Los estudios de organizaciones que se dedican a analizar el fenómeno de la migración concluyen que el número de menores que migran año con año es mayor. Sin embargo, a pesar de las tragedias que ocurren en las rutas migratorias, los jóvenes sienten miedo de emprender el viaje, al mismo tiempo, no encuentran otra opción.
Por Juan Calles
José García miraba pasar las motocicletas ruidosas y veloces, a sus 17 años nunca tuvo bicicleta y no sabe cómo manejar una, pero su mayor ilusión es tener una motocicleta y viajar a los municipios de Quiché para vender su cosecha; pero sus ingresos son muy bajos y no le alcanza para comprarse una moto. La única opción que encuentra es migrar a México o Estados Unidos, ahorrar dinero y regresar a comprar la moto de sus sueños y trabajar para ayudar a su familia.
Él es parte de una generación de adolescentes y niños que no encuentran más opción que la migración. Según cifras registradas en las fronteras de México y Estados Unidos, cada año el número de menores que eligen migrar va en aumento, algunos viajan acompañados y un gran número viaja en soledad.
Según los registros del Instituto Guatemalteco de Migración (IGM), los países que mayor número de jóvenes migrantes reportan son Guatemala, El Salvador y Honduras, estos jóvenes afirman que las principales razones para migrar son la violencia generada por las maras, la pobreza y el difícil o inexistente acceso a educación, salud y vivienda.
Pero al emprender el viaje por rutas migratorias ilegales se enfrentan a otros peligros, siendo víctimas de traficantes de personas migrantes, redes de prostitución, pandillas, autoridades de gobierno, morir en el desierto o perderse en inmensas montañas y al final ser atrapados por agentes de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos, que los devuelven a su país de origen en donde encuentra multiplicados sus problemas económicos y de seguridad.
El hambre y la desesperanza arrinconan a la niñez
Según el estudio realizado por Oxfam en octubre del 2021, denominado “Evolución de la Migración forzada irregular en el norte de Centroamérica”, son varias y diferentes las causas de la migración, destacan entre ellas las sociales y económicas, pero, la situación provocada por la crisis ambiental es un factor de mucho peso para que la juventud empiece, desde temprana edad, a pensar en la migración como una salida a su angustiosa situación.
Entre las causas encontradas en el estudio sobresalen: la pobreza, servicios básicos precarios, instituciones públicas que no funcionan, corrupción, programas públicos de protección social que son usados por los políticos para ganar votos y no para ayudar a la población, presupuestos nacionales muy bajos y que no se dirigen a salud, educación, desnutrición y el irrespeto a los derechos humanos.
Por otra parte, la crisis ambiental es mencionada en el estudio de Oxfam como otra de las causas de la migración, entre ellas, ocho años de lluvias irregulares, el paso de dos huracanes mayores, Eta y Iota, el impacto de la pandemia de la COVID-19 y el deterioro de los recursos naturales.
Según Juan José Hurtado, director de la Asociación Pop Noj, que atiende a jóvenes migrantes de Huehuetenango, que han sido deportados de Estados Unidos, la desesperanza obliga a los jóvenes a buscar la migración como opción para salir de la pobreza y huir del hambre. “En Guatemala lo único que ven es desesperanza; desde muy pequeños los niños sienten que están destinados a la pobreza, por eso lo único que quieren es irse”, mencionó Hurtado.
“Los niveles de desesperación llevan a las familias a tomar esa decisión, hipotecan su tierra, su casa, y deciden en familia que los más jóvenes deben migrar, ellos llevan la responsabilidad del futuro de su familia sobre los hombros”, concluye.
José, el joven de 17 años, aún no ha podido reunir el dinero para iniciar su viaje hacia Estados Unidos, debe pagar 35 mil quetzales si quiere que un coyote lo lleve hasta el otro lado de la frontera o tener 5 mil quetzales como mínimo, para emprender un viaje solo, sin ninguna guía, ni una ni otra cantidad está a su alcance, mientras tanto, trata de vender sus productos en las calles de Santa Cruz del Quiché, para aportar económicamente en su casa, en donde hay otros dos menores y su anciana madre.
Los números de la migración juvenil
La organización Médicos del Mundo, reporta que durante el año 2020 se estima que en la región centroamericana se listaron más de millón y medio de nuevos desplazamientos motivados por desastres derivados de eventos naturales, a lo que se suma la actual crisis alimentaria y política, durante la cual los temas de juventud han sido abandonados por el gobierno de Alejandro Giammattei.
Solo en 2021 fueron retornadas 83 mil 513 personas desde México y Estados Unidos, registrando un aumento del 14.4% comparado con las cifras del 2020. De todas esas personas el 65.5% fueron niños y el 34. 5% fueron niñas, es decir, 8, 675 niños y 4, 561 niñas.
