Por: Juan José Hurtado Paz y Paz*
Fotografías: Mauro Calanchina
“Para comenzar, por ser un sobreviviente, no podemos menos que rendir homenaje a todas y todos los universitarios y estudiantes de educación media que han dado su vida en el afán de poner la educación al servicio del pueblo y construir una Patria mejor. Su ausencia es sensible en estos momentos, en que hay tal pobreza de dirigentes honestos y comprometidos. Su sacrificio ha sido el costo que se ha tenido que pagar para llegar hasta donde estamos ahora, con todas las limitaciones e imperfecciones de lo que hay. Lamentablemente, en un país como el nuestro, no pudo ser de otra manera.”
El movimiento estudiantil ha jugado el papel de detonador y fuerza fundamental en momentos claves de la historia de nuestro país, como han sido en: el derrocamiento de la dictadura de Estrada Cabrera en 1920, la revolución del 20 de Octubre de 1944, las luchas estudiantiles de 1956, las jornadas de marzo y abril de 1962, el papel de la Universidad a comienzos de los años de 1970 como tribuna política y los estudiantes como portavoces del debate en ese período de la reconstrucción de las fuerzas de izquierda, el apoyo a los sectores populares luego del terremoto de 1976, el acompañamiento a las luchas obreras, campesinas y de otros sectores populares del período, la lucha contra el aumento al pasaje en octubre de 1978, etc.
MOVIMIENTO ESTUDIANTIL UNIVERSITARIO DE LOS AÑOS 75 AL 82
A mediados de los años 70 y comienzos de los años 80 del siglo XX, hubo dos expresiones políticas estudiantiles principales: FRENTE y FERG; la primera autoidentificada como “izquierda democrática”, vinculada a la Juventud Patriótica del Trabajo – JPT – , ala juvenil del Partido Guatemalteco del Trabajo – PGT – (partido comunista) y la segunda definida como una “organización revolucionaria de masas”, es decir, con una definición claramente “revolucionaria”, vinculada a la estrategia de la Guerra Popular Revolucionaria y particularmente al Ejército Guerrillero de los Pobres – EGP – .
En estas notas, se pretende resumir algo de la historia de una de estas expresiones: la del Frente Estudiantil Revolucionario Robin García – FERG -, la que es menos conocida.
Ha habido ya algunos trabajos de recopilación de la historia del movimiento estudiantil universitario, como lo escrito por Paul Kobrak, Byron Barillas, Manolo Vela, Álvaro Velásquez y Virgilio Álvarez, para mencionar algunos. También existe el esfuerzo desarrollado por la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala que se concretó en la publicación “Era tras la vida por lo que íbamos…”, que recoge las historias de varios jóvenes universitarios, así como el trabajo de 5 mujeres que conformaron el grupo “Hace 25 años, ¿Vos dónde estabas?, que recogieron las semblanzas de varias personas asesinadas en el año de 1980.
Sin embargo, hace falta aún sistematizar más esta experiencia y sobre todo por parte de quienes fueron sus protagonistas, de manera colectiva, por tratarse de un movimiento que no se puede ni debe individualizar.
Asimismo, hay que decir que son notas muy resumidas, por lo que dejará de decirse mucho de lo sucedido y más aún no se profundizará en causas y consecuencias, pues esto requiere de más detenimiento.
También, está pendiente hacer un estudio similar de la historia del movimiento estudiantil de secundaria, con sus características propias, pero igualmente importante, con tradiciones de lucha como la del Frente Unido del Estudiantado Guatemalteco Organizado – FUEGO – y las Jornadas de Marzo y Abril del 62, las Jornadas de Agosto de 1977 y la lucha contra el aumento del precio del transporte urbano en 1978. Asimismo, de las luchas recientes de los estudiantes normalistas frente a la reforma a la carrera de magisterio (2013).
Antes de comenzar a hablar propiamente de la lucha estudiantil de mediados de los 70 y comienzos de los 80 del siglo XX, vale aclarar que utilizaré los conceptos que se usaban en aquella época, aunque varios de ellos hayan caído en desuso y sean cuestionados profundamente.
Contexto:
Las décadas de los años 60 y 70 del siglo pasado fueron de gran efervescencia social y política, de muchos cambios. Eran tiempos de transformación, llenos de sueños y esperanzas. Había ideales y proyectos claros, equivocados o no.
En el mundo, había movimientos revolucionarios en auge y procesos de descolonización en que figuras como el Comandante Ernesto “Che” Guevara se erguían como un modelo de transformación digno de emular. Eran a su vez años críticos de la llamada Guerra Fría entre los intentos socialistas encabezados por la URSS y el capitalismo dominante, representado por los Estados Unidos.
Eran los tiempos de la guerra imperialista de Estados Unidos contra el pueblo vietnamita que buscaba su independencia y de movimientos pacifistas alrededor del mundo; tiempos también de los movimientos por los derechos civiles de los afro-americanos de Estados Unidos, contra la segregación racial y la discriminación; hubo un nuevo empuje en el movimiento feminista, con el llamado “movimiento de liberación de las mujeres”.
1968 registró movimientos juveniles que se rebelaban ante el “stablishment” como el Mayo Francés, la Primavera de Praga y el movimiento estudiantil en México.
El movimiento hippie surgió en Estados Unidos, con los sueños de “Paz y Amor”; de vida comunitaria y revolución sexual, buscando inspiración en las filosofías de Oriente.
Los Beattles y los Rolling Stones, en la música, escandalizaban a las generaciones anteriores con sus ritmos innovadores. En 1969, se realizó el Festival de 3 días de paz y música Woodstock.
Se hablaba de la Era de Acuario, que tuvo continuidad en la Nueva Era (“New Age”).
Surgía una preocupación ecológica frente a la contaminación ambiental de distinto tipo y el crecimiento poblacional desmesurado.
El Concilio Vaticano II (1962 – 1965) y la Conferencia de Medellín (1968) sentaron bases para el desarrollo posterior de la Teología de la Liberación.
En Guatemala, pese a las dictaduras militares y la derrota temporal del movimiento guerrillero de los años 60, a comienzos de los 70 había una recomposición de las fuerzas revolucionarias y un resurgir del movimiento popular, el que toma las calles en el año de 1973 con la Huelga Magisterial.
En ese contexto están presentes, se insertan y actúan las y los jóvenes, que son producto y expresión también de esa realidad.
La juventud es una etapa de la vida de transición, plenitud, energía, cuestionamiento y búsquedas. Hay una rebeldía muy propia de esa edad que debe buscar cauce para ser constructiva. Estas características dan ciertos rasgos que marcan al movimiento estudiantil.
Antecedentes:
A comienzos de los años 70, en la Universidad de San Carlos se expresaba un debate político importante en el proceso de reconfiguración de las fuerzas de izquierda. Entre las figuras representativas de los debates estaban Severo Martínez Peláez, por un lado y Jean-Loup Herbert y Carlos Guzmán Böckler, por otro.
También se desarrollaban movimientos de transformación académica en las facultades de Medicina y Arquitectura, hubo un movimiento estudiantil para la creación de la Escuela de Psicología y la Escuela de Historia, independientes de la Facultad de Humanidades, así como la creación de la Escuela de Ciencias de la Comunicación.
En 1973, durante el gobierno militar del General Arana Osorio, conocido como el “Chacal de Oriente”, por su papel protagónico en la contrainsurgencia de fines de los años 60, se creó el Consejo Nacional de Consulta Sindical. A fines de enero de ese año da inició un movimiento del magisterio que se conviertió en una Huelga Magisterial de alcance nacional que no sólo movilizó a maestros y estudiantes, sino a otros sectores sociales que la apoyaban. Luego hubo otras huelgas obreras significativas, como la de INCATECU.
El fraude electoral durante las elecciones de 1974 también fue otro motivo de amplia movilización social. Pese a las protestas, el General Lauguerud García fue impuesto como presidente. Sin embargo, durante su gobierno, que era débil de entrada por un lado y por otro, debido a que el movimiento insurgente había sido aplacado a fines de los 60, la represión no fue masiva en los inicios de su gestión y hubo ciertos márgenes para la organización y movilización social.
En 1975, irrumpió en el escenario político militar del país, el Ejército Guerrillero de los Pobres – EGP -, que había logrado sentar bases iniciales en las selvas y montañas del norte del país, en la Ciudad de Guatemala y la Costa Sur. Con ello, se reabría la perspectiva de una Revolución Armada, a la que en el año de 1979 se sumaron las Fuerzas Armadas Rebeldes – FAR – y la Organización del Pueblo en Armas – ORPA -.
El terremoto de 1976 fue un desastre natural que provocó gran cantidad de muertos (alrededor de 23,000 personas) y heridos (más de 75,000), así como la destrucción casi completa de pueblos, principalmente en el área indígena del altiplano central de Guatemala. Sin embargo, se constituyó en un acontecimiento que también sacudió conciencias pues puso al descubierto las grandes desigualdades prevalecientes en el país, entre las familias ricas y las mayorías empobrecidas, así como la estructura racista que impregna a la sociedad guatemalteca. Además dio lugar al crecimiento y fortalecimiento de la organización comunitaria y sectorial.
En abril de 1976 se constituyó el Comité Nacional de Unidad Sindical – CNUS -, que agrupaba a las principales centrales sindicales, a la que se integraron después organizaciones campesinas y se llegó a constituir en el referente unitario más amplio de lucha popular.
Sin embargo, la estrategia contrainsurgente continuaba y se mantuvo una represión de manera selectiva contra diferentes líderes sociales, lo que en ese momento promovía indignación, repudio, organización y movilización; inclusive en sectores social cristianos y social demócratas, que se fueron radicalizando.
En ese contexto, en la Universidad de San Carlos (universidad nacional) surgieron grupos estudiantiles con una clara definición revolucionaria como el Grupo Estudiantil Organizado – GEO – de la Escuela de Psicología, Acción Popular Estudiantil – APE – de la Facultad de Ingeniería, Grupo Independiente de Trabajo – GIT – de la Facultad de Medicina, Denuncia de la Facultad de Derecho y Lucha de la Facultad de Economía, a los que se fueron sumando otros grupos como Semilla de la Facultad de Farmacia y de otras unidades académicas.
Uno de los momentos significativos para la confluencia de estos grupos fue en junio de 1977, cuando fue asesinado el abogado laboralista Mario López Larrave. Estas organizaciones estudiantiles coincidieron en la denuncia y movilización en repudio a la represión, con planteamientos muy similares, lo que contribuyó a que se fuera estableciendo una identidad entre ellas.
Es de destacar que, en esos momentos, la represión, lejos de detener las luchas, motivaba indignación, repudio, movilización y conducía a una mayor radicalización.
Ese mismo año, el 28 de julio, fueron secuestrados Aníbal Leonel Caballeros, presidente de la Asociación de Estudiantes del Instituto Rafael Aqueche y Robin Mayro García Dávila, estudiante del 1er año de Agronomía, que continuaba estrechamente vinculado al movimiento estudiantil de post-primaria. El primero apareció muerto el 30 de julio. Entonces se desencadenó una amplia movilización de estudiantes, principalmente de Secundaria, para exigir el aparecimiento de Robin con vida. Finalmente, el 4 de agosto apareció tirado en una carretera el cadáver de Robin, con señas de haber sido cruelmente torturado. El 5 de agosto, fue enterrado, en un sepelio al que asistieron más de 50,000 personas, en su mayoría jóvenes estudiantes.
Las agrupaciones estudiantiles de línea revolucionaria afines actuaban juntas para estas movilizaciones, lo que hizo necesaria establecer instancias de coordinación y se le fue dando forma a lo que luego sería el FERG.
