Por: Claudia Korol
Femicidio de estado en Guatemala. Nos faltan 40
Guatemala duele. 40 niñas arden en la hoguera de la inquisición, en el hogar inseguro de la Virgen de la Asunción.
Demasiadas metáforas condensadas en los cuerpos de las niñas y adolescentes calcinadas por el poder de turno.
Nos faltan 40 niñas en Guatemala. Son el símbolo visible de muchas miles más que nos faltan. Así como los 40 que nos faltan en Ayotzinapa, México, son el símbolo de todos los desaparecidos y desaparecidas en esos territorios del desorden mundial.
El proyecto de muerte del patriarcado capitalista, decidió echar a la pira de la Inquisición a las niñas rebeldes.
No es la primera masacre en esa región donde los cuerpos y las vidas de los pueblos originarios, y de las mujeres indígenas, vienen siendo sistemáticamente arrasadas hace más de cinco siglos.
Guatemala duele y grita. El horror se va extendiendo ante los ojos incrédulos de una humanidad que ya no sabe qué hacer con lo que sucede.
El grito ahogado de las niñas, el grito incendiado de las niñas, el grito desgarrado de las niñas, hoy llega hasta nuestro sur del mundo.
¿Qué hacemos? ¿Cómo no gritar nosotras con ellas, y con las niñas sobrevivientes, y con todas las hermanas que ahí están resistiendo como siempre, con la piel y el corazón chamuscado por el espanto y el miedo?
Estamos viviendo un tiempo en el que el patriarcado capitalista se deshace de las personas que considera sobrantes. Pedagogía de la crueldad llama Rita Segato a este modo de disciplinamiento compulsivo por medio del terror de nuestras subjetividades.
Intentan hundirnos en un tembladeral de desesperanza, de miedo, de desinterés por el otro, la otra. En un salvarnos solas a cualquier precio, alejándonos de todo lo que fuimos y deseamos. Tratan de que perdamos horizonte y proyecto. Tratan de que nos fuguemos hacia el individualismo cortoplacista.
Nuestra respuesta una y otra vez, es acuerparnos unas a otras. Hacemos señales desde fueguitos distantes, para saber que no estamos solas. Pintamos las paredes. Nos pintamos la piel. Salimos a las calles. Nos hablamos. Nos acariciamos. Nos lloramos. Nos caemos. Nos levantamos.
Nuestra respuesta es la solidaridad. Nuestra respuesta es la tierna rebeldía. Nuestra respuesta es el caminar juntas sobre las huellas de nuestras ancestras. Nuestra respuesta es un aullido de lobas furiosas, anunciando que los poderosos pueden hasta matarnos, pero no van a destruir nuestras semillas. Pueden calcinarnos, pero no pueden apagar el fuego en el que seguimos ardiendo junto a todas las hermanas, de Guatemala, México, Colombia, de todos los tiempos.
Somos las migrantes del patriarcado. Las brujas subversivas. Somos la rabia organizada. Somos el feminismo plebeyo, libertario, sediento de justicia, hambriento de amor.
Somos la dignidad de las que no tienen nada, salvo las manos para trabajar, para querer, para sembrar un nuevo tiempo.
Guatemala nos duele, pero sobre todo nos compromete.
No nos robarán la alegría.
Con esta furia llegamos. Con las alas rotas. Nos faltan 40. Caminaremos hasta lograr justicia para sus cuerpos violados, golpeados, agredidos, carbonizados.
Volaremos los cielos con las alas rotas.
Ni una menos.
Vivas, libres, y rebeldes nos queremos.
15 de marzo de 20017
Editorial de Aprendiendo a Volar