Los datos que la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) reporta, no dejan de ser alarmantes en el ámbito de la migración. En enero de 2022 se contaban 569 niños no acompañados retornados a Guatemala desde México y Estados Unidos. De este número 105 son de San Marcos, 100 de Huehuetenango, 80 de Quiché, 44 de Alta Verapaz y 36 de Petén, pero la totalidad de departamentos del país dan cuenta de la niñez retornada.
De esa totalidad, el 72 % de los niños y niñas son indígenas, mientras el 28% no indígena.
Los patojos se quieren ir de Guatemala sin importar los riesgos
Prensa Comunitaria recogió los testimonios de tres jóvenes guatemaltecos, uno de ellos vive en la ciudad de Guatemala, mestizo de clase media alta, estudiante en una universidad privada y dos jóvenes del departamento de San Marcos, lugar donde se registra el mayor número de menores de edad migrantes, con escolaridad mínima y sin oportunidad de empleo, vivienda o salud.
Flavio Romero, de 18 años, estudiante de Administración de Empresas, opina que es una necesidad salir de Guatemala, su plan es que al terminar sus estudios de administración buscará una beca en alguna universidad de Europa o Canadá, para después buscar oportunidades laborales en esos países. “En Guatemala no puedo hacer nada, aquí solo se espera trabajar jornadas completas, ganando poco y sin opciones de ahorro o mejorar tus ingresos, yo por eso me quiero ir de aquí”, dice.
“Pedí una beca en Argentina para estudiar allá mi carrera, cumplía con todos los requisitos, pero no me aceptaron porque el nivel educativo de Guatemala es muy bajo y dijeron que no podría adecuarme al nivel de estudios que ellos requieren, imagínese la gran frustración que sentí”, comentó Flavio.
Mientras que Ángela Luz López, mujer maya Mam de 24 años, originaria del municipio de Comitancillo, San Marcos, afirma que la decisión de abandonar el país ya está tomada y fue una decisión familiar. Pues cada miembro de la familia de Ángela Luz trabaja, pero el dinero no es suficiente para responder a las necesidades esenciales.
“Me voy porque aquí no hay trabajo. Estoy vendiendo en un negocio local y no se gana mucho; me pagan 1,800 quetzales mensuales y trabajo de ocho de la mañana a ocho de la noche, es mucho tiempo con poco salario. Mi papá le habló a un mi tío que está allá (en Estados Unidos) y él me va recibir, pero tenemos que cubrir la mitad del costo del viaje”, relató.
Aunque acepta sentir miedo por lo que sucedió en la tarde del 27 de junio a un grupo de migrantes en San Antonio, Texas, en donde murieron asfixiadas más de 60 personas, incluidas algunas muchachas vecinas de su municipio, Ángela Luz dijo que desea emprender el viaje.
“Aquí la gente se desaparece y de repente escuchas que ya están en los Estados Unidos. Solo de mi familia, 8 hijos de mis tíos, de 15 y 17 años se han ido. Y una vecina que se fue con su hija de 8 años y llegó”, comentó.
El caso de Marcos Antonio Santos, otro joven de 17 años, originario de la aldea Toninchum del municipio de Tajumulco, San Marcos, situado en la frontera con México, ejemplifica la complicada situación de los jóvenes guatemaltecos.
Mientras habla de sus razones para migrar, recuerda como algunos de sus compañeros de escuela ya han tomado la decisión de irse, algunos aún van en camino por las rutas ilegales de migración, otros ya llegaron a Estados Unidos y se encuentran buscando empleo.
“Cuando iniciamos el año, las clases fueron virtuales; éramos 32 estudiantes, ahora ya sólo somos 21. Algunos se retiraron porque no tienen internet o computadora en sus casas para estudiar; otros dicen que sus padres obtuvieron un préstamo y se fueron para el norte. Y veo en redes sociales que cinco ya están en los Estados Unidos. Tienen razón, porque la vida de la juventud es cara en el municipio, no hay trabajo para los jóvenes, te piden estudio y experiencia para un trabajo donde solo te pagan 1, 500 quetzales mensuales”, asegura el joven Antonio Santos.
Tanto Marcos Antonio como Ángela Luz aseguran que sus sueños de llegar a Estados Unidos, son apoyar a sus familias, a sus padres ancianos y a sus hermanos menores. Además, esas metas no tienen cabida en Guatemala, indican que sus sueños de un futuro mejor están a miles de kilómetros de distancia, puede que pierdan la vida en el intento, pero según sus palabras, “vale la pena”.
“Llegar a Estados Unidos es mi sueño, allá está mi hermano mayor, quien me apoya con el estudio; me dice que solo debo terminar el bachillerato y me voy. Quiero llegar, luego comprar un terreno en el centro de la aldea para hacer mi casa, ahorrar y regresar para poner un negocio y ayudar a mis padres”, dijo Marcos Antonio quien a finales de noviembre de este año espera emprender el viaje buscando hacer realidad sus metas.