Por: Francisco Rodas
Suponemos que los movimientos de Jimmy son tan insustanciales, que ni siquiera el triste Diario de Centroamérica cubrió el acto de ayer en el congreso, donde habló de su azarosa lucha por la soberanía del país.
Así, con su proverbial estilo de hacer declaraciones, y con una postura de soldado gravemente herido en batalla, mencionó que, “Tener un país libre e independiente es caro”.
Normalmente sus opiniones no dejan de producir un cierto desconcierto, aunque a menudo mueven a la ironía y la risa. El asunto, desde luego, no está en la libertad e independencia nacional, sino en el precio a pagar y quién debe hacerlo.
El recuento de sus batallas, hace suponer que hablaba de los daños y sacrificios producidos por su intento fallido de deshacerse de Iván Velásquez, donde hay que aclarar que el que se quedó aislado y herido fue él y no el país. Que lo que se puso en riesgo no fue la soberanía patria sino su soberana libertad de meter la pata.
Es una lástima que en otras situaciones no haya tenido el mismo ímpetu, como cuando vino una naviera a exigir que la oscura concesión de la Terminal de Contenedores Quetzal (TCQ) siguiera su curso. El pedido no se hizo de manera cordial, más bien hubo una conducta extorsiva que hizo correr el rumor cierto de poner de cabeza al país en el mercado internacional. Estas amenazas se hicieron acompañar de un empresariado nacional que puso en alarma el riesgo país. Al final la concesión se mantiene sin tomar en cuenta su naturaleza onerosa para el país, y en suma, lo que se impuso fue la soberanía, pero transnacional y una élite paisana conspirativa, que bien pueden tipificarse como traidores a la patria.
Aparte, hay que reconocer que el hombre tiene unos poderes sorprendentes para vaticinar el curso de la vida pasada y futura. Por raro que les parezca, así es.
En su discurso mencionó que luego de ganar la elección le advirtió a su familia que una consecuencia sería “que los pondría en riesgo”.
Esta declaración la hilvanó al suceso vivido por el general de brigada José Moscardó, franquista reconocido como “héroe” de una guerra civil que hizo que España tenga todavía el record de más cementerios clandestinos. Sitiado en el Alcázar de Toledo, Moscardó fue conminado por el bando republicano a la rendición, amenazándole que de no hacerlo, matarían a su hijo. El gesto del general fue pedir que le comunicaran con su hijo, diciéndole “Hijo, muere por Dios y por España”.
Aquí vienen las paradojas. La primera es que, su pronóstico de riesgo familiar, que él asocia con una persecución política vinculada al proceso judicial llevado por su hijo y su hermano, son asuntos que ocurrieron antes que él fuera candidato y por tanto, no sabía que iba a ser presidente. Es decir que, adivinó las consecuencias del pasado, y predijo los movimientos futuros de la novia del nene, del MP y de la CICIG. Buzo.
La otra paradoja es que Moscardó, al igual que Abraham al sacrificar a su hijo Isaac, no estuvieron dispuestos a capitular ni traicionar su lealtad a la causa. Este no es el caso de un presidente acostumbrado al escenario y al espectáculo. Jimmy, al contrario, juro ante la constitución pero no obedecerla, de modo que está dispuesto a salvar a la familia por encima de la ley y con un grueso blindaje de mentiras a prueba de justicia. Superbuzo.
La anécdota moscardiana tampoco encaja porque a Samuelito, segundo hijo de la nación, nadie lo quiere matar, sino simplemente llevarle el sobado “debido proceso” que le sancione sus feas costumbres delictuales.
Ayer un ciudadano, con la consecuente indignación que le produjo el degüello del sistema de justicia, proponía que los estudiantes que desfilarán mañana 15, lo hicieran con un listón negro en el brazo. La idea no es mala, pero quien sabe si sea mejor que no desfilasen y que el presidente se quede sólo en el balcón, viendo una plaza vacía donde pasa su ejército que le obsequia mensualmente 50,000 pericos.