las calles, y con piedras se enfrentaron durante semanas a policías antimotines, soldados y agentes secretos.

La arqueóloga Judith Valle, entonces de seis años, recuerda en un testimonio publicado por Gazeta el 29 de abril de 2022: “Mi hermana estudiaba la secundaria en el INCA. Cuando los ánimos se caldearon varios estudiantes se tiraron a media calle para detener el tránsito y evitar el paso de la policía. En la casa había un bebé y mi mamá salía con pachas de vinagre y pañales de tela mojados con el mismo, para que la patojada se cubriera la nariz y la boca, y evitaran las molestias de los gases lacrimógenos que la policía les lanzaba”.

Un estudiante es detenido en marzo de 1962

Irma Chiqui De León recordó en la compilación por los 50 años ya citada: “Como integrantes de la JPT cumplimos las tareas no solo en el círculo de la Universidad sino que también en las acciones coordinadas con el Instituto Normal para Señoritas Centro América (INCA). Desde un principio las compañeras del INCA lograron una participación masiva siendo las primeras en salir a las calles aledañas al Instituto y acostándose sobre las calles impedían el paso de los vehículos. Fueron atacadas por policías y soldados con bombas lacrimógenas causando heridas y asfixia en varias de ellas”.

Y Dora Emilia González Sandoval: “Las acciones a realizar eran simples pero suicidas: nos acostaríamos a lo ancho de las calles y avenidas que circunvalan Belén, formando filas en fondo para impedir el paso de los vehículos del ejército. Cada grupo actuó disciplinadamente, todavía puedo ver las expresiones de nuestros rostros en una mezcla de orgullo, convicción y miedo, acostadas en la calle, manos agarrando piernas, miradas buscando la de la compañera de la fila de al lado y los gritos de aliento: no nos moveremos, no podrán pasar, si lo hacen será sobre nuestros cuerpos… Y luego el silencio de nuestras voces ante el ruido de los motores que rugían y cogían fuerza para dirigirse hacía nosotras. Nuestros ojos buscándose con el terror ya instalado ante la inminencia del atropellamiento y luego nuestras cabezas buscando refugio entre los brazos para ya no mirar… nadie se movió, nadie rompió filas y el silencio nos permitió escuchar los vehículos ya en marcha. Fueron segundos que parecieron horas, hasta escuchar el ruido de los frenos metidos a fondo para que la tanqueta quedara a menos de un metro de nuestros cuerpos. Y más silencio… y nadie se movió”.

“Las tanquetas y patrullas se retiraron, todas nos levantamos y el llanto y los gritos de júbilo y triunfo explotaron en las gargantas mientras nos abrazábamos y seguíamos llorando. Lo habíamos logrado […] Por muchos meses nuestras conversaciones recrearían con orgullo el enfrentamiento a las tanquetas. Muchas de nosotras iniciamos militancia en los grupos guerrilleros que ya estaban organizados, pero para todas, las luchas de Marzo y Abril quedaron en nuestra historia como evidencia de nuestro valor, de nuestra posibilidad de organización y de lucha y como muestra del compromiso de la juventud guatemalteca que forjó su personalidad y consolidó sus convicciones e ideología en esas experiencias revolucionarias”.

Violeta Alfaro, también para el libro por el 50 aniversario, escribió: “Hay alguien a quien no olvido y es un estudiante normalista de los que recogimos frente al IGSS que resultó con los intestinos perforados a consecuencia de las balas recibidas durante la acción de represión policíaca. Moreno, cabello rizado, presencié cómo se marchitaba la flor de su juventud en medio de cirugías, drenajes y esfuerzos de los médicos por reparar sus intestinos…”. Por entonces Violeta trabajaba en el Hospital de Traumatología del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social. Desde la terraza vio junto a sus compañeros cómo la policía lanzaba granadas lacrimógenas, que los estudiantes de la Escuela Normal para Varones devolvían alcanzándolas en el aire y que los agentes comenzaron a dispararles.

En la misma publicación Elías Barahona recuerda: “En cuanto a las anécdotas, tenemos el privilegio de haber salvado la vida de Edgar Ibarra y Carlos Ordoñez (futuros comandantes guerrilleros de las FAR), durante un incidente inesperado en una de las fábricas de bombas molotovs que estaban a nuestro cargo.

