Créditos: Lencho Pez
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El primero de noviembre, visitan las tumbas en el cementerio para adornarlas con hojas de palma y otros elementos del bosque. De nuevo, les dedican sus canciones favoritas interpretadas con violines, guitarras o marimba que son los instrumentos con los que más se identifica la cultura y tradición Q’anjob’al.

Por Lencho Pez

Cada 31 de octubre, las familias de Santa Eulalia, Huehuetenango, comienzan a celebrar el Día de los Santos, a lo que los originarios le llaman “Tosanto” en el idioma maya Q’anjob’al. En la mañana, específicamente, los hombres, van a las montañas o al bosque a juntar hojas de pino, a traer varitas de árboles, a juntar flores de hortensia, flores de muerto,  hojas de palmas, musgo, entre otros.

Mientras tanto, en casa, las mujeres se ponen a preparar los alimentos para el almuerzo, ya que es un día muy especial para la familia.

Al regreso, los jóvenes esparcen las hojas de pino dentro de la casa y en el altar (que en el idioma Q’anjob’al se dice Popb’al), y colocan las varitas de madera en ambos lados. Con ellas, hacen un arco de forma ovalada, le colocan las flores de hortensia, combinado con hojas de pino o de ciprés. En el piso colocan la flor de muerto mezclada con hortensias bien picaditas, para decorarlo.

Foto: Lencho Pez
Foto: Lencho Pez

Una vez listo el altar, colocan las veladoras y las candelas. Por la tarde, una vez preparada la comida, se sirve una ración de pollo de rancho o de chumpipe, en un plato y se pone en el altar para darles la bienvenida a los seres queridos. En las mesas de las familias de Santa Eulalia nunca hace falta el chilacayote, elote cocido, naranjas, calabazas en dulce y otros dulces.

Entrada a la tarde noche, toda la familia se reúne alrededor del altar y conviven con sus difuntos. Según la cosmovisión maya, esa noche regresan los difuntos a visitar a sus familiares y a la que fue su casa, en donde vivió y convivió con sus hijos, hijas y demás miembros del hogar.

En algunas casas, se contrata a músicos para amenizar el ambiente. Al ritmo de piezas alegres o melancólicas producidos por el sonido del violín y la guitarra, se ponen a bailar hasta la medianoche.

En algunos casos, se sirve aguardiente hecho por artesanos locales al que llaman “Kuxha”.

En la celebración, un familiar es el designado a estar atento al altar, en espera a la llegada de los espíritu que,  comúnmente, se presentan en forma de mariposa o de algún insecto. Cuando esto sucede, se reúne a la familia y se le rinde homenaje a los familiares fallecidos, ya que se cree que es el espíritu de ellos el que ha llegado.

El primero de noviembre, visitan las tumbas en el cementerio para adornarlas con hojas de palma y otros elementos del bosque. De nuevo, les dedican sus canciones favoritas interpretadas con violines, guitarras o marimba que son los instrumentos con los que más se identifica la cultura y tradición Q’anjob’al.

Foto: Lencho Pez

Actualmente, han adoptado otro tipo de música con mariachis que no tiene que ver con la cultura del pueblo Q’anjob’al. Sin embargo, se está posicionando dentro de las tradiciones ancestrales.

Para 2 de noviembre, Día de los Difuntos, (Chi txajlaytoq qué significa que hay que despedirlos con oraciones y con mucha reverencia), se pide a las y los abuelos que los protejan con su espíritu y los llenen de sus energías para seguir caminando en esta vida y poder enfrentarnos ante las adversidades cotidianas.

En esta fecha, la iglesia Católica celebra una misa dentro del cementerio para bendecir las caderas de todos los feligreses.

Anteriormente en Santa Eulalia, las abuelas y abuelos hacían un altar en sus casas en donde hacían una ceremonia para ponerse en comunicación con el ser supremