Créditos: Prensa Comunitaria
Tiempo de lectura: 3 minutos

Por Miguel Ángel Sandoval

 La historia de las caletas en nuestro país es realmente de antología. Unos como Benito, con una casa rentada en Antigua como depósito de maletas, valijas o petacas, con dinero, en dólares, euros y unos cuantos quetzalitos devaluados. Aunque lo más jugoso de eso fueron las informaciones con declaraciones o pistas que no daban con el paradero de los responsables, pero si se decía, más o menos claro, que las maletas eran del señor Benito. O para situarse en el ideario neoliberal, ¡¡¡que las valijas era propiedad del señor Benito!!!

Lo mismo ocurrió con el señor Sinibaldi. Apartamentos en las Margaritas en mero Oakland, con bultos de dinero y otros valores propiedad del mentado, igual que el apartamento o los apartamentos. De locos. Ni hablar de la cultura de las caletas entre los mafiosos, al grado que, en los corruptos del patio, el uso y el disfrute de las caletas domiciliares hicieron desaparecer los billetes de doscientos quetzales del mercado.

Nada de lo que digo es al tanteo. Hay abundante información de prensa, reportajes un poco más extensos en varios medios, y por supuesto, el famoso cuento de pueblo pequeño infierno grande. O lo que es lo mismo, en el pueblón el chisme es rey. Sabemos que en el medio de la corrupción los vasos comunicantes son eficientes. Que el fiscal de caso suelta por aquí o por allá un dato, que el dueño del banco o sus segundones, saben de quien es la cuenta tal y quienes son los testaferros. Lo mismo con las inmobiliarias. Finalmente, los testaferros hablan.

Pero en el caso de la ley Magnistki, aquí el tema es más complicado. Son investigaciones del FBI o de la CIA o de la SAT de allá, y entonces los datos que maneja son duros. Esto quiere decir que no se equivocan mucho, que saben por dónde buscar y qué buscar. Y como son investigaciones que duran dos o tres gobiernos, no sufren por el temor de perder el empleo de un gobierno al otro, menos la influencia. Son entes de Estado no improvisados, que saben para que se usa la información convertida en inteligencia. No descubro el agua tibia.

Es como dirían en la zona 5, la ley que le aplican al señor Miguelito, una ley más yuca que la de la lista Engel. Y la razón es bien simple.  Si la lista Engel solo les quita la visa y les impide visitar a Micky Mouse en EEUU, con la Magnistki ya no pueden ir a Europa ni a ningún lugar pues les congela los fondos, o sea, que les controlan las tarjetas de crédito, los depósitos bancarios, a ellos, su familia y sus socios, de firma o los ocasionales.

Pero dicho, en otros términos, las caletas de unos y de otros, no pueden ser dolarizadas, salvo en el mercado negro, pues si alguien llega con un paquete de quetzales para cambiarlos a euros o dólares, no puede hacerlo. Y si eventualmente le hacen la campaña, el banco que lo hace corre riesgos pues todos tienen relación con firmas de EEUU.

Y el tema continúa. Si con dólares en mano pretende comprar boletos de avión, pues no lo dejan. Si renta un vuelto privado, es posible que no pueda aterrizar en otros países, pues como se sabe, esta ley es trasnacional, pues si los EEUU tienen enemigos o simplemente, gente que los jode, pues operan a nivel internacional. Para ello esta la Unión Europea, y tantas otras alianzas.

Claro que se puede sobrevivir. Pueden irse a alguna finca mientras pasa la tormenta. Pero no por mucho tiempo, pues luego se suman las demandas legales, los procesos judiciales, los pedidos de extradición, los límites al exilio y un largo etcétera. Por ello, en sentido estricto, la ley Magnistki no regula las caletas, pero les hace la vida a cuadros.

COMPARTE