”Ibarra y Ordoñez llenaban las botellas, de vidrio delgado, con gasolina y diesel; abrían agujeros a los corchos y pasaban a través de ellos las tiras de guaipe que hacían la función de mechas, mientras que nosotros, responsables de la logística, traíamos los materiales indispensables y llevábamos las molotovs a los distintos frentes en la capital.

”El problema fue que los dos compañeros hacían su labor en un cuartito de una casa ocupada, cercana a El Trébol, sin haber tornado la precaución de abrir la puerta para que entrara aire. Las latas de diesel y gasolina destapadas emanaban gases tóxicos que hicieron efecto en los pulmones de los dos futuros guerrilleros.

”Cuando regresamos, en un viaje más, para continuar con el acarreo había silencio absoluto en el cuartito oscuro, pues ya era de noche. Alarmados los llamamos y al no contestar rompimos la puerta. Los sacamos inconscientes a rastras y al poco tiempo estaban vivos de nuevo”.

Ya repuesto, Ibarra decide probar una de las bombas. La llamarada en la noche provoca que el ejército rodee rápidamente el sector y tengan que escapar por los techos, abandonando buena parte de las molotov. “Hay cientos de anécdotas que ilustran el valor y el coraje de una población insubordinada vanguardizada por jóvenes de secundaria que extendieron el movimiento insurreccional al interior del país”.

Movilización del FUEGO frente al Palacio Nacional. (Foto: Diálogo No. 47, FLACSO Guatemala)

Elías explicaba que “la estrategia militar y política impulsada por los estudiantes de secundaria de los institutos públicos durante esas jornadas básicamente consistió en luchar contra el Ejército y la Policía manifestando en las calles, levantando barricadas y poniendo trincheras en cada uno de los barrios de la capital; a la par, aislando a la capital del resto del país cortando las comunicaciones telefónicas, telegráficas y terrestres mediante la voladura de puentes al mismo tiempo que se saboteaba el sistema de transporte urbano de pasajeros, y toda actividad comercial y pública con fines de llegar a la huelga general que paralizara al país y diera al traste con el gobierno del payaso Ydígoras Fuentes”. Y recordó “las arengas de los casi niños que abordaban los buses, molotov en mano, y explicaban a los pasajeros las causas de la lucha para luego pedir cortésmente que desalojaran los vehículos. Asimismo, los camiones municipales de volteo recolectores de basura que dejaban caer su contenido en los cruces principales de calles y avenidas de las distintas zonas de la capital a fin de paralizar el tránsito”.

Rolando Cordón dijo: “La zona 5 de la ciudad de Guatemala fue declarada por los vecinos y estudiantes que allí vivían como ‘territorio libre’. En estas manifestaciones se unieron tanto el magisterio, el Sindicato de Luz, el Sindicato de Crédito Hipotecario Nacional y del Banco de Guatemala, el Segura Social y otros. Salíamos a volantear, a colocar mantas de protesta en los alambres de la luz eléctrica, lo hacíamos en las noches, cada grupo en su barrio, al día siguiente llegábamos temprano a las instalaciones del Instituto a empapelar con volantes hechos a mano las paredes de nuestro centro de estudios, a incitar a los demás estudiantes que nos apoyaran”.

“Los pañuelos con vinagre y el agua que los bomberos municipales nos facilitaban, ayudaban a soportar los gases lacrimógenos. Marzo y abril de 1962 fueron testigos de sangrientos y desiguales enfrentamientos entre los estudiantes, la policía y el ejército. Días después la población civil se nos unió extendiéndose la lucha y la zona cinco que fue declarada ‘territorio libre’”, dijo Chiqui Ramírez.

Y Carlos Obregón: “La protesta ha crecido y madurado a medida que se evidencia que sólo la brutalidad responde a las reivindicaciones ciudadanas. La huelga general se presenta como el arma decisiva. Y las organizaciones estudiantiles han utilizado diversos medios en el intento de inmovilizar el transporte público”. Carlos Ordóñez bajó de un auto con dos cócteles molotov, dando instrucciones de no crear pánico, explicar la situación a los pasajeros y pedirle al piloto que tomara el dinero y se bajaran. Aunque alguno, aterrorizado, baja corriendo y abandona el producto de los pasajes, que termina ardiendo, recuerda su testimonio en la compilación por los 50 años.

