11 de febrero 2019
Abandoné la literatura. Supongo que no he dejado de escribir nunca, pero en este país no se puede vivir de los libros.
Murió un poeta, uno de los más reconocidos a nivel internacional, uno de los más invitados a otros países y cuyos libros se tradujeron a muchos idiomas. Muere en condiciones tal vez no de pobreza extrema, pero sí de suficiente pobreza como para no obtener el tratamiento que necesitaba. En este país no se vive de los libros.
En un artículo de Guillermina Walas sobre mujeres escritoras, decía de mí que seguramente me dedicaba más a mi profesión que a la escritura.
No me considero una “médica que escribe”, sino una escritora que, para poder vivir decentemente, tenía que trabajar como médica. Tengo más de un año de no tocar la última novela que estaba escribiendo —partes se perdieron junto a una computadora que me robaron—. Supongo que sigo escribiendo mucho, pero dejé de lado blogs, cuentos y novelas. Ya no hay tiempo. La vida te lleva por otros caminos. Ya no tenemos la misma energía y cuesta pelear por espacios, juntar dinero para publicar o hacerlo de manera rudimentaria y artesanal.
No tengo tiempo ni ganas de ir a cócteles y promocionarme. No soy mercadóloga y parece que mis habilidades literarias han disminuido. Me leo y no me reconozco.
Los pocos, como Ak’abal, que deciden vivir de los libros, más bien sobreviven. Puede ser que alguna vez reciban un pago grande, pero no será todos los meses. “No trae cuenta”.
Tampoco existe demasiada solidaridad (mucho menos estatal) con artistas y escritores enfermos. No hacemos falta.
En otros países tal vez conseguiríamos becas de creación (a mi edad lo dudo) o lograríamos contratos con editoriales que puedan darnos adelantos por lo que vamos a escribir. Aquí recibimos burlas, se nos ataca por lo que escribimos, se nos ningunea.
No me imagino un general (ni siquiera a Otto Pérez) muriendo en la calle. Para eso sí hay dinero: armas, balas, granadas que luego se pierden.
Para los artistas un “tan bueno que era” y una esquela con la condolencia nacional y ya.
Estamos cortando las alas de jóvenes promesas que se dedicarán a cualquier cosa, menos a escribir.
Tristeza.