A su vez, estas agrupaciones estudiantiles establecieron coordinación estrecha con organizaciones campesinas, sindicales, de pobladores y cristianos, manifestando en un solo bloque el 20 de octubre de 1977. Una característica particular de este bloque es que estaba organizado de una forma en que aplicaban medidas de seguridad, de acuerdo a lo que se conocía como “autodefensa de masas” (concepto que luego fue apropiado y tergiversado por la contrainsurgencia).
Pocos días después, estos grupos organizados acompañaron también la histórica Marcha de los Mineros de Ixtahuacán, que entró a la ciudad de Guatemala el 11 de noviembre de 1977, coincidiendo con trabajadores del Ingenio Pantaleón. Esta movilización convocó a más de 150,000 personas.
Al año siguiente, aprovechando la manifestación del 1º de Mayo, se hizo pública esta coordinación estudiantil con el nombre de Frente Estudiantil Revolucionario Robin García, ocasión en que también se dio a conocer el recién constituido Comité de Unidad Campesina (CUC) .
Las Luchas del FERG:
El Movimiento Estudiantil tenía dos horizontes principales, dos ámbitos de acción:
- A lo interno, propiamente sectorial (gremial), buscando elevar la calidad de la educación universitaria.
- A lo externo, con su inserción política en la sociedad, como movimiento solidario, acompañante de las luchas populares.
A lo interno, se buscaba elevar la calidad de la educación, no en función exclusivamente individual, sino para poder servir mejor al Pueblo, pues se era consciente que los estudiantes eran (y son a la fecha) una minoría privilegiada en un país donde prevalecen todavía hoy altos índices de analfabetismo.
De hecho, las y los dirigentes estudiantiles procuraban a la vez que ser activistas sociales, ser buenos estudiantes; había un compromiso por formarse y servir.
Las y los estudiantes reivindicaban su derecho a participar en las decisiones sobre los asuntos académicos que les concernían, lo que se lograba a través de diferentes mecanismos.
Pero los estudiantes organizados sabían también que la educación no es algo aislado, sino que es un componente de un sistema, que lo apuntala y contribuye a su reproducción. Por eso, el movimiento estudiantil buscaba también cambiar la naturaleza y el carácter de la educación e insertarse en transformaciones más amplias y profundas que revolucionaran a la sociedad entera.
Los demás sectores populares reconocían en la Universidad y en los estudiantes una fuerza solidaria que les podía acompañar en sus luchas. Obreros, campesinos, indígenas y pobladores pasaron por las aulas universitarias para denunciar lo que vivían y buscar apoyo. Por eso, en el imaginario colectivo se tenía la idea de que las y los estudiantes son valientes, luchadores, rebeldes y están por las causas justas. De ahí que mucha gente esperaba con expectativa y entusiasmo la Huelga de Dolores y el “Nonostientes” … para ver qué dicen “los muchachos”.
La Universidad era un referente de solidaridad. Y cuando había manifestaciones grandes, era frecuente que los estudiantes hicieran uso de las instalaciones universitarias para albergar a los campesinos, indígenas en su mayoría, provenientes de Occidente y la Costa Sur, que no alcanzaban a regresar a sus lugares ese día. Se instalaban cocinas populares en los patios de los edificios – muchas veces organizadas por los pobladores – para la alimentación de los presentes y se dormía sobre las mantas utilizadas durante la manifestación. Los estudiantes organizaban actividades político-culturales y siendo los anfitriones, también eran responsables de brindar la seguridad en el lugar.
Para coordinar con otras organizaciones sociales, el FERG participaba a través de sus delegados, en la Comisión de Organización del Consejo Nacional de Unidad Sindical – CNUS – .
El compromiso de las y los estudiantes de aquel tiempo, les llevó a nutrir a otros movimientos, incluyendo a las organizaciones revolucionarias armadas de la época.
Las actividades de los grupos estudiantiles universitarios eran diversas, no sólo en lo académico, sino en lo artístico, cultural, deportivo y social. Se buscaba atraer a las y los jóvenes hacia las organizaciones, respondiendo a sus intereses inmediatos y gustos particulares, de manera que las y los jóvenes encontraran un lugar donde encajar.
Por ejemplo, hubo muchos grupos de teatro y de música. Los grupos del FERG se llamaron para mencionar algunos nombres: Grupo XX de Derecho, Teatro Popular Universitario de Psicología, Grupo Miseria de Medicina, Grupo Semilla de Farmacia. Entre las y los intérpretes musicales estaban Tito Medina (posteriormente promotor del grupo Kin Lalat), GEMTES de Psicología y varios de los artistas de teatro eran a su vez cantantes.
Contar con estos grupos culturales daba además la posibilidad de poder acompañar las luchas sindicales, de pobladores y campesinas, amenizando las ocupaciones de fábricas, terrenos y otras expresiones de lucha social.
También un elemento presente era la propaganda permanente de los estudiantes organizados hacia el conglomerado estudiantil a través de mosquitos, volantes, periódicos, afiches, mantas, murales, radios locales (haciendo uso de altoparlantes), entre otras. Algunos de las publicaciones del FERG eran “Echemos Punta” de Medicina y “El Hormigón” de Psicología, que utilizaban caricaturas para llevar su mensaje.
Es importante resaltar como parte de la experiencia, que los grupos estudiantiles organizados daban atención a su fortalecimiento interno, desarrollando distintos “cursillos” de formación.
Asimismo, se prestó atención a elementos de mística interna, de identidad, orgullo y compromiso, por ser parte de una agrupación. Por ejemplo, tanto en la bandera del FERG como en todo lo que se hacía, se utilizaban los colores rojo, negro y amarillo, atribuyéndole un significado a cada color. Se hizo asimismo un himno del FERG.
El internacionalismo era un principio vigente en los movimientos sociales de la época. Para el caso del FERG, la relación más estrecha se desarrolló con el Bloque Popular Revolucionario de El Salvador y su organización estudiantil universitaria: Universitarios Revolucionarios “19 de julio” (UR – 19). También hubo coordinación con otras agrupaciones estudiantiles como la Federación de Estudiantes de Honduras – FEUH -, el Frente Estudiantil Revolucionario de Nicaragua y agrupaciones de la Universidad Nacional de Costa Rica.
No es posible hacer un recuento minucioso de todas las actividades y luchas desarrolladas en ese período pues son tantas, en años muy intensos. Sin embargo, mencionaremos algunas:
- La participación en las elecciones para el Secretariado de AEU en mayo de 1978, con Alejandro Cotí López como candidato a Secretario General.
- La participación relevante en las luchas contra el aumento al pasaje del transporte urbano, en lo que se conoció como las “Jornadas de Octubre” de 1978.
- Ser anfitriones para el acto de constitución del Frente Democrático contra la Represión – FDCR -, en febrero de 1979, realizado en el campus central de la USAC. El FDCR llegó a ser la más amplia alianza de fuerzas populares, democráticas y progresistas de la época para hacer frente a la represión.
- Actos de solidaridad con las luchas insurreccionales y posterior triunfo de la Revolución Popular Sandinista, que toma el poder el 19 de julio de 1979.
- El acompañamiento a las denuncias de represión en el norte del Quiché, en septiembre de 1979.
- La participación en la ocupación pacífica de la Embajada de España en enero de 1980, que culminó con una masacre por parte de las fuerzas represivas del Estado.
- El acompañamiento a la Huelga de los Cortadores de Caña y Algodón en la Costa Sur a fines de febrero y comienzos de marzo de 1980.
- La participación en las elecciones para la Asociación de Estudiantes Universitarios – AEU – de 1980, con Rudy Cifuentes Portillo como candidato a Secretario General.
La lucha estudiantil y popular ahogada en sangre
La represión ha sido una constante en la historia de Guatemala, la que se manifiesta de manera cíclica, de manera correlativa a la amenaza (real o no) que perciben los sectores dominantes.