El 13 de marzo de 1962, el militante comunista Marco Antonio Gutiérrez Flores fue asesinado cuando desde un vehículo junto a tres de sus compañeros de la Facultad de Ciencias Económicas vieron que en la Escuela Nacional Central de Ciencias Comerciales los judiciales ametrallaban a estudiantes de secundaria.

Marco Antonio, “impulsado por su conciencia social, así como su espíritu y convicción de comunista y revolucionario, ordena que paren el vehículo y se baja del mismo, abalanzándose sobre un agente de la judicial”, al que tira al piso y arrebata el arma. Pero otro policía secreto se acerca y “le dispara por la espalda accionando una metralleta M-3 (calibre 45 mm)”, escribió su hijo Luis Eduardo Gutiérrez Marckwordt para la publicación citada líneas arriba. Gravemente herido falleció en un hospital horas más tarde. La organización en armas MR-13 anunció entonces la creación del Frente Guerrillero Marco Antonio Gutiérrez, que dirigió el exteniente del ejército Luis Augusto Turcios Lima.

Como las autoridades se negaban a entregar el cuerpo se planificó una acción de rescate, pero ante la presión popular finalmente cedieron. El entierro se convirtió en una multitudinaria manifestación reprimida por el gobierno en el Cementerio General.

El 13 y 14 de marzo las fuerzas represivas asediaron las facultades de Medicina y Derecho y, el 15, reprimieron el entierro de Marco Antonio Gutiérrez. La prensa informó que murieron cuatro manifestantes y tres policías. Junto a 127 personas heridas era “el trágico balance de los desórdenes registrados ayer en la ciudad de Guatemala, según datos recogidos en la Cruz Roja y hospitales”, reportó el diario costarricense La Nación. El ejército asumió el control de la capital, militarizó los servicios de transporte, electricidad y telecomunicaciones y clausuró nueve estaciones de radio que se negaron a difundir la información oficial, explicaba el matutino, añadiendo que los tres policías murieron “durante el entierro efectuado anoche de las víctimas de los disturbios habidos el 15 del corriente”.

“Manifestantes contra el gobierno interrumpieron el tránsito en varias avenidas y calles de la capital. Colocaron barricadas con piedras, postes derribados, cañas y palos. Asimismo colocaron clavos y tachuelas en las calles céntricas, para desinflar las llantas de los automóviles. El problema ha sido reducido por el hecho de que los ómnibus no circulan en virtud del paro ordenado. La policía militar procede a la disolución de aglomeraciones, recurriendo al uso de gases lacrimógenos, que ya son parte de la inhalación cotidiana de la población”, señaló La Nación.

Ese 17 de marzo el diario local estadounidense Youngstown Vindicator publicó dos fotos y una nota en su primera plana. En una se veía a una joven estudiante trasladada en una camilla, mientras que la otra mostraba a varios estudiantes y policías de civil en la esquina de la Facultad de Derecho. El ejército mantenía la ciudad, “asolada por los disturbios”, bajo una “especie de ley marcial”, mientras la oposición al “régimen conservador” de Ydígoras aumentaba.

“El ejército tomó el control de la ciudad por órdenes de Ydígoras después de cuatro días de lucha callejera y otras formas de violencia que dejaron 20 personas muertas y más de 200 heridas. Se reportó que más de 250 personas han sido arrestadas”.

Tropas fuertemente armadas patrullaban las calles, tomaron los puestos clave en comunicaciones y transporte y se impuso el toque de queda de 8 de la noche a 5 de la mañana, indicaba el Youngstown Vindicator.

La esquina de la Facultad de Derecho, marzo de 1962

El 19 de marzo la policía y el ejército allanaron violentamente la Facultad de Medicina y Paraninfo Universitario, catearon las instalaciones y causaron destrozos. Durante las semanas siguientes los enfrentamientos continuaron y se extendieron a diversos barrios de la ciudad y otros departamentos. El 12 de abril por la tarde varios estudiantes le cortaron el paso a un camión con nueve policías. Según la versión oficial, desde un auto “varios desconocidos hicieron disparos de revólver contra los policías y uno de estos al sentirse lesionado hizo disparos al aire iniciándose el tiroteo que ocasionó tres estudiantes de derecho muertos y otros cuatro heridos de bala”, relató el diario colombiano El Tiempo con información de la agencia AFP.

