Por: Nelton Rivera
Enrique Corral falleció en España, su tierra natal, el día 3 de marzo de 2018, a los 72 años de edad. Durante cinco años batalló hasta su último aliento contra el cáncer.
Fue un misionero jesuita en la Compañía de Jesús, ahí conoció a Fernando Hoyos al llegar a Guatemala en la década de los 70 y al conocer las condiciones de miseria y represión en contra de los pueblos, decidieron tomar las armas y se adhirieron a la lucha revolucionaria, ambos fueron curas y guerrilleros. Enrique nació en Matute (Logroño) en la Rioja España 1946.
“Compañero Abel”, como a él se le llamó en el –EGP-, fue miembro de la Dirección Nacional del Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP). Posteriormente delegado de la Unidad Nacional Revolucionaria Guatemalteca URNG, también contribuyó a la formación del Comité de Unidad Campesina CUC en 1980. Participó en la negociación y en las comisiones de los Acuerdos de Paz (1996) y al finalizar la guerra coordinó el trabajo de registro, búsqueda, exhumación y dignificación de los excombatientes guerrilleros durante la guerra.[1]
Fue fundador y director general de la Fundación Guillermo Toriello –FGT-, creada en los Acuerdos de Paz en 1996, para la reinserción de los guerrilleros de las cuatro organizaciones de URNG a la vida legal. (Enrique Alonso Corral, Pueblos Construyendo Paz. Colombia). También fue fundador del Centro Rolando Morán.
“En primer lugar, el régimen represivo no dejaba espacios de actuación legal ni política ni social. Era un régimen militar autoritario, represivo y consideraba fuera de lugar cualquier ideología que no fuera la suya. Nosotros vivíamos con la ideología del oprimido, la de Paulo Freire, desde la teología de la liberación y hablábamos de la reinserción en las comunidades indígenas. El régimen lo vio como algo subversivo y objeto, por tanto, de represión. También tenemos que tener en cuentas la situación de las comunidades indígenas, su nivel de discriminación, de explotación, de marginación económica. Trabajar dentro de esas comunidades y ver cómo la gente emigraba desde el altiplano hacia la Costa Sur totalmente abandonados en cuanto a sus condiciones de seguridad, de derechos, de salud, de horarios, de trabajo, de justicia, de trato humano, de salarios… ¡Parece increíble que se viviera así hace no más de cuatro décadas, y que todavía continúe!!!
Viendo esta situación y la “cerrazón” de un régimen que era necesario cambiar y a la luz de los compromisos adquiridos desde la teología de la liberación, con una visión nueva de lo que era ser cristiano, lo más natural para nosotros fue seguir ese compromiso evolucionando es este camino cuesta arriba (eran opciones difíciles). Estábamos en un dilema: o renunciábamos a los compromisos adquiridos con la gente o buscábamos alternativas viables: la clandestinidad y la lucha armada. No había mucha más elección, pues o te desdecías de tus principios y de tus compromisos o buscabas este camino tan duro. Y optamos por acompañar a las comunidades en las opciones que ellas habían elegido: tomar las armas para combatir el régimen.”[2]
[1] Enrique Corral Alonso. El cura guerrillero. RECORDÁNDOLO EN EL XXV ANIVERSARIO DE SU MUERTE/DESAPARICIÓN. 1982 – 2007. usuaris.tinet.cat/fqi_sp02/imp/fhoyos_sp.doc
[2] Ibídem.