Por esa fuerza y vitalidad transformadora de las y los Universitarios, mucha de la atención represiva del estado se concentró en contra de la USAC, la que incluso era calificada de “nido de comunistas y de guerrilleros”.
La represión selectiva venía ya golpeado a los universitarios desde años anteriores. Recordamos por ejemplo el asesinato de Robin García en Agosto de 1977 y de Oliverio Castañeda de León, el 20 de octubre 1978, para mencionar tan solo a dos figuras, que se convirtieron en emblemas para las y los estudiantes.
A fines de 1978, luego del secuestro de Antonio Ciani, quien sustituyó a Oliverio Castañeda, se hizo más vigente la necesidad de medidas de seguridad para los luchadores sociales.
El 1º de mayo, 1980 marca un parte aguas en el movimiento social de la época. Por una parte, la radicalización condujo a que el CNUS enarbolara la consigna de “A derrocar al Gobierno de Lucas e instaurar el Gobierno Revolucionario Popular y Democrático”, en un llamado claramente insurreccional. Por su parte, las fuerzas represivas estatales desaparecieron a por lo menos 100 personas participantes en la manifestación. Es decir, el costo en vidas humanas de una manifestación era demasiado alto.
La masacre de 8 estudiantes en el campus central de la USAC el 14 de julio de 1980 hizo ver una vez más que los espacios para la lucha amplia de masas se estaban cerrando. En consecuencia, las organizaciones sociales fueron adoptando formas semi clandestinas de trabajo.
Es por eso que la Conmemoración del 20 de octubre de 1980 ya no se hizo como tradicionalmente se venía haciendo, con una marcha de horas a lo largo de la ciudad, sino que se optó por realizar un mitin relámpago en el Monumento al Trabajo, en la zona 5 de la ciudad capital. Más de 300 personas, obreros, estudiantes, pobladores y cristianos, se concentraron desde distintos puntos en el lugar, para pronunciar breves discursos alegóricos y luego dispersarse.
En enero de 1981, continuaron algunas “actividades paramilitares de masas”, como expresión de solidaridad con la lucha revolucionaria en El Salvador.
Un año después de la Masacre en la Embajada de España, se dio a conocer el Frente Popular “31 de enero” – FP–31 -, integrado por los Núcleos de Obreros Revolucionarios “Felipe Antonio García”, el CUC, la Coordinadora de Pobladores, los Cristianos Revolucionarios “Vicente Menchú”, el FERG Universidad y el FERG Secundaria. Se hizo público con la explosión simultánea de 100 bombas panfleteras concentradas en el Centro Histórico de la ciudad de Guatemala que distribuyeron la Proclama del FP-31.
Otra actividad significativa fue la celebración del desfile bufo de La Huelga de Dolores de 1981, en el interior de campus universitario. Si bien, no contó con la participación masiva de años anteriores, destacó por su nivel de organización y el contenido claramente revolucionario.
Sin embargo, para 1981, el movimiento estudiantil amplio (público), al igual que el movimiento sindical y el resto del movimiento popular había sido neutralizado y prácticamente desaparecido.
A partir de julio de 1981 la contrainsurgencia golpeó de manera directa casas de seguridad de la insurgencia guatemalteca, desarticulando a los frentes urbanos de las distintas organizaciones revolucionarias. Esto precipitó que miembros de organizaciones sociales, que a su vez eran militantes de las organizaciones guerrilleras, optaran por integrarse a los frentes guerrilleros de la montaña o salieran al exilio. Otros más quedaron dispersos y neutralizados.
Todavía en el año de 1982, se hicieron intentos por rearticular formas de lucha social, lo cual tuvo como una de sus expresiones, la toma de la Embajada de Brasil, el 12 de mayo, por parte de integrantes de integrantes del CUC, con apoyo del FP-31. El propósito era denunciar las masacres que el ejército estaba cometiendo en el campo.