Según esto, “el jefe de los policías logró desarmar a sus hombres prohibiéndoles que siguieran disparando”. Estudiantes de Comercio “iniciaron una protesta pública […] y la policía intervino para dispersarlos registrándose un muerto y varios heridos”. Ydígoras ordenó entonces una investigación “a fin de que los responsables sean castigados ejemplarmente”, señalaba la información oficial reproducida por El Tiempo. Los estudiantes negaron haber provocado a los militares y aseguraron que fueron ametrallados sin ningún motivo, indicó el Jornal do Brasil.

El gobierno asesinó a los estudiantes de derecho César Armando Funes, Jorge Gálvez Galindo, Noel Arturo López Toledo y de comercio Felipe Gutiérrez Lacán. Según diversos testimonios, la patrulla militar responsable era comandada por el teniente Erick Mendizábal.

Esa misma noche se realizaría un concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional dirigido por el español José María Franco Gil. Poco antes Jorge Sarmientos convocó a los músicos y les informó de los asesinatos. El oboísta Manuel Gómez explicó a la audiencia que no podrían dar el concierto por estar “manchado de sangre”, y estudiantes “hicieron volar miles de volantes entre el público que abarrotaba el auditorio”, que se dividió entre quienes apoyaban o no la medida. Al día siguiente, durante el entierro, se anunció que Sarmientos devolvía la Orden del Quetzal otorgada seis meses atrás por su creación musical y trabajo internacional como director, en protesta por los asesinatos.

El MR-13

La movilización estudiantil fue apoyada por un nuevo grupo armado: el Movimiento Rebelde 13 de Noviembre. Con raíces en el levantamiento militar que en noviembre de 1960 se propuso derrocar al gobierno del general Ydígoras Fuentes, señalado de corrupto, lo integraban exoficiales que tras un breve exilio y varios meses cobijados por la gente del campo se fueron transformando en guerrilleros.

Tres días antes del inicio de las protestas, el 26 de febrero de 1962, a la una de la tarde tomaron la Radio Internacional y transmitieron la proclama Quiénes somos, qué queremos y por qué luchamos. Declaraban estar “nuevamente con las armas en la mano luchando como guerrilleros en las montañas, poniendo al servicio de los intereses del pueblo nuestras vidas de juventud militar”. Explicaban que no por ser militares habían estado “insensibles al hambre y la miseria” de campesinos y trabajadores o a la angustia de empleados y maestros. “El Movimiento Rebelde 13 de Noviembre siente verdaderamente ver a nuestros niños escribiendo en el suelo en las escuelas por falta de pupitres”. “Sólo es necesario salir 15 kilómetros fuera de la ciudad para ver que los perros de las zonas residenciales viven mejor que nuestros campesinos. Esto no debe ser así, nuestro pueblo también tiene derecho a una vida más digna, segura y feliz”.

Se dirigían a obreros y campesinos, periodistas y escritores, industriales y comerciantes progresistas y a sus compañeros del ejército. A los estudiantes universitarios y de secundaria “la juventud militar revolucionaria” los saludaba “sabida de que vuestra probada decisión por la causa del pueblo levantará vuestras banderas de lucha”.

En Yon Sosa. Historia del MR-13 en Guatemala y México. Seguida de las memorias militares del comandante guerrillero el historiador guatemalteco Arturo Taracena  –quien a los 13 años repartió en las entradas del Pasaje Rubio y el Portal del Comercio los afiches y volantes del PGT entregados por su tía Aura Marina Arriola– presenta los documentos en que Marco Antonio Yon Sosa enumeró las operaciones realizadas por esta organización durante los años 60. Ahí aparecen las Acciones de marzo y abril del MR-13 en la Ciudad de Guatemala, en las que el comandante guerrillero explica que las “luchas callejeras contra Ydígoras Fuentes o Jornadas de Marzo y Abril” arrojaron “un saldo de no menos de 80 muertos y mil heridos”.

