Por: CEJIL y Prensa Comunitaria
El pasado jueves 1 de marzo, el tribunal de alto Riesgo C acumulaba filas de periodistas, observadores/as internacionales, organizaciones nacionales e internacionales de derechos humanos, pobladores/as, agentes de seguridad, familiares de militares y personas de la academia. Era un día histórico: después de 37 años, se abría una posibilidad real de juzgar y sancionar a quienes resultaran responsables de las graves violaciones de derechos humanos que resultaron en el secuestro y tortura física, sexual y sicológica de Emma Guadalupe Molina Theissen y la desaparición forzada de Marco Antonio Molina Theissen.
Desde octubre de 1981, la familia busca justicia y que le devuelvan al niño de 14 años que se llevaron de su hogar, a plena luz del día y en presencia de su madre. Durante las declaraciones se ha evidenciado, por un lado, la entereza de las mujeres de la familia Molina Theissen, lideradas por la señora Emma Theissen Álvarez. Ella encabezó la ronda de testimonios de parte de la familia, reconociendo dentro de los imputados a quien retuvo y se le llevó a Marco Antonio: Hugo Ramiro Zaldaña Rojas.
De la cúpula militar, los cinco imputados son: Benedicto Lucas García, Francisco Luis Gordillo, Manuel Callejas y Callejas, Hugo Ramiro Zaldaña Rojas y Edilberto Letona Linares. De ellos solo Lucas y Gordillo prestaron testimonio, a través del cual se jactaron de ser “muy hombres”, rindieron homenaje a su carrera militar y negaron lo ocurrido con la familia Molina Theissen. El resto se negó a hablar sobre su responsabilidad en los hechos que se les imputan.
Esto, pese a que las declaraciones de Lucrecia, María Eugenia y la señora Emma, así como el peritaje del doctor Carlos Beristain constataron lo ocurrido y las consecuencias que generó: el terror, el exilio, las consecuencias irreparables para los lazos familiares, el círculo del duelo sin cerrar y los obstáculos para acceder al derecho a la verdad.
Por otro lado, las mujeres de la familia Molina Theissen, han dado lecciones de entereza y verdad, no intentan imponer sus palabras y su voz, no intentan gesticular y gritar, hablan pausadas y serenas, con paso firme buscando la justicia.
El camino en búsqueda de la justicia ha sido doloroso, pero no se puede detener. El juicio por el caso Molina Theissen, no es uno más: aparece como una oportunidad para acercar a la sociedad guatemalteca a la historia, a la verdad; de alcanzar la justicia y construir así una sociedad diferente. Es una puerta para dar pie a una sociedad solidaria y dejar atrás a la de hoy, enfrentada.