Víctimas testifican que aún sufren las secuelas que dejó la masacre de Alaska

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Créditos: Adán Pedro Sapón fue herido en la pierna. Nunca se recuperó. Foto Prensa Comunitaria
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Francisca Menchú y Trinidad García contaron a un Tribunal lo que vivieron el 4 de octubre de 2012, cuando sus esposos murieron, según su relato, a manos de soldados del ejército. También testificó Adán Pedro Sapón Álvarez quien acudió a manifestar y fue herido en una pierna.

Por Regina Pérez

Las secuelas de la masacre del 4 de octubre de 2012 aún persisten a casi 11 años de ese suceso que marcó al pueblo de Totonicapán. Así lo manifestó Adán Pedro Sapón Álvarez, uno de los testigos propuestos por el Ministerio Público (MP) en el juicio que se sigue en contra de nueve militares acusados de ejecución extrajudicial y ejecución extrajudicial en grado de tentativa.

Sapón Álvarez es un carpintero de 39 años, quien el 4 de octubre salió a manifestar desde la madrugada en contra del aumento a la canasta básica, el alza del servicio de la luz eléctrica y el cambio al pensum de la carrera al Magisterio que impulsaba el gobierno de Otto Pérez Molina,

El testigo formaba parte de la organización comunal de su aldea La Concordia y acudió al llamado de los 48 Cantones de Totonicapán en el lugar conocido como la Cumbre de Alaska, en el kilómetro 169, de la carretera Interamericana.

La protesta, relató, era pacífica y hasta el medio día no sucedía nada fuera de lo común y se dispusieron a almorzar, entre risas, incluso contando chistes “porque era una manifestación pacífica”.

Alrededor de la 13:30 p.m. los manifestantes se enteraron de que un grupo de antimotines se dirigía al lugar para desalojarlos, por lo que uno de los coordinadores llamó a la calma y pidió que los alguaciles y guardabosques se reunieran y dialogaran con los agentes.

Pero los antimotines no aceptaron el diálogo y lo que querían era que las personas desalojaran la carretera por lo que comenzaron a lanzar bombas lacrimógenas contra la población, declaró Sapón. Las autoridades levantaron sus varas para pedir a los antimotines que no lanzaran el gas lacrimógeno porque había niños, mujeres embarazadas y ancianos.

Nuestro pueblo siempre ha demostrado que hace manifestaciones pacíficas, lo que sucedió nunca había ocurrido en el pueblo de Totonicapán, lo que sucedió el 4 de octubre de 2012 fue algo que marcó mi vida, la vida del pueblo y toda Guatemala, indicó Sapón.

Un momento determinante el día de la masacre fue cuando escucharon llegar un camión “lleno de soldados”, lo cual puso en alerta a las autoridades que pidieron a la gente que se retirara del lugar pues sabían que con los elementos del ejército no iban a poder dialogar.

Mientras trataban de evacuar a las personas y entre el humo de gas lacrimógeno, Sapón dijo que vio cómo los soldados se pusieron en posición para disparar y fue cuando se dio cuenta de la gravedad de la situación. “Gritamos, compañeros, podemos retirarnos porque aquí nos pueden matar y así sucedió”, dijo.

Algunas personas que fueron heridas comenzaron a gritar pidiendo auxilio y un par de minutos después él recibió un disparo en la pierna.

Al ser interrogado por el fiscal del MP, Sapón describió el sonido de las balas, que según su testimonio, fueron disparadas de manera indiscriminada, como cuando se quema un cohete.

“Yo quiero ver la justicia, pido ante Dios y las autoridades, pido que se haga la justicia, porque nosotros no somos animales, somos personas, tenemos alma”, exclamó Sapón, quien dijo que hasta la fecha tiene que acudir a un médico privado para revisar su pierna y a veces camina con un bastón, pues aún sufre las secuelas de la herida de bala.

Declaran las viudas: “Mi corazón empezó a sufrir”

Cuando a Francisca Menchú el personal del hospital de Totonicapán le informó que su esposo, Rafael Nicolás Batz había muerto después de ser herido en el lugar conocido como la Cumbre de Alaska, cuenta que ya no pudo pensar. “Mi corazón empezó a sufrir”, dijo.

Francisca Menchú testificó por la muerte de su esposo. Foto PC

En su idioma K’iche’ y con apoyo de una traductora, Menchú, la cuarta testigo de este juicio, contó cómo fue la última vez que vio a su esposo la madrugada del 4 de octubre, cuando acudió a manifestar. Cuando salió, únicamente se llevó su desayuno y almuerzo.

Ella no acudió a la protesta, pero sus vecinos le avisaron en la tarde que se habían suscitado problemas y que fuera a ver a su esposo.

La testigo relató al tribunal que luego de la masacre tuvo que endeudarse para poder sepultarlo.

Trinidad García todavía pudo hablar con su esposo Arturo Félix Sapón, minutos antes de que fuera herido. Según su testimonio, por la tarde recibió una llamada de Sapón quien a modo de aviso le dijo que no se asustara porque los soldados estaban disparando a los manifestantes.

Trinidad García se quedó viuda y a cargo de sus tres hijos tras la muerte de su esposo. Foto PC

Ella quiso hacerle más preguntas para asegurarse de que se encontraba bien, pero ya no supo más porque apagó el teléfono. Posteriormente Sapón fue trasladado al hospital de Totonicapán pero no resistió las heridas de bala y falleció.

Deudas y padecimientos de salud: las secuelas de la masacre

Hasta el día de hoy, las viudas y el sobreviviente relataron que padecen las consecuencias de la masacre, tanto físicas como emocionales. En el caso de Menchú y García, sufrieron al quedarse viudas y a cargo de sus hijos, pues eran sus esposos los que llevaban el sustento a sus familias. Además, tuvieron padecimientos de salud relacionados a lo que ocurrió.

Militares acusados en el caso de la masacre de Alaska escuchan los testimonios. Foto Prensa Comunitaria

“Mi corazón sufre porque ya no tengo con quien hablar, hace once años que me quedé sola”, indicó García, quien aún extraña a su esposo. Ella se quedó viuda con tres hijos, de 17, 8 y 4 años y nunca recibió una reparación económica del Estado.

En 2012, Sapón puso un pequeño negocio de carpintería para el cual hizo un préstamo, con el fin de poder costear los estudios de sus hijos. Pero cuando los soldados lo hirieron en la pierna se endeudó, “perdí mucho dinero, fracasé hasta hoy, incluso vendí una cuerda de terreno para solventar el gasto, estuve tirado en la cama un año usando muletas y silla de ruedas”.

“Cuando yo me casé con ella (su esposa) tenía todo, ropa, comida, con esa masacre yo quisiera darle lo mejor a ellos…”, dijo Sapón, quien tuvo que interrumpir su testimonio pues las lágrimas no le dejaron continuar. Su hija quería estudiar enfermería, pero tampoco pudo costearle la carrera. Esa situación, indicó, lo lastima.

Hasta la fecha, él sigue recibiendo tratamiento médico con una doctora en Quetzaltenango, atención que tiene que pagar, pues nunca recibió un resarcimiento del Estado.

Este miércoles fue el tercer día del juicio en el Tribunal de Mayor Riesgo B. Después de escuchar los testimonios, la jueza presidenta María Eugenia Castellanos aplazó la audiencia para el 26 de julio.

Se inicia el juicio contra nueve militares por la masacre en la Cumbre de Alaska

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