Durante las semanas previas a marzo y abril los rebeldes efectuaron acciones militares en zonas rurales del país, llegando a la capital entre el 20 y el 22 de febrero de 1962. Un mes antes, el 25 de enero, habían ejecutado al jefe de la policía secreta Ranulfo González Ovalle, alias Siete Litros, quien mató un año antes al líder rebelde Alejandro de León Aragón.

Cuando comenzaron las movilizaciones estudiantiles “los del 13” sólo contaban con armas cortas para defensa personal, pues enterraron el resto en el campo, pero pronto consiguieron algunas subametralladoras, carabinas y otras. Cuando el régimen llevó a la ciudad a cientos de campesinos con machetes y garrotes para enfrentar a los estudiantes, el MR-13 decidió “que había que darles una respuesta adecuada”. Organizaron un grupo, consiguieron dos vehículos y se prepararon para atacar patrullas militares, de orejas y puestos castrenses, pero por distintas razones sus planes fracasaron. Así que empezaron a actuar “empíricamente”.

Nos cuenta Yon Sosa: “Recuerdo que en esos días decíamos ‘hay que salir a cacería’ y atacábamos cualquier objetivo gubernamental que se nos pusiera a tiro”. Por la Calle Martí vieron pasar “tres camiones de campesinos rompe manifestaciones”. Los siguieron hasta el Hipódromo del Norte y los atacaron por sorpresa durante alrededor de tres minutos, causando un número indeterminado de bajas y la dispersión y huida de un centenar de campesinos.

En un ataque sorpresa contra un vehículo militar dirigido por un mayor, cerca de la iglesia de La Candelaria, mataron a un soldado e hirieron a otro. En la Avenida del Cementerio se cruzaron con tres jeeps del ejército, causando un muerto y tres heridos. Intentaron tomar el cuartel de policía de la Villa de Guadalupe utilizando tres camiones, pero a unas cuadras una señora les dijo que un oreja estaba llamando por teléfono. Se retiraron y luego dos rebeldes vieron llegar cuatro camiones con soldados. Horas más tarde desde un vehículo en marcha tirotearon el cuartel, matando a un policía e hiriendo a otros dos. A dos camiones de soldados les lanzaron dos granadas provocando nueve muertos y siete heridos. También lanzaron granadas contra la guardia de la Penitenciaría Central, donde se cometían torturas, causándole cinco heridos graves. Contra un jeep de judiciales que dispararon contra la multitud en la Avenida Elena el MR-13 respondió hiriendo a un número indeterminado de agentes secretos.

También colocaron obstáculos, regaron tachuelas, quemaron dos unidades del transporte urbano y sabotearon tuberías de agua. Cuando las protestas habían amainado, el 2 de mayo de 1962 realizaron un sabotaje contra la ESSO a sugerencia de un grupo de estudiantes que tras las movilizaciones conformaron el Movimiento 12 de Abril. De entre los tanques que las diversas compañías petroleras tenían en la zona, por la Avenida Petapa, eligieron uno que calcularon no provocaría daños en la población. Los bomberos tardaron 36 horas en sofocar el incendio producido por más de seiscientos ochenta mil litros de combustible. No hubo más bajas materiales.

Concuá

El 13 de marzo de 1962, mientras en la Ciudad de Guatemala la policía secreta asesinaba por la espalda al estudiante y militante de la JPT Marco Antonio Gutiérrez, el ejército al mando del coronel Rafael Arriaga Bosque aniquiló a un pequeño contingente guerrillero en la aldea Concuá, municipio de Granados, en Baja Verapaz. Conformado por alrededor de 22 militantes del PGT, la JPT y otras organizaciones y bajo la dirección del coronel Carlos Paz Tejada, se llamó Columna 20 de Octubre. Su intención era organizar una escuela guerrillera y unirse a los rebeldes liderados por Yon Sosa. Sin entrenamiento adecuado ni conocimiento del terreno iniciaron su marcha prácticamente a la vista de la población.

