Había decenas de voluntarios entusiastas y muy pocos votantes en los centros habilitados. Los que llegaron a votar lo hicieron casi por instinto, con muy poca información y muchas quejas contra el TSE y la red consular.
Héctor Silva Ávalos
Nizzi López viajó de Zacapa a Nueva York hace 16 años. Se instaló en Brooklyn, uno de los cinco distritos que forman la ciudad. Ahí ha trabajado como voluntaria en iglesias y, desde hace unos años, como trabajadora social para atender a los miles de migrantes, sobre todo venezolanos, que llegan a la metrópoli neoyorquina desde Texas, enviados en buses fletados por Greg Abbott, el gobernador republicano de ese estado sureño. El domingo 25 de junio fue una de las 107 personas reclutadas por el Tribunal Supremo Electoral de Guatemala (TSE) que atendió urnas en Queens, donde había 31 mesas instaladas en dos centros de votación.
Durante las cerca de 14 horas que estuvo en su mesa, instalada en el centro comunitario Sisa Pakari, en la Avenida Roosevelt de Queens, Nizzi no dejó de sonreír, de conversar con otros voluntarios y de aplaudir cada vez que un votante entraba al lugar. Lo que no hizo fue entregar papeletas: nadie llegó a votar a su mesa. Ni un voto.
En los dos centros de Queens, el de Sisa Pakari y otro ubicado a un kilómetro en un centro conocido como Bula, votaron 141 personas de 18,069 habilitadas para hacerlo, es decir, el 0.77%. La tendencia es similar en el resto de los Estados Unidos, donde el TSE habilitó, incluidos los dos de Nueva York, 17 centros de votación. En todo el país del norte, el abstencionismo fue del 98.4% según los datos del tribunal. ¿Apatía? ¿Mala organización? ¿Logística? De todo un poco.
Nizzi no cree justo poner la culpa en las comunidades de guatemaltecos en Estados Unidos. El primer obstáculo, dice, son las distancias.
Uno de los responsables del TSE en Queens, quien conversó con Prensa Comunitaria desde el anonimato por no estar autorizado a hacerlo en público, cree que el problema empieza con la distribución de los centros de votación: en los dos habilitados en esta parte de Nueva York estaban registrados residentes en los estados del norte del país, como Massachusetts, Maine o Rhode Island. Quienes viven en Boston, por ejemplo, hubiesen tenido que viajar unos 350 kilómetros para depositar su voto en las mesas electorales de Queens.
La fuente del TSE explicó que el tribunal hizo la distribución de las mesas basado en un censo, pero que este se realizó sin consultar a los líderes comunitarios en la mayoría de las ciudades y estados con poblaciones importantes de guatemaltecos. “A los líderes de las comunidades les avisaron apenas hace dos meses, eso no da tiempo a hacer nada”, dice.
Nizzi López cuenta su propia experiencia. En abril, dice, ella y otros miembros de comunidades residentes en Brooklyn, otro de los distritos que forman la ciudad de Nueva York, hablaron con autoridades consulares y del TSE para plantear instalar una mesa en un parque cercano y así evitarles a los residentes el viaje a Queens.
Entre quienes sirvieron como fiscales o voluntarios en los centros de votación en Estados Unidos dominaba la sensación de que la ubicación de los centros fue uno de los factores que disuadió a los votantes potenciales en los Estados Unidos.
“Los centros están demasiado cerca (el uno del otro), hubieran podido mejorar en eso… No ha habido demasiada afluencia”, contó Rodolfo Cifuentes, quien sirvió como fiscal en el centro Sisa Pakari de Queens, donde a las 9 de la mañana apenas habían llegado 20 votantes a las 24 mesas instaladas.
En Nueva York, como en el resto de Los Estados Unidos, el gobierno guatemalteco pagó 150 dólares a cada voluntario, 100 de viáticos y 50 en alimentación (desayuno y almuerzo). En los dos centros de Queens hubo 107 voluntarios, es decir, USD 16,050 solo en ese rubro, a lo que debe sumarse el alquiler de los locales (entre USD 1500 y USD 3,000 por el día, según consulta a un agente de bienes raíces en la zona), los salarios de los empleados del TSE (un digitador por centro y un jefe por cada local) y el pago a dos vigilantes privados que resguardaron las instalaciones durante la jornada. Los precios varían en cada uno de los estados en que había centros de votación, pero si se calcula, con base en los viáticos y el promedio de mesas asignadas a los centros, un total de USD 20,000 por centro, un estimado muy conservador es de USD 340,000 solo para la jornada del domingo, es decir, unos 2.6 millones de quetzales.
