Créditos: Nelson Chen
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El 17 de noviembre de 2022 falleció Gilberto Morales Trujillo, miembro de diversas organizaciones revolucionarias durante prácticamente toda la guerra civil en Guatemala. En entregas anteriores compartimos pasajes de su infancia y juventud. En esta última, recuerdos de momentos vividos por el Partido Guatemalteco del Trabajo-Partido Comunista (PGT-PC) a finales de 1983.

Por Rolando Orantes

El hecho es que un día, yo no sé si te lo he contado porque eso lo supe después por boca de alguien, de otra persona, venía un oficial del ejército, de alto grado, con su asistente, y entraron por la subida a Villalobos. Un poco más arriba vieron un carro que al asistente le pareció sospechoso, y se puso a buscar en las listas de carros que tenían ellos reportados y encontró la placa, entonces le montaron un seguimiento. En ese momento Miguel estaba en la cevichería El Manaque, donde estaba Manuel, estaba Omar, estaba Roberto, y había otro patojo, Carlos, que fue estudiante de arquitectura; por cierto que nunca supe más de él, era un muchacho muy valioso. Y cuando entró Miguel, —Miguel venía en pantaloneta, Miguel había adelgazado terriblemente porque supuestamente se preparaba para ir a combatir a El Salvador; él no había ido pero sí habían ido otros de su grupo— en ese momento Miguel entró a la cevichería El Manaque y vio a aquellos y se quedó así como indeciso qué hacer, entonces Manuel lo invitó a que se sentara en la mesa, y se pusieron a hablar las pendejadas que habla uno cuando está echándose los tragos. Pero en un par de ocasiones Miguel, no te sé decir cuántas exactamente, el… un cabrón de él, Guillermo era su seudónimo, le decían no recuerdo cómo, ahorita me recuerdo.

Tatú.

Sí, exactamente. Él llegó una o dos o tres veces a darle informes a Miguel. Manuel dice que eso lo hace sospechar de que andaban metidos en un operativo en ese momento. Y Miguel había escogido como centro de operaciones El Manaque (risas), no hay otra explicación.

Después de que estos lo controlan le montan un operativo, capturan a Guillermo. Éste los lleva al Manaque. Entonces ingresa al Manaque —obviamente esto tuvo que haber sido pensado y medio planificado anteriormente—, entra un grupo de esbirros, de sicarios, armados con fusiles al Manaque y sacan a toda la gente con patadas y gritos y la chingada, y los forman en la acera. Y desde adentro de un carro, que se describe como un carro beige, sedán, de cuatro puertas, se oye que señalan “a ese de la pantaloneta”. Y entonces van a jalar a Miguel. Lo interesante es que sólo jalan a Miguel y no jalan a ninguno de los demás compas.

Entonces se lo llevan, se van como en el sentido de la vía de la avenida digamos, la 9ᵃ avenida, hacia Mariscal y luego regresan, y doblan de nuevo sobre la Roosevelt sería, y se pierden para ahí. El comentario entonces es que iban a la Politécnica, que era donde tenían una casa de tortura y etcétera.

***

El periódico [Claridad] fue idea de tu papá. ¿Ves?, esa es otra vuelta a la tuerca tirando hacia lo político, porque ellos [la gente de la Comil] no tenían periódico. Entonces tu papá con su experiencia de Inforpress armó un periódico que rompía con la ortodoxia de los periódicos de las organizaciones, a nivel de formato y a nivel de contenido. A nivel de formato las organizaciones lo que hacían era una hoja bond doblada y engrapada, impresos con mimeógrafo, o bien con pantógrafo, que era una gelatina donde vos ponías un esténcil especial. Después de cierto tiempo despegabas el esténcil y en esa gelatina quedaban impresas las letras en negativo, entonces ya ponías el papel, sobabas y salían en positivo.

Vos para leer los comunicados de los compas no se entendían, mano. Yo recuerdo que una hermana mía me dijo algo que me llamó la atención, la más vieja de todas mis hermanas. Cuando Ixim [Movimiento Revolucionario del Pueblo Ixim] hizo una acción y sacó un documento, me dijo “fijate que lo que más me sorprende de estos muchachos es que cómo se entiende lo que dicen” (risas). Porque lo que escribían los otros cuates, puta madre, no había por dónde.

