Créditos: Prensa Comunitaria.
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Por Miguel Ángel Sandoval

En Francia que arde en cólera, lo que hay es un proyecto de recortar la edad de jubilación y por esa vía, aumentar las cuotas a pagar para el mismo, que tienen origen en compromisos de Macron con la UE, para mantener el déficit fiscal en un 3% sin afectar las cifras económicas de cada país. Ocurre que, en Francia, lo que hace Macron es pretender cargar sobre las espaldas de los trabajadores este ajuste financiero, sin detenerse a pensar que si algo es profundamente respetado en ese país son los derechos laborales adquiridos por generaciones, que no pueden ser destruidos por una gestión, encima mediocre, como la de Macron.

Pero el asunto de fondo es que no se puede pasar sobre la voluntad de las mayoras una reforma que afecta a todos los habitantes de ese país. Y esto es lo que hace Macron. No entendió para nada y e nada la historia de las luchas sociales en Francia. Como decía un manifestante: voté por Macron contra Le Pen, pero no para esto que está haciendo. En Francia hay opciones. Hoy la principal es dejar en las gavetas la reforma de Macrón, y a continuación, entender que no se puede vivir si el gobierno favorece a la capa de mayores ingresos, y les rebaja impuestos. Adicional está el gasto militar, que la gente se pregunta con razón, ¿Para qué? Pues 400 millardos de Euros, no son cualquier cosa. Menos para apuntalar una guerra como la de Ucrania por seguir las ordenes de EEUU vía la UE.

Es un hecho que Francia e Israel, son dos países con sistemas de gobierno diferentes, con historias distintas, con intereses que no podrían nunca ser los mismos, pero hay un dato en común que parece relevante discutir. En los dos países -que se reclaman de democracia liberal- hay temas que se pretenden resolver de espaldas a la gente, sin su participación y menos con su consentimiento. Y en verdad, una de las herramientas de la democracia, es la participación de la gente en todo. Es obvio que en ocasiones y así ocurre de manera general, es vía la representación, pero, hay ocasiones en donde la representación queda limitada ante las demandas sociales. Es el caso hoy en Francia e Israel.

Los israelís salieron a las calles en protesta ante una reforma al sistema judicial que buscaría limitar las funciones de la carrera judicial para dar mayor poder de intervención al estamento político. Si existe de por medio la corrupción, este tipo de medidas son contraproducentes. Es lo que vemos, en primera aproximación a los temas judiciales que llevan a la gente a protestar de manera masiva en varias ciudades de Israel. Obligando a Netanyahu a retirar su propuesta.

Ahora, desde diferentes escuelas de pensamiento se dice, con la mano en la cintura, que, en Francia, dos años más de labores es nada, que es una pena que los trabajadores franceses se levanten y quemen los depósitos de basura, etc. Sin darse cuenta que eso que Macron aprueba a puro chaleco, es algo en contra del conjunto de la sociedad que harta, dice basta. Estirando el argumento, se podría decir que, si aquí se suprime el sábado como día feriado y se opta por trabajar el sábado por ley, aprobada por el congreso, unos estarían de acuerdo, pues un día mas no es nada, y otros iríamos a las calles para defender uno de los pocos derechos laborales que nos quedan, luego de la oleada neoliberal en el país.

Y el gran tema es que la democracia no puede ir en contra de la gente, aún con el hecho que exista la representación que se otorga a determinadas instancias, como el legislativo o el poder judicial. Pero esto no puede funcionar a la fuerza, sin consensos sociales, con expresiones de fuerza o de corrupción. Es un debate sobre los límites de las instituciones y la legitimidad de las medidas que se adoptan. Y como gran actor en esto, la sociedad organizada que participa, protesta y demanda para que la democracia tenga otros resultados y otros beneficios para la gente, no solo recortes, limitaciones, perdidas democráticas. Reflexiones este hecho.

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