Sin embargo, ya para entonces el movimiento social había sido desarticulado y no habían espacios para la lucha política de las masas.
Esa historia trágica de represión permite también entender en parte las dificultades que afronta la Universidad de San Carlos hoy día.
Pero, el movimiento estudiantil no se resignó a morir. Años más tarde, comenzó a renacer. Esto fue así porque sus raíces se encuentran en las condiciones de injusticia que persisten y en el espíritu rebelde de la juventud, que no se conforma con seguir igual.
Nuevamente resurgieron organizaciones y luchas estudiantiles, que también intentaron acallar. Una nueva oleada represiva sacudió a la USAC en 1989, cuando la mayoría de la dirigencia de la AEU fue desaparecida.
Aún así, el movimiento continuó y siguió jugando un papel activo, entonces ya en apoyo al Proceso de Paz.
A la fecha, si bien la Asociación de Estudiantes Universitarios – AEU – ha sido cooptada por sectores oportunistas, hay grupos estudiantiles independientes que buscan restablecer el papel de las y los universitarios como acompañantes y protagonistas de movimientos sociales por el cambio.
El movimiento revolucionario y el movimiento estudiantil
Algunos han querido ver al movimiento estudiantil como una prolongación de las organizaciones revolucionarias (incluso los sectores ultraderechistas mantienen este viejo discurso para criminalizar las luchas sociales). Igualmente equivocado es pretender negar el vínculo entre movimiento revolucionario y movimiento estudiantil. Ambos estuvieron interrelacionados, fueron complementarios, se nutrieron mutuamente, por lo que a momentos es difícil marcar los límites y establecer las diferencias entre uno y otro.
Las organizaciones revolucionarias de la época se definían como político-militares, es decir, que integraban el objetivo revolucionario con la estrategia principal para alcanzarlo. O sea, que buscaban integrar lo político y lo militar, entendiendo lo militar como expresión de lo político.
La estrategia de Guerra Popular Revolucionaria se definía como “todas las luchas políticas y militares que realizan las masas, encabezadas por su vanguardia revolucionaria, para tomar el poder y hacer la Revolución”.
Un principio fundamental de la Línea de Masas de esta estrategia era partir de los intereses inmediatos de las masas, de sus necesidades y reivindicaciones gremiales, para desarrollar su organización, no sólo en función de la guerra, sino en función de sí mismas y como parte de su proceso formativo.
Se entendían las luchas sociales en oleadas, de auge y reflujo, de manera que lo que se procuraba era avanzar en el desarrollo de la organización y la conciencia de los diferentes sectores, de tal forma que cuando se produjera el reflujo, no se regresara al mismo nivel que existía antes, sino que la conciencia y organización sectorial quedara en un nivel superior.
Si bien el aspecto militar era considerado el factor decisivo para la toma del poder por parte de las fuerzas revolucionarias, esta estrategia tenía como sustento la organización y movilización amplia de los sectores populares, democráticos y progresistas, que según esta visión, confluirían en los momentos decisivos de la insurrección. Por ello, desde las organizaciones revolucionarias se promovía el concepto de “autodefensa de las masas” (que como dijimos arriba, luego fue apropiado y tergiversado por la contrainsurgencia) y se estimulaba también el llamado “accionar paramilitar de masas”, complementario a la lucha guerrillera y preparatorio para los momentos decisivos de la insurrección.
En particular, el Sector Estudiantil era conceptualizado como parte de las “capas medias” y por lo tanto, se entendía como un sector aliado a las que se consideraban como las fuerzas motrices de la Revolución: obreros y campesinos.
Se reconocía que las y los estudiantes contaban con ciertos conocimientos académicos que les dan ciertas ventajas y podían ser aprovechados, en un sentido positivo, para el desarrollo de la guerra revolucionaria. Además por su juventud y otras características propias, se consideraban un sector que podía nutrir a las fuerzas guerrilleras.
