¿Fiesta cívica o fiesta trágica?

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Créditos: Prensa Comunitaria
Tiempo de lectura: 3 minutos

 

El mitin se convirtió en un TikTok. El ideario de un partido, cuando lo tiene, se convirtió en márquetin, la militancia de los partidos se transformó en acarreados, que igual van al acto de un partido como de otro.

Por Miguel Ángel Sandoval

No es un asunto menor. Resulta que, durante los últimos años, la idea de las elecciones como la fiesta de la democracia ha venido a menos. El interés se pierde de elección en elección, de engaño en engaño. El espacio para la fiesta cívica de hecho ya no existe, a pesar de que, algunos medios y personajes, viven con la idea de hacer, cueste lo que cueste, la fiesta del día de las votaciones. Son marimbas que por un día tocan a gusto, pero….

Hay en ello, explicaciones o intentos para el fenómeno de la conversión de la fiesta en farsa, de la epifanía en pesadilla. Hace años en una obra de teatro se anticipaba el fenómeno. El benemérito pueblo de Villa Buena se denominaba la obra, de Víctor Hugo Cruz, él la había dirigido y puesto en escena. En la obra, la crítica no era muy directa o abierta, quizás con metáforas un tanto obvias. Ocurría en un pueblo en donde finalmente, la gente se divertía a pesar del engaño.

Ahora ya no. El mitin se convirtió en un Tik Tok. El ideario de un partido, cuando lo tiene, se convirtió en márquetin, la militancia de los partidos se transformó en acarreados, que igual van al acto de un partido como de otro. Total, reciben una camiseta o una gorra por cada actividad y en la actualidad bien puede uno salir del evento con una colección de varios colores.

Pero eso es la forma, la utilería. El fondo es trágico. La verdad es que los partidos políticos o mejor, el sistema de partidos está agotado. Los partidos no son en verdad partidos. Desde hace unos 30 años al menos, la idea que gana terreno es la que no existen ideologías y todas las denominaciones del siglo XX desaparecieron y con ello la lucha de ideas paso a mejor vida. Se impuso una suerte de pensamiento primario y la mediocridad en eso que denominamos partidos políticos. Hay por ahí alguna excepción, pero la mayoría no califican.

Sin ideología, sin valores, sin principios, sin programa, sin militancia, los partidos derivaron en cascarones. Buenos para un zurcido o para un cosido. Es decir, para todos los usos, menos para la función política pública. Es por ello que la fiesta se convirtió en farsa. No es casual el uso de nombres a cuál más imaginativos pero que no expresan adscripción a una corriente ideológica o política. Es el recurso del nombrecito jalador o llamativo. El colmo es el de uno que se denomina paquidermo, una especie animal que no existe en nuestro país.

En la constitución de los llamados partidos políticos, encontramos que las listas de afiliados se compran o se venden, que las asambleas se falsifican, que hay observadores que van a unas de las denominadas asambleas y las califican, pero a otras no asisten y también las califican. El tema es que, unas las califican mal de oficio, y otras, bien de oficio. A unos candidatos los inscriben con irregularidades incluso constitucionales y a otros los rechazan, sin irregularidades. Los premios y castigos de los grupos que están a favor del régimen o los que lo critican. Y luego los recursos legales, que unos pasan el filtro y otros no. Y unos son aprobados y otros denegados. La farsa absoluta.

El tema de fondo es que hace falta una reforma absoluta de la ley electoral y de partidos políticos. Siendo la primera que se separen las funciones electorales de aquellas jurisdiccionales, como es común en la mayoría de países. A esto se deben agregar partidos que tengan ideología, programa, militancia. Esto debe ser complemento necesario de una nueva constitución política.

Y en lo que toca a los partidos, que se termine de una vez con el transfuguismo, con las campañas a base de financiamiento privado, que los partidos que sean en verdad partidos, sean financiados por el estado, en donde cada partido tenga un instituto de formación obligatorio, que tengan programa, estatutos, asambleas claras, y una serie de cambios entre los cuales, voto personificado, no por lista, para finalmente poder contar con una fiesta política en democracia y no una farsa en una gran finca.

Finalmente, se deben establecer con claridad las razones para inscribir o no inscribir a los partidos o sus candidatos. La ciudadanía no puede vivir en la incertidumbre ni pensar que las instituciones solo premian al corrupto, y que encima se viola la constitución, solo para dar gusto a un sector avalado por la corrupción y la impunidad. No es posible pensar que sea a ojo de buen cubero, a petición de sectores poderosos de las elites, del tipo que estas sean. Merecemos vivir en paz, y tener un poco de confianza en las instituciones, no como ahora.

 

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