Por: Edie Cux García
Aconteció en el Antiguo Testamento la historia del Regente, Rey de Israel, David el ungido, quien decidió mandar a llamar a Betzabé, invitándola a su palacio. En la Biblia no se relata con detalle la forma en que llegó la carta a manos de la víctima, y mucho menos describe la reacción de ella al ver la invitación. Imagine el lector, el rostro angustiado de ella debatiéndose entre la ley de Moisés y la obediencia al Rey David, o más allá de la propia ley, los pensamientos que la arrastraban al fatal momento en el que tendría que enfrentarse a alguien que podía hacerle daño.
Hay que recordar que la historia hace alegoría al abuso de poder del Rey David, quien prácticamente abusó de Betzabé y encima mandó a matar a Urías su esposo. Quizá ella se lo contó a un confidente, le habrá dicho de los abusos a que fue sometida y que sentía miedo, pero este no pudo hacer o decir nada. Y como no, era la palabra del “ungido de Dios” frente a la de Betzabé.
Y acontece después de mucho tiempo, tres mil años más tarde, que otro regente, el comediante, Jimmy Morales “el ungido” de la corrupción, continúa con las prácticas milenarias heredadas del Antiguo Testamento, cual rey David, utilizando el poder que se le ha delegado, manda a su legión a buscar entre el gobierno a mujeres, quienes se debaten entre desobedecer las órdenes del “ungido” o aceptar el mismo destino que deparó a Betzabé.
Entonces el “ungido” al saber que sus crímenes son conocidos, de la misma forma que sucede en el Antiguo Testamento, tratará de silenciar o guardar silencio de sus pecados. Pero esta vez no será absuelto porque las víctimas exigen justicia. Y el confidente a quien se ha encomendado revelar esos secretos, se ha pronunciado y todos conocemos de la verdad. La verdad que pesará hasta lo más profundo del alma del “ungido”, no será impune una vez más.