Por Edgar Gutiérrez Girón
Análisis de situación
¿Podemos asistir a un proceso electoral libre y relativamente competitivo sin Estado de derecho? No. Sería pedirle peras al olmo. No expreso una actitud de resignación, ni pretendo descalificar a priori. Las elecciones sucias son el resultado de la demolición de las instituciones de la República y el asalto que tenazmente dirigió Giammattei acompañado coralmente por el Pacto de Corruptos.
El Tribunal Electoral ha estado en la mirilla crítica y bajo copiosas opiniones despectivas desde hace meses. Y con razón. Compras millonarias sospechosas por opacas, onerosas y superfluas. Adquisición de tecnología para transmitir y almacenar los escrutinios, cuya administración suscita desconfianzas. Integración de Juntas Electorales inexpertas (8 de cada 10), y lo más grave es que muchas encierran conflictos de interés porque se admitió a representantes y empleados de empresas contratistas. Denuncias -por supuesto, no investigadas por el MP- sobre presuntos sobornos sistemáticos del Gobierno Central a los magistrados (Q 50 mil mensuales, dijo en febrero el diputado Mario Taracena).
Ni que hablar de las decisiones arbitrarias para calificar y descalificar candidatos. Las más notables, Thelma Cabrera/Jordán Rodas y Roberto Arzú. Nueve días después de la proclamación del binomio del MLP, el oficioso PDH, Alejandro Córdova, se sacó de la manga una denuncia contra su antecesor, la cual mandó a la Contraloría y es tratada como materia esotérica en todas las instancias capturadas. El caso de Arzú tampoco tiene pierde: pagó la multa según el propio TSE, pero el día que el pleno debía enmendar, no hubo quórum, solo dos magistrados se presentaron.
Y qué decir de la extensa lista de candidatos a diputados y alcaldes inscritos a pesar de su afiliación para nada oculta en las estructuras del narco y de las consuetudinarias prácticas de corrupción y blanqueo de activos. El Tribunal mide con distinta vara a los aspirantes y cuando los funcionarios han querido pasarse de listos, no tienen más recurso que las resoluciones cantinflescas.
El Pacto está de plácemes. Los de la foto tienen fija la inscripción y se reparten las primeras casillas del Congreso entre los ocho partidos satélites y un poco más allá. Se han garantizado esas posiciones en el mercado oculto -pero obvio- de la subasta. El dinero no es problema, pues en tres años han tenido chance de ahorrar. Entre caletas y engranajes de firmas contratistas del sector público, por primera vez no hay préstamos externos. Las redes políticas de corrupción financian a los suyos, y los narcos a los propios.
¿Puede salir el juego perfecto, sobre todo cuando las ambiciones son desmedidas y las plazas finitas? En la disputa por la Presidencia de la República están sobre la balanza al menos dos egos -Zury Ríos y Sandra Torres- y la convicción que las acompaña de que son las legítimas herederas. El resto de los candidatos están preparados para recibir premios de consuelo (algunos pueden resultar hasta más jugosos), excepto los urgidos de inmunidad ante el riesgo de las extradiciones.
Giammattei y Martínez siguen con Conde como plan “a” y el reto, nada sencillo, es colarlo como el camello bíblico en el ojo de la aguja. ¿Se resignarían Ríos y Torres conociendo que las máquinas del casino están arregladas? El plan “b” es Torres, aun habiendo hecho la plana para ganarse ser el “a”. Aunque el escrutinio fuera limpio, Ríos y su gente no tragarán camote de primas a primeras conociendo la trastienda del casino.
Anular el Estado de derecho sirve cuando hay una defensa corporativa de intereses mafiosos y el enemigo externo está identificado con nombre y apellido para su neutralización. Pero, para la repartición de la torta, el asunto se pone cuesta arriba. Deben crear sus propias normas, decidir quién las arbitra y aceptar conformes las decisiones. De lo contrario tendrán problemas.
Ahora, si lo logran estarían superando al PRI de la dictadura perfecta, que fue una entidad corporativa centralizada. Sería el ominoso aviso de que la noche negra que ha caído sobre Guatemala será larga. Significa que el Estado mafioso-corporativo maduró y es capaz de producir su propia gobernanza.