El viejo desencanto con la política
Además de las ubicaciones y distancias, otro de los problemas fue el del acceso a la información. Las campañas de diseminación del TSE fueron escasas y llegaron demasiado tarde, según algunos de los migrantes consultados. A pesar de eso, algunos, con el instinto de supervivencia que los ha guiado durante los años que han vivido en Estados Unidos y a veces con alguna ayuda de la suerte, se aventuraron a viajar a Queens para votar. Es el caso de la señora Lili L., una mujer fibrosa, de pelo blanco recogido en una trenza corta y sonrisa amplia que llegó a la Avenida Roosevelt dispuesta a expresar su voluntad electoral aun sin tener demasiado claro que haría al tener la papeleta enfrente, si anularía, la dejaría en blanco o escogería a un candidato o candidata diferente a Carlos Pineda, uno de los aspirantes al que las autoridades guatemaltecas bloquearon la participación.
Lili vive en Long Island, a una hora de Queens en carro, y había viajado a su pueblo de Jutiapa en abril para visitar a la familia. De ahí se trajo la camisa roja que vestía el domingo y la recomendación de sus familiares de votar por Pineda. A pesar del bloqueo a su candidato, Lili decidió que votaría. No fue fácil: habló al consulado guatemalteco en Nueva York para pedir información sobre los centros de votación pero nadie le contestó. Alguien le dijo que había un link en la página del TSE en el que podía consultar incluso en qué mesa le tocaba votar, pero ella no tiene tiempo de navegar internet, lo suyo son Facebook y chats de WhatsApp en el celular. Fue ahí, en un chat, donde alguien puso la semana pasada las direcciones de los dos centros de votación en Queens.
Lili llegó poco después del mediodía al centro de votación conocido como Bula, en el 57-10 de la Avenida Roosevelt, un cónclave de migrantes en Queens. Un empleado del tribunal la recibió y, solícito, le pidió el documento de identidad, que ella ya había actualizado para poder votar en Estados Unidos. No era en ese centro, sino en el otro, el de Sisa Pakari, ubicado unas 13 cuadras al oeste. Lili decidió caminar hasta allá.
Antes de entrar donde sí estaba registrada, la mujer se topó con varios paisanos que comentaban frente a la puerta del centro de votación. Uno de ellos le mostró el dedo índice de la mano izquierda, manchado. “¿Ya votaste?”, preguntó la mujer. “Sí, nulo”, le contestaron.
Si el abstencionismo fue el gran ganador en Estados Unidos, el lejano segundo lugar fue para los votos anulados: 551 votos de los 1,443 emitidos fueron nulos. Los que sí votaron por alguno de los binomios pusieron en primer lugar a Zury Ríos, con el 12.13%; luego a Edmond Mulet, con el 11.9%; y en tercer puesto Semilla, con 11.4% de preferencias.
Quien entraba a los centros de votación en Queens, sin embargo, se encontraba con un ambiente distendido, casi alegre. Al inicio del día, los ánimos estaban incluso encendidos.
En el centro Bula, el más pequeño de los dos, el primer votante llegó a las 8:30 de la mañana, menos de una hora después de la apertura. Jorge Bethancourt, de 21 años -16 de ellos en Estados Unidos-, fue quien debutó como votante; cuando entró, rodeado de los voluntarios que poblaban el lugar, lo recibió un aplauso nutrido, que el agradeció con una risa sonora. El ritual se repetiría a lo largo del día en los dos centros de votación, con menos estridencia conforme avanzó el día: aplausos y hurras para los votantes.
Las horas pasaron sin mayores contratiempos, un votante cada varios minutos repetía el ritual de mostrar su documento, recibir su papeleta, marcarla y devolverla a la bolsa de plástico colgada al frente de las mesas. A una hora del cierre, dos supervisores del TSE dieron las últimas instrucciones para recoger el material electoral y elaborar las actas respectivas. Había cansancio. La jornada se extendió un par de horas más, que los digitadores tuvieron que esperar hasta las ocho de la noche, por orden del tribunal, para salvar la diferencia horaria e iniciar el envío pasadas las 6 de la tarde hora guatemalteca. Lo demás ya es historia: la debacle de Zury Ríos y los otros candidatos prosistema, la sorpresa de Bernardo Arévalo y Semilla, que inició en segundo lugar en los primeros conteos y nunca se bajó de ahí, y la inmensa cantidad de nulidades, que en Estados Unidos fueron aún más.
Terminó el domingo. Afuera de los centros de votación en Queens, la vida continúo como siempre. Buena parte de la Avenida Roosevelt, donde se ubicaron las urnas guatemaltecas, está cubierta por la gigantesca mole metálica sobre la que se desplaza el metro de la ciudad de Nueva York, en esta parte por encima de la calle. El ruido del tren es constante y se mete en las conversaciones, pero no las apaga nunca. Aquí, las pláticas no son inglés; se oye el español con acentos centroamericanos o caribeños, se habla coreano y farsi.
Así, como todos los días, seguirá la vida para los guatemaltecos de Queens y para los que, desde otros lugares, llegaron a esta esquina de Nueva York a votar para conectarse al país que dejaron hace 10, 16, 20 años y el que los sigue viendo desde lejos.