¿Cómo sobrevivimos sin el agua?

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Créditos: Prensa Comunitaria
Tiempo de lectura: 3 minutos

Por Pablo Sigüenza

Nunca el sentido común ha sido tan amplio y acertado como cuando se habla del agua. Las personas de cualquier estrato social, de cualquier pueblo del mundo y de cualquier cosmovisión saben, sin duda alguna, la relación directa que existe entre el agua y la vida. La experiencia humana con el agua se produce incluso en el útero materno y desde el día de nuestro nacimiento los cinco sentidos reciben la vivencia del agua, la registran en la memoria de la piel y el cuerpo. Nos sabemos, consciente e inconscientemente, hijos del agua. De ella depende que estemos vivos. ¿Quién puede negar esta verdad?

Para algunos pueblos y culturas del mundo el agua, además, tiene un carácter sagrado. El agua es una esencia sagrada. Esa sacralidad viene del hecho de ser fuente y sostén de la vida. Posibilidad de la existencia de animales, plantas y demás seres vivos. El origen mismo de la vida, según muchas visiones del mundo, inicia en el agua, como también lo asegura el conocimiento científico occidental.

La vida diaria está determinada por la existencia del agua. El cultivo y la preparación de los alimentos, la limpieza de los espacios de habitación, transporte y trabajo, el consumo de agua potable, los procesos industriales. Si el agua es tan importante en el pensamiento y en el uso práctico para todos, ¿por qué no es prioridad su uso razonable, su cuidado? ¿Cómo crear acción colectiva en favor del agua, que es, al final de cuentas, acción colectiva en favor de nosotros mismos?

En las redes sociales vemos fotografías del lago de Atitlán, del Río Dulce, de las pozas de Semuc Champey. Estampas de belleza escénica innegable. Pero son casi inexistentes las fotografías de ríos secos o contaminados, aunque el problema de la contaminación hídrica se produce en todas las regiones del país. El lago de Amatitlán con sus toneladas de desechos, no es estampa para las redes sociales y tampoco es destino deseado para paseos idílicos. Negar la crisis hídrica nacional parece ser mejor que enfrentarla. ¿Puede la sociedad guatemalteca ser sujeto activo por la recuperación y cuidado de los grandes cuerpos de agua? ¿Podemos hacer uso estratégico de los conocimientos diversos que existen en este territorio para garantizarnos a todos el acceso sano y constante del agua?

En las ciudades, justo durante los primeros meses del año, son recurrentes y más graves los padecimientos de las familias de colonias populares por tener acceso a agua. En Ciudad de Guatemala, desde la zona 18 hasta la zona 21, se producen manifestaciones populares que exigen a las autoridades que accionen para resolver la problemática. El servicio de agua potable municipal no llega, se cae en la necesidad de comprar agua en pipas, y cuando no hay dinero para pagar el gua, ¿qué se hace?

En las comunidades de diversos territorios, las poblaciones se enfrentan a problemas mayores en cuanto al acceso al agua. En muchas realidades no hay infraestructura mínima para el acceso al agua, las distancias entre las fuentes de agua y la población son lejanas, y dependiendo de la ubicación geográfica, estas fuentes de agua están expuestas a procesos crecientes de contaminación.

Sumando a esto se producen ciertas dinámicas que, determinadas por la nula regulación estatal, hacen que al acceso al agua sea desigual e injusto. Son cada vez más evidentes las denuncias, ante autoridades y ante la opinión pública, de comunidades que demandan a empresas de diversa índole por el desvío y contaminación de ríos. Beneficios de café que desechan el aguamiel que se genera en el proceso de beneficiado a los ríos, fincas de monocultivos extensivos que desvían el caudal del río para riego de su producción dejando sin agua a las poblaciones que subsisten de ese río, industrias que vierten sus desechos a los ríos, todo el boom inmobiliario que también lanza a barrancos y ríos el ripio y otros desechos de los procesos de construcción, hidroeléctricas que secuestran el río para la generación de energía eléctrica. La sociedad y el Estado deben generar de nuevo la capacidad política para regular todas estas prácticas nocivas para el ambiente y las fuentes de agua.

Frente a la crisis por el acceso al agua que es una de las manifestaciones de la crisis civilizatoria es necesario volver al sentido común de priorizar el agua frente a cualquier proceso de lucro. Es necesario pasar a la acción colectiva, a la organización comunitaria, de barrio, de iglesias, de espacios de trabajo. Volver a la conciencia y al sentido común. Volver al agua.

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