Y entonces en este periódico se trataba de manejar la cosa más coloquialmente. Rompiendo también obviamente con aquellas mierdas ileíbles, porque legibles eran pero leerlas… sólo por alta convicción revolucionaria (ríe). Y entonces lo que me recuerdo es que tenía una sección que se llamaba Chapinzazos, mal escrito porque debía haber sido Chapinazos. Ese periódico era como la apertura digamos a ese viraje político.

***

Hablabas de que preferías tareas más prácticas. ¿Como qué?

Por ejemplo, yo puse un taller de herrería, y esto tenía el objeto de hacer buzones [escondites para almacenar armas y otros materiales]. Me metí a investigar para la fabricación de explosivos, concretamente de clorato de sodio. Al que se podía acceder entre comillas, porque era muy difícil, era el de potasio. Pero yo lo hacía de sal. Lo más inmediato es lo que se llama dinamón, que es clorato de sodio, carbón vegetal y polvo de aluminio. Es un explosivo fuerte: el clorato de sodio, que es el explosivo propiamente, el carbón vegetal, que sirve para la combustión, y el polvo de aluminio para aumentar el calor. Entonces eso suelta gases, y si lo tenés atrapado explota.

La madre de mis hijas era una mujer con mucho dinero, y ella compró una granja. No fue con dinero de ninguna organización, sino compró una granja para que ahí hiciéramos clorato de sodio. Yo empecé haciendo experimentos en la casa donde vivíamos en la ciudad, pero esa cosa soltaba una serie de vapores tóxicos, y ahí me tenías corriendo con mi hija para el patio, mano (risas). Entonces compró esa granjita y, ni modo, había que darle pantalla, entonces ahí yo era Don Carlos, el granjero. Hasta un tractorcito compramos (risas), un laboratorio para análisis de suelos. Hasta la fecha los campesinos de ahí creen que yo era un diligente productor. Piñas creo que sembré. El problema es que sembraba las piñas y como no sos de ese rollo pues se te pudrían las piñas… Tomates también.

***

¿Cuál era tu plan, si te capturaban?

Bueno, si me captura… En primer lugar mi protección era ser riguroso en las medidas de seguridad, porque no siempre andás armado, pero ya en el último tiempo… bueno, si te sucede en un enfrentamiento pues bueno, cumplir con lo que tenés que cumplir. Ahora, ya al final, ya con la persecución continua encima de nosotros, yo conseguí ocho… creo que seis u ocho cápsulas de cianuro, y las repartí entre la gente y le di una a la madre de mi hija —sólo una hija teníamos—, porque era preferible morirse antes que irse a morir o muy lentamente en la tortura física y sicológica, o morirte moralmente que de repente es peor. Es decir, todos sabíamos que potencialmente podíamos torcer el brazo y hablar, por lo menos yo creo interpretar esta sensación de los compañeros, es decir “no hay que llegar a ese punto, hay que acabar antes”.

¿Dónde conseguiste cápsulas de cianuro?

Pues yo tengo un compañero de hace muchos años cuya esposa era química bióloga, entonces le hablé a él, él le habló a ella, y cuando me las entregó fue toda una ceremonia, y yo entendí ahí que uno pide las cosas, así, pero la gente, es decir, ella dijo “a saber a cuántos voy a matar vía mi condición de química bióloga”. Entonces cuando me la entregó me explicó cómo estaba diseñada. Estaba diseñada para matar una gente en dieciocho segundos, una gente que pesara doscientas libras. Pues una vez cumplida con esa tarea profesional ya empezó a buscar… “No se lo vayan a tomar nunca, que nadie esté en esas condiciones”.

Entonces mi plan era ese. Yo salía a la ca… Primero no salías a la calle, y cuando salía a la calle salía con… en un portafolios llevaba pues una Browning, tres tolvas, es decir una puesta dos fuera, una Mk 2, que es una granada, y finalmente la cápsula de cianuro. Entonces el plan, que afortunadamente no se dio…

Perdón por darle vueltas a algo tan sencillo, ¿pero dónde traías la cápsula?