La redacción del diario colombiano El Tiempo escribió, el 16 de marzo: “La completa censura de la prensa, especialmente de informaciones al exterior, que ha impuesto el gobierno de Guatemala, ha impedido al Continente enterarse de la grave situación que se vive actualmente en dicho país centroamericano”. El gobierno había anunciado lacónicamente “la muerte de 12 ‘alzados’ en dos choques con el ejército regular. Esto hace suponer que en algunos sitios de la república se combate entre tropas del gobierno y fuerzas rebeldes, al parecer integradas por elementos de izquierda, los cuales hacen oposición al régimen”.

Según el medio regional estadounidense Youngstown Vindicator las tropas perseguían “a dos bandas guerrilleras en los cerros”. Se trataba de “dos pequeñas bandas de rebeldes en las montañas del norte y noreste de Guatemala”. “Un grupo es liderado por Carlos Paz Tejada, que fue ministro de la Defensa bajo el mando del procomunista ex presidente Jacobo Árbenz, derrocado por un golpe en 1954”. Días antes Paz Tejada emitió un manifiesto instando a la población a derrocar a Ydígoras. Según el diario estadounidense, la radio cubana elogió a los insurgentes declarando: “Saludamos a nuestros queridos hermanos de Guatemala que se cubren de gloria luchando por sus derechos democráticos y la liberación nacional”.

Cayeron ametrallados por el ejército ydigorista Marcial Asturias, Francisco Barrios de León, Guillermo Grajeda Cetina, Rodolfo Heller Plaja, Brasil Hernández, Amado Izquierdo, Alfonso Jocol, Mauro de León, Moisés Quilo, Jaime Facundo Reyes, Octavio Reyes Ortiz, Julio Roberto Cáceres Valle –de quien Ernesto ‘Che’ Guevara escribió: “El corazón del Patojo ha quedado entre nosotros y espera que la mano amada y la mano amiga de todo un pueblo lo caliente bajo el sol del nuevo día que alumbrará sin duda para Guatemala y para toda América– y Carlos Toledo Hernández, exdirigente del FUEGO.

Integrantes del FUEGO en la fachada del Congreso. Carlos Toledo con el puño en alto y a su izquierda Edgar Ibarra. (Foto: Diálogo No. 47, FLACSO Guatemala)

Todo se diluye (hacia la clandestinidad)

El 15 de abril de 1962 el Consejo Superior Universitario pidió la renuncia inmediata e irrevocable de Ydígoras por los asesinatos del día 12. El CSU señalaba que “se colocó a la Universidad de San Carlos en una situación intolerable” y que la violencia evidenciaba “el más absoluto irrespeto a la persona humana, denotando una desproporción entre los hechos atribuidos a la ciudadanía y las medidas de represión empleadas por el gobernante”. La AEU, los colegios profesionales y los partidos opositores apoyaron la petición, y la Municipalidad capitalina “acordó un duelo de tres días” por la muerte de los estudiantes. La AEU prometió continuar la huelga hasta que el presidente renunciara, y los estudiantes “han colocado en los edificios de la zona universitaria carteles y pasquines que dicen “territorio libre de Guatemala”, informó el costarricense La Nación. EL lunes 16 la Asociación de Periodistas de Guatemala se unió al reclamo de renuncia.

“Prefiero ser un presidente muerto a ser un presidente fugitivo”, indicó Ydígoras, añadiendo que su renuncia “dejaría que Guatemala cayera fácilmente presa del comunismo internacional”, reportaron varios medios. El 16 de abril Ydígoras ordenó la militarización inmediata de los servicios municipales (agua, alumbrado, limpieza, abastecimiento y control de los mercados y transporte urbano) como respuesta a la huelga de sus trabajadores. Pero pese al anuncio de huelga general ese día los comercios abrieron con normalidad. “En algunas salas cinematográficas grupos de agitadores pretendieron alterar el orden arrojando gases fétidos”, informó la agencia UPI.

El 18 de abril la Asociación de Comerciantes de Guatemala acordó solidarizarse con el reclamo de renuncia y anunció que de no atenderse la demanda realizaría paros parciales o totales. Al mismo tiempo “el gobierno cortó los teléfonos de la Ciudad Universitaria, situada a siete kilómetros de la capital para evitar que sean utilizados en actividades subversivas” y clausuró una radio acusada de difundir consignas antigubernamentales, informó el colombiano El Tiempo, añadiendo que “centenares de mujeres enlutadas realizaron una manifestación de protesta” frente a la Facultad de Derecho, donde se arrodillaron y rezaron en memoria de los estudiantes.

