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Frida Kahlo. Señoras mestizas, niñeras tojolabales

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Créditos: Frida Kahlo.
Tiempo de lectura: 3 minutos

Por: Fabián Villegas

Alrededor de Frida Kahlo gravitan muchas telarañas cultural e ideológicamente. Reconocer el valor de su obra también nos exige complejizar ideológicamente su sobre exposición. Frida Kahlo en el mundo entero es objeto de toda comodificacion cultural, de todo proceso agresivo de exotización, folklorización, apropiación y representación descafeinada.

Es instrumentalizable para las agendas de género más clasistas y conservadoras en la región, mercadeable en retazos de textil indígena para galeristas en Europa, enaltecida en la decoración de interiores de las casas de la élite blanca latinoamericana. La pregunta abierta es que tanto su obra y lo que representa puede ser también conflictivo para muchos procesos.

Históricamente a nivel nacional no creo que exista otra figura en México que haya servido más como patrimonio ideológico del estado post revolucionario para la construcción simbólica de lo mestizo que Frida.

Frida reforzó indirectamente la fantasía del Estado mexicano y sus incipientes instituciones de los años 20s, de institucionalizar la lógica temporal del colonialismo de larga duración, que traza una directriz desarrollista que va del pasado indígena al presente mestizo. Es decir, de reconciliación con lo indígena solo como un ornamento del pasado, como una fase histórica anecdótica de recordar, pero también como una fase histórica inevitablemente necesaria de superar. Bajo esa narrativa desarrollista no hay nada mejor que encubra las violencias y las contradicciones diacrónicas de esa “temporalidad colonial” del pasado indígena y el presente sujeto a blanquear que la identidad nacional del mestizo. El mestizo como identidad nacional, el mexicano como identidad racial.

Muchos de los metarrelatos construidos en torno a Frida también nos pueden llevar a problematizar la empresa epistemicida que representó la Secretaría de Educación Pública e instituciones públicas como el Poder Judicial con la población indígena en el México de los 20s.

Las deudas históricas con una población indígena a la que después de pelear en la revolución, solo le tocó una tramposa y disfrazada reforma agraria, la concesión de algunos ejidos y mucho alcohol para alfabetizar la panza.

Así como también a problematizar los acercamientos caricaturescamente eurocéntricos que tuvieron artistas, militantes, comunistas, socialistas, trotskistas, radicales de élite, provenientes de Europa con México, Latinoamérica y el Caribe. Frida no era Tehuana, México no era una fotografía de Álvarez Bravo, ni hubo un solo indígena que protagonizara como sujeto de conocimiento el muralismo mexicano. El lugar de la población indígena en el muralismo, o en la obra de Frida era como absolutos objetos coloniales de conocimiento, nunca de sujetos de conocimiento, ese era y sigue siendo su lugar epistémico. No era un lugar “simbólico”, ha sido su lugar histórico en todos los rincones del espacio social.

Aun no existían las condiciones históricas para hablar de performatividad, pero sí creo que un país recientemente erigido sobre los estamentos del colonialismo interno, el racismo y la pigmentocracia, si había condiciones para entender sin demonizar que en los “atavíos” de Frida había un enorme privilegio racial, un enorme privilegio epistémico para hablar en nombre de lo “indígena”.  Hacer tortillas a mano no es lo mismo que soñar en Tojolabal.

Frida es un personaje complejo, vital, imprescindible, un caleidoscopio de luchas, contradicciones, fortaleza, resiliencia y conflictos.

Hoy en un periódico español salió una nota argumentando porque Frida no era feminista, claro está bajo los estándares editoriales de un muy despolitizado feminismo epistémicamente blanco y conservador. Asunto que me llevó a recordar alguna discusión sobre ciertos espacios en torno a la apropiación cultural de Frida. Recuerdo que una compañera afroamericana hablaba sobre la despolitización, neutralización que había hecho el feminismo blanco de Frida al apropiársela únicamente como una figura del sufrimiento y la resiliencia, quitándole su fuerza emancipatoria, y compromiso con las luchas populares. Es un hecho, ahora bien, ahora habrá que verdaderamente preguntarnos desde este lado otras cosas. Problematizar más a Frida y abrir la otra conversación.

Larga Vida Frida.

Fuente: contranarrativas.org

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