Dilemas de la sucesión presidencial

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Créditos: Opinión Edgar G
Tiempo de lectura: 3 minutos

Por Édgar Gutiérrez

El Pacto de Corruptos tiene un problema no resuelto de sucesión presidencial en estas elecciones. Si la decisión dependiera de Giammattei y Luis Martínez, el próximo presidente sería su candidato, Manuel Conde. Pero la campaña (anticipada) de Conde levanta cero entusiasmos, a pesar de los millonarios recursos públicos que le han inyectado.

La sucesión es problema para Giammattei y Martínez, pues desconfían de los candidatos con chances de ganar. De los cinco aspirantes, por ahora quedan tres: Zury Ríos, Sandra Torres y Edmond Mulet. Solo Torres no ha roto filas con la alianza oficialista. Ríos se corrió de la mano de los Unionistas desde finales de 2022, pero sin aspaviento. Mulet no pertenece al Pacto.

Así que, en el escenario ideal del primer círculo de poder, en el balotaje estarían Torres y Conde, lo cual es altamente improbable. Y si llegara a ocurrir, los candidatos perjudicados alegarían fraude -la palabra más repetida en las redes sociales-, insertando en plena campaña un factor de inestabilidad. Una partida de nacimiento ilegítima del nuevo gobierno pondría en riesgo los notables logros de impunidad y corrupción alcanzados por el Pacto, a costa del Estado de derecho, las libertades civiles y políticas, y la reputación internacional.

Los representativos del estatus quo que no corren electoralmente se sienten cómodos con Ríos y Torres. Se aprecia en la copiosa campaña anticipada en la TV abierta, donde son promovidas ellas dos y Conde. Los intereses del estatus quo quedan a buen resguardo y se garantiza la continuidad de la agenda de gran corrupción, impunidad y regresión democrática; por lo demás, no tienen otra. Al menos dos representativos se han ofrecido como garantes de que Ríos no perseguirá Giammattei si finalmente instruye a la CC para que ella corra, a pesar de las tres resoluciones contrarias de la Corte en los últimos doce años.

La brecha Giammattei-Ríos es decisiva para la salud del Pacto y se saldará antes del 25 de marzo. Giammattei ha ostentado el poder político total sin objeciones. Y Ríos es un poder en ascenso, pero con la debilidad de un anti-voto duro relativamente elevado. La brecha entre ellos no se expresa por ahora en confrontación. Ríos está inscrita en el TSE y corre con amparos provisionales de la CSJ y la CC. La cuestión es si los amparos quedan en firme.

Si es el caso, no quedará claro si fue por la voluntad de Giammattei ateniéndose a los garantes, o porque Ríos le arrebató sutilmente el control de las Cortes (en medio de los altibajos de su enfermedad), sobre todo si la CSJ y la CC la respaldan. Pero si es vetada en la CC, será claro que Giammattei aún manda y no le importa perturbar un sector del estatus quo si él procura su propio blindaje de impunidad y el de Martínez, anticipando que puede acudir a medidas excepcionales.

Si Giammattei carece de un candidato presidencial fuerte, ¿con qué recursos sí cuenta? El más importante es el dinero -cuya fuente es la corrupción de recursos públicos- para fondear de manera abundante varias campañas a la vez. Mis cálculos son que el acumulado para esos fines en los últimos años equivale a 5 millardos de dólares, una cifra sin precedentes. A eso se suma el dinero que indirectamente ha colocado sobre la mesa de casi 200 alcaldes y decenas de consejos de desarrollo. En consecuencia, ha filtrado suficientes candidatos afines con chances de ganar curul en por lo menos ocho partidos.

Otro recurso relevante es el de las redes de corrupción y crimen con presencia clientelar y poder de intimidación en varios distritos. Aparte de la estrategia de desconcentrar candidaturas en partidos satélites, su propio partido, VAMOS, absorbió buena parte de las estructuras mediante la fusión de hecho con la UCN. El tercer recurso es el que ha exhibido durante los últimos años: control absoluto de las instituciones, sea para fines de gran corrupción (CIV, MIDES, MINEDUC, MINGOB, MINDEF y otros), impunidad (sistema de justicia) y persecución política (MP y DIGICI).

Para gestionar esos campos, cuenta con un aparato altamente centralizado, que hasta diciembre de 2020 se conoció como Centro de Gobierno, y que ahora, sin identificación oficial en el organigrama del gobierno, constituye el CIACS más poderoso del periodo.

Y, sin embargo, todos estos recursos pueden resultar inútiles si, simbólicamente, en los próximos meses se instala en el imaginario de las múltiples redes del Pacto la antigua convicción de que “¡El rey ha muerto! ¡Viva el rey!”. Si es el caso, sus operadores leales hasta ahora, con sus eficaces estructuras de corrupción, se correrán discretamente hacia la nueva sombra.

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