Manifestantes exigen la renuncia de Ydígoras (Foto: Diálogo No. 47, FLACSO Guatemala)

Pero entonces una arraigada tradición guatemalteca cambió las cosas: la Semana Santa (15 a 22 de abril). En un contexto en el que prácticamente cualquier actividad no religiosa se detenía la huelga carecía de sentido.

El historiador Jorge Solares escribió para la compilación de Factor Méndez que con la festividad católica “se suspendió todo. Después se trató de reiniciar el movimiento pero la oportunidad ya había pasado y la situación fue decayendo hasta terminar”.

Irma ‘Chiqui’ De León recuerda: “Todos estábamos un tanto frustrados pues el feriado de Semana Santa había enfriado la participación y el movimiento se venía abajo”. Entonces se convocó a seis jóvenes estudiantes a quienes, sin saber a dónde ni con quién se reunirían, unas personas trasladaron a un salón donde apareció el líder anticomunista Mario Sandoval Alarcón, quien les ofreció su ayuda, la cual rechazaron.

Y Raúl Díaz, que en marzo y abril era el presidente del FUEGO: “…varios, habíamos empezado ya a recorrer un sendero común, el trazado por la gloriosa Juventud Patriótica del Trabajo (JPT), la organización de los jóvenes comunistas de Guatemala. Allí abrevamos, allí, incipientemente, conocimos el marxismo-leninismo, allí aprendimos que sí era cierta una vida diferente, que existía un mundo socialista en donde los obreros, los trabajadores del campo y la ciudad gobernaban y no eran explotados, donde las mujeres tejían los mismos derechos que los hombres, donde los servicios de salud eran gratuitos y los jóvenes tenían abierto el porvenir”.

El 28 de abril de 1962 el diario colombiano El Tiempo reportó que el toque de queda nuevamente había sido impuesto en Guatemala. Un comunicado del Ministerio de la Defensa decía que continuaban “los desórdenes y actos de terrorismo”. Pero las movilizaciones ya no recuperaron el empuje de las semanas anteriores.

En sus Acciones de marzo y abril del MR-13 Yon Sosa escribió que tras las movilizaciones los rebeldes se contactaron con los estudiantes universitarios, y esto tuvo “una importancia enorme, porque después logramos convencer a varios de ellos, quienes han trabajado con nosotros desde aquellos días, concretamente con los del 12 de Abril”.

Yon Sosa, Luis Turcios Lima y Luis Trejo Esquivel salieron a Cuba en agosto de 1962, permaneciendo ahí alrededor de tres meses. Se entrevistaron con Jacobo Árbenz, quien les dijo que cuando lo creyeran conveniente se les uniría como soldado, y con Ernesto Guevara, quien les consiguió cierta cantidad de dinero. Luego de una escala en México regresaron a Guatemala en diciembre de 1962.

Meses antes un grupo de estudiantes viajó también para recibir instrucción militar. Entre ellos Julio Edgar Ibarra, Jorge Ismael Soto, Guillermo Paz Cárcamo, los hermanos Francisco y Julio César Macías y Rodolfo Payeras Solares, quienes poco después se integrarían a las guerrillas. En diciembre de 1962 el Movimiento 12 de Abril, el Movimiento Rebelde 13 de Noviembre y el Partido Guatemalteco del Trabajo y su Juventud Patriótica del Trabajo fundaron las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR), iniciando actividades en febrero de 1963.

El 21 de octubre de ese año el exdirigente del FUEGO Julio Edgar Ibarra Mazariegos murió durante un enfrentamiento con un comisionado militar. En su honor se conformó días después la Guerrilla y más adelante el Frente Guerrillero Edgar Ibarra, bajo el mando del comandante Luis Augusto Turcios Lima. El también exdirigente del FUEGO, Carlos Francisco Ordoñez Monteagudo, Camilo Sánchez,  fue nombrado comandante en jefe de las FAR en marzo de 1967, pero en agosto de 1968 fue capturado y ejecutado por el ejército. Buena parte de la juventud participante en el movimiento estudiantil y popular de 1962 se integraría también a la lucha armada, que se extendería por más de tres décadas.

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