El movimiento revolucionario llegó a tener un peso significativo en la vida nacional, de manera que lo que afectara a éste, afectaba al conjunto del país; lo que se refuerza por la relación estrecha que hubo entre movimiento estudiantil y movimiento revolucionario.
Además, los niveles de polarización y la radicalización del movimiento social hizo cada vez más difícil distinguir al movimiento social del movimiento político y revolucionario.
Que las organizaciones revolucionarias tuvieron errores políticos, ha quedado demostrado por la historia. Por ejemplo, en lo que se refiere al movimiento social y que tuvieron repercusiones directas en éste, consideramos que:
- Hubo una equivocada percepción de la izquierda sobre sí misma y sus posibilidades reales, acompañada de una subestimación del adversario y su capacidad.
- El vanguardismo y sectarismo de las diferentes fuerzas, que se trasladó al movimiento social.
- Confundir categorías y ver las organizaciones sociales como meras prolongaciones de las organizaciones políticas.
- Contraponer socialismo y democracia. Asimismo, negar la importancia de la lucha por los derechos humanos.
Pero éste no es el espacio de dilucidar lo acertado o desacertado en la relación entre organizaciones revolucionarias y movimiento social. Sin embargo, esto es aún una tarea pendiente; reflexión necesaria para la búsqueda de nuevos caminos.
Conclusiones:
El Movimiento Estudiantil es expresión de su tiempo, en el cuál actúa. El FERG fue una experiencia en una determinada coyuntura que propiciaba la participación revolucionaria de la juventud, desde movimientos sociales, como en otros espacios de lucha.
Una los éxitos de esta organización fue haber sabido abordar a las y los estudiantes desde sus intereses inmediatos, para vincularlos a una perspectiva revolucionaria. Hemos descrito cómo había múltiples actividades y grupos de distinto tipo que eran atractivos para las y los estudiantes (grupos académicos, grupos artísticos y culturales – de música, teatro, periódicos -, grupos deportivos) encaminados a una proyección política revolucionaria.
Lo que le permitía mayor certeza en su desarrollo a esta expresión estudiantil organizada era contar con un proyecto claro. Se tenían referentes, ideales y estrategias coherentes para alcanzarlos. (Una situación muy distinta es la que vivimos ahora, en la que no hay propuestas alternativas claras.)
Pero, como se dijo antes, la Universidad no es una isla sino que está inserta en una sociedad. Por lo tanto, lo que pasa en esa sociedad le afecta directamente y los problemas y vicios de esa sociedad se reflejan en ella.
Por eso, en este mundo en que domina un capitalismo neoliberal depredador, en que se impone la ideología del individualismo y del sálvese quien pueda, de pérdida de valores humanos, encontramos vicios muy profundos que si bien existieron también en el pasado, ahora se han exacerbado y son problemas para el desarrollo del movimiento estudiantil.
Sin embargo, históricamente está demostrada que la juventud, por características propias de esta etapa de la vida, ha sido y es fuerza principal en los grandes cambios sociales. Por lo tanto, los estudiantes de hoy tienen grandes retos para contribuir a que el movimiento estudiantil retome el papel que le corresponde.
BIBLIOGRAFÍA:
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_____________________ (2009); ¿Por qué ellas y ellos? En memoria de los Mártires, Desaparecidos y Sobrevivientes del Movimiento Sindical de Guatemala, Guatemala, Centro Impresor Piedra Santa S.A.
Otras referencias:
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Hurtado Paz y Paz, Juan José (2002); Comentario al Texto “Conventos, Aulas y Trincheras” de Virgilio Álvarez
_____________________ (2005); El Papel de los Estudiantes en la Vida Nacional 1980-2005, Ponencia en el Foro Académico y Lección Inaugural de la Facultad de Ciencias Económicas de la USAC
______________________ (2007); ¡Queremos a Robin Vivo!, artículo publicado en la Revista Digital Albedrío http://www.albedrio.org/htm/articulos/j/jjh-005.htm
El nombre original del texto es “El frente estudiantil revolucionario Robin García: expresión de una coyuntura histórica”.