El cianuro es un gas, entonces de alguna manera lo estabilizan con una especie de gelatina, que eso es lo que te dan en la cápsula. Entonces yo lo protegía con una bolsita de plástico, y muy accesible.

En la bolsa de la…

En la bolsa, en la bolsa de aquí, porque ahí estaba cerca.

***

Pues Miguel continuamente en las chupas, cuando teníamos buenas relaciones, siempre a manera de comentario decía “muchá, si a mí me atoran, si a mí me capturan yo les doy veinticuatro horas y váyanse porque a las veinticuatro horas empiezo a hablar”, y se sonreía. Esos eran temas tabús entre nosotros, me entendés. Es decir, no hablábamos de ellos porque cada uno llevaba su propio entierro por dentro, es decir, cómo putas me tocaría enfrentar eso, y cómo lo superaría.

Después cobra sentido eso de la amenaza de Miguel, porque finalmente venía resultando ser una amenaza, fuera de que la práctica era que caía alguien y todos nos perdíamos lo más rápidamente posible. Como que no venía al caso estar repitiendo eso.

El hecho es que lo que me cuentan después, alguien que tuvo la información del mismo coronel que lo capturó, es de que este coronel llevaba una chumpa y en la chumpa había un letrero, no sé qué letrero sería. Capturan a Miguel, se lo llevan y lo dejan en un cuarto, sin interrogarlo, sin nada de nada. Entonces Miguel empieza a gritar el nombre que llevaba pintado en la espalda el coronel. Entonces regresa y le pregunta:

—Mirá vos, ¿qué querés?

—Mirá vos, hablemos, —le dijo.

Y a partir de ahí empezó a soltar la información. Es decir, no fueron veinticuatro horas. Fueron minutos, en términos de media hora, una hora casi. Porque cuando yo supe eso, que debió haber sido lo más una hora y media después, fui a hacer un reconocimiento del lugar y ya no estaba el picop. Es decir, habían entregado el picop, el picop que llevaba Miguel, no el picop que estaba usando el otro. Si se hubiera quedado el picop ahí decís bueno, este cabrón no entregó nada, pero de entradita ya ves que no está el picop dices puta, pues, y hay que…

***

Saúl era el responsable del Regional de la Costa Grande del PGT-PC, que tenía que ver con el aparato de frontera, es decir cuando había que entrar, salir o entrar o meter cosas pues él se ocupaba porque él tenía los contactos en la frontera, y él funcionaba en la costa, en Suchitepéquez, en Retalhuleu.

Entonces estaba vivo tu papá, estaba vivo Manolo. Es decir, no nos habían golpeado a ninguno, de la dirección, él es el primero que cae, de la dirección. Fueron y tuvieron una reunión, pero él quería bañarse, había viajado y estaba en la costa con calor y salió a comprar un jabón. Cuando sale a comprar el jabón lo capturan. A Saúl ya lo habían capturado una vez y lo habían metido preso, y esa vez también hizo resistencia. Cuentan los vecinos que para podérselo llevar lo tuvieron que privar de conciencia a golpes. Y entonces no regresó a tiempo, no regresó a tiempo.

Nos reunimos. En el edificio El Centro había un comedor de carne de Tambasco. Nos reunimos ahí, nos tomamos una cerveza. Entonces dije “voy a ir a ver, voy a ir a ver a la casa de Saúl“. Entonces aquellos se cambiaron y se metieron a una cafetería china. Ahí quedamos de vernos.

Yo fui a traer mi arma, porque andar armado era algo que iba en contra de la seguridad también, porque vas en la calle haciendo cualquier cosa, te paran y entonces tenés que combatir, sin necesidad. Pero si vas a hacer algo concreto, pues tenés que ir… Yo me imaginaba que probablemente la casa podía estar tomada. Entonces fui por mi arma, llegué a la casa y me encontré con la compañera, y ya platicamos. Le dije:

—Mirá, ¿y aquél qué?

—Pues tenía que venir, ayer, antier.

Total que yo ahí me formé absolutamente el criterio de que él había caído, y cuando regresé a donde estaban los demás empecé a darles mi criterio, pero yo tenía la esperanza y la necesidad de que me contradijeran. Entonces les dije “no, no, no, les cuento al costo lo que hablé con la compañera y entonces ustedes sacan la conclusión”. Entonces dice Manuel “pues a aquél lo prensaron, muchá”. “Pues sí, lo prensaron”.

Entonces ya nos fuimos cada uno por su lado. Yo me fui con tu papá, y yo le insistía que nos echáramos los tragos. Estábamos sentados en un lugar y dije “puta, pues si a mí me afecta mucho…” No quería echarse los tragos. Tu papá eso era una cosa absolutamente extraordinaria. Me dijo: “no vos, porque a mí me afecta mucho la muerte de aquél”. Y yo quería chupar por la muerte de aquél, y ahí ya no me aguanté y me puse a llorar. Entonces ahí me medí cuánto me había afectado la caída de Saúl.

***

Ya con la cosa jodida encima, que Manuel se estaba haciendo el loco en atender a su gente, Manolo los empezó a atender, y van en moto a una reunión, que es por ahí por la Avenida Elena y zona 1, que son tres avenidas, tres aveniditas. Y entonces estos van, llegan y parquean la moto en una esquina y se van a la reunión. Cuando regresan Adalberto y Manolo, que eran los que iban en la moto, Adalberto quien manejaba y Manolo que iba atrás, una pánel blanca que fue el carro operativo que usaron para todo, incluso en esa pánel blanca iba cuando mataron a Manolo, les llega y pega el frenazo a la par y se abre la puerta corrediza y se bajan. Y entonces uno se va sobre Manolo y otro se va sobre Adalberto. El que me cuenta esto es Adalberto. Dice que él está con los dos pies así y la moto entre las piernas. Se está poniendo el casco cuando caen, entonces dice él que se quitó el casco y lo soltó, se bajó de la moto y le puso la pata. Entonces entre dos se lo llevaron así empujadito para meterlo a la pánel, pero al llegar a la entrada de la pánel (se levanta para representar los movimientos de Adalberto) el Adalberto viene y pone un pie para subirse, pero lo que hace es impulsarse para atrás, y los codea.

En ese… cuando se está dando esa secuencia digamos, si fuera película, el que va sobre Manolo llega sobre Manolo y Manolo lo que hace con la mano le levanta la punta del fusil y sale corriendo, corriendo en zigzag. Este cabrón se va disparando detrás de él pero la orden que tenía era agarrarlos vivos. Eso también es otro tema: las características que tenía en ese momentito la represión. Entonces se va corriendo, el otro disparándole, logra llegar a una esquina, dobla y en ese momentito aquí hay un carro que se está separando de la acera. Va una pareja, un chavo y una chava, y él lo que hace llega, abre la puerta y se mete y se sienta en medio de los dos. Esto lo cuenta él (ríe). Y le digo yo, le pregunto:

—Puta, ¿y qué hizo el chofer?

—Nada —me dijo—. Los dos se quedaron callados.

Sin duda habrán oído los tiros también, y salieron y se lo llevaron y más para allá lo bajaron. Es decir, ellos fueron los que lo sacaron de ahí. 

Y en el caso de Adalberto, después de que hace todo ese desmadre, que los codea y sale corriendo, sale corriendo del mismo lugar donde se fue Manolo, y se va a topar con el pisado que venía de regreso ya fracasado digamos de haber dejado ir a Manolo, y el Adalberto en la carrera llega… Ah, le tira, ahí es donde te digo que la orden era agarrar vivos, porque no le tira a dar sino que le tira a que se pare, le tira a un lado y a otro. Pero el otro encarrerado, ya con la adrenalina a ciento y pico por hora, llega y le agarra el fusil, jala, y con el mismo empuje de la inercia que llevaba lo empuja y este pisado suelta el fusil y va a caer acostado. Y entonces, dice Adalberto, y lo cual desde el punto de vista del combate tuvo que haber sido así, que se dio la vuelta y les tiró a los que tenían fusiles, a los que él había codeado. Entonces mientras se protegieron él dio la vuelta y salió corriendo. Al dar la vuelta tiró a la mierda el fusil, parece que en una casa en construcción o algo así. Llegó a la esquina y dio otra vuelta, llegó a otra esquina y dio otra vuelta hasta que se dio cuenta que se había vuelto a acercar al punto. 

Porque ahí vas con unas ganas de vivir y con un miedo terrible. Es lo que te mueve. El que te diga que esas cosas las hace por valiente está hablando babosadas. Entonces llega, puta, extenuado, del esfuerzo, que aquel era un tipo que se mantenía haciendo karate, flaco, con mucha resistencia. Pero con eso hay un momento en que se cae de rodillas en una esquina y ahí es donde se da cuenta que regresó al punto. Y en eso voltea a ver y hay una tiendecita, se mete a la tiendecita y se brinca el mostrador, y cuando oye la gente que alguien se brincó salen dos viejecitas. Y entonces —el Adalberto tenía sus estilos— con la cara más infantil del mundo les dice “miren, me anda siguiendo la policía pero yo no sé por qué. Ayúdenme, déjenme salir por atrás”. Y entonces se lo llevan y la única posibilidad de salir era una ventana que tenía unas grandes rejas. Entonces le dieron chance de quedarse ahí adentro como una hora. A la hora salió y se fue. Ese fue un incidente que se dio quince días antes del incidente donde muere Manolo.

***

Y Tono por ejemplo… No sé vos, no sé, con Tono no puedo elaborar ninguna teoría, pero era un fatalismo para morirse, para ser capturado, sorprendente.

Una vez me contaste de un contacto, y que él estaba como con la luz… (hace un gesto de luz cenital) ¿no?

Sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, claro, claro.

Te cuento mi actitud en el contacto, y la actitud de él, sólo para que comparen dos actitudes diferentes. Yo llegué muy temprano, como solía hacer, a hacer una observación del lugar. Cuando podía lo hacía encubierto, por ejemplo en una moto con casco. Generalmente había alguien que me daba jalón, los dos con casco porque era obligatorio, pero permitía hacer un control del lugar. En ese caso de Tono no fue así. Si lo cuento lo anterior es para que vieran la conducta. Llegué temprano, hice mi reconocimiento visual, porque ahí no había opción de meter moto, era adentro del centro comercial Montúfar. Entonces ahí ya pues cuál moto, llamás más la atención que otra cosa. Entonces llegué temprano y hay un estacionamiento, aquí están los almacenes, un estacionamiento, y en medio del estacionamiento una serie de setos que están sembrados ahí por una venta de helados. Y entonces yo llegué temprano, vi todo eso y me metí a ese lugar, compré un helado y me senté. El helado lo compré para que justificara sentarme, entonces estaba cubierto con los setos, y vigilando que apareciera Tono. Y de repente lo veo exactamente como te dije, parado en el corredor bajo una luz cenital, así como diciendo aquí estoy. Yo pasé, no le hablé, no fui y le hablé directamente sino que pasé a la par de él para que me viera y salí, y entonces me siguió y ya afuera pues lo regañé.

***

Roberto, Omar y Manolo tienen un contacto en la 9ᵃ calle y 9ᵃ avenida de la zona 1. Entonces después de que se da la caída de Roberto y se entera Omar, Omar va al contacto con premura a avisarle la situación a Manolo para que se hagan humo los dos. Es decir, sólo lo va a hacer cumpliendo con su deber ético de no dejar colgado al otro, pues. Pero en el momento en que está llegando a la 9ᵃ y 9ᵃ aparece la pánel, la famosa pánel blanca. Y entonces, bueno, en el camino, cuando Omar va por ahí frente a Derecho digamos [Museo de la Universidad de San Carlos] en camioneta ve la pánel y entonces se baja y camina rápido para avisarle a Manolo, pero llega la pánel. Entonces Omar andaba con un revólver muy fuerte, muy poderoso, un 3.57 Magnum. Saca el Magnum y les dispara al windshield. Manolo también viene y les dispara contra el windshield. Y entonces suben la 8ᵃ calle, protegiéndose pues, haciendo una retirada escalonada, bien hecha, y prensan un carro ahí, en la 8ᵃ calle entre 9ᵃ y 8ᵃ avenidas, pero el cuate se tira al suelo, fijate, entonces tienen que seguir, y doblan en la 8ᵃ avenida. Y frente al Banco de los Trabajadores, que está o estaba, estaba, entre la 8ᵃ y la 9ᵃ, prensan un carro. Creo que era un Mercedes Benz, por lo que me contaron. De ahí se logran desplazar ciento cincuenta metros porque se atora con el tráfico de la 10ᵃ calle. Mientras, el pánel ya viene disparándoles detrás. Cuando ya los tienen atrás, hay un momento en que Manolo y Omar hablan. A Manolo se le ha trabado la pistola, esta es una cosa que pasa y que cualquiera en medio de eso sólo la vuelve a rastrillar y ya, listo. Pero Manolo indudablemente que estaba ya muy agotado de la situación, es decir, dos situaciones similares en quince días. Y entonces ya fatalistamente le dice a Omar:

—Mirá vos, dame un tiro.

Y entonces le dice —no jodás —le dice Omar, —vámonos, vámonos. 

—No, dame un tiro.

Pero eso es rapidísimo. Omar no le iba a dar el tiro, y tampoco se iba a poner media hora a convencerlo de que se fuera, entonces abre la puerta y se retira, o sea se baja del carro. Pero entre la puerta y la esquina habrá un metro, metro y medio y entonces logra pasar por ahí. Manolo hace lo contrario: se baja por su puerta en el centro de la calle. Él se puso ahí para que lo mataran, ya extenuado. Esa es mi teoría.

Y entonces le tiran, lo matan, le pasan la pánel encima y se van disparando, matando gente en la calle; matan a un chiclero. Omar ante esa circunstancia va a buscar a Adalberto, por eso es que sabemos todos estos detalles porque se los cuenta a Adalberto, y a Adalberto le dice que él tiene que ir a ver a su hermana. Y Adalberto le dice “no jodás, no vayás, ahí te van a estar esperando” que la chingada. Y le dice él “no mano, no puedo porque yo tengo que ir a ver a mi hermana pues, porque está en riesgo también”. Es decir, Roberto conocía la casa de ellos. Total que no lo logra convencer pero hablan. Un revólver pues tiene pocos tiros, y Omar le dice que puede conseguir, que tiene una .45 o una 9 milímetros, algo así, pero que ya no tiene tiros, entonces Adalberto le da una caja de tiros, cuando ya no puede convencerlo que no vaya.

Como a las cuatro de la tarde de nuevo Omar se enfrenta con ellos yendo a ver a su hermana. Entonces en la persecución breve que se da Omar se mete a un taller de mecánica, y desde ahí emboscado empieza a combatir con la policía. Cuentan, yo creo que hasta lo llegué a leer en la prensa, que un policía se subió a un poste, y Omar se lo bajó del poste. También dicen, pero eso no me consta ni creo que haya sido posible, que también logró herir a Miguel, no lo… no sé. No lo creo tampoco. [El Diario Militar registra que Omar hirió a Miguel].

Ahora, hay un detalle que podría también servir para ilustrar esta cosa. Cuando se empieza a dar el combate, es decir, cuando los que reaccionan en contra del pánel —Omar y Manolo—, también va Miguel en ese grupo que los va persiguiendo. De repente él fue el que tiró sobre Manolo, y es muy probable, muy probable, porque esa era la lógica de la represión. Y en ese desmadre ven a Pavel Arévalo [Boris Rafael Arévalo Quinteros], que se conocen con Miguel, estuvieron juntos en la Juventud [Patriótica del Trabajo]. Más tarde desaparece Pavel. Es decir, en vez de borrarse sin duda siguió haciendo lo mismo y lo capturaron. Obviamente Miguel

Esa, pues, fue una cosa que llegamos a saber porque fue la plática que tuvo Omar con Adalberto. Al día siguiente me veía yo con Adalberto, me recuerdo que fue en la zona 4, y estaba parado en las gradas. Desde que yo me empecé a acercar me decía “¡yo lo sé todo!, ¡yo lo sé todo!”. Fue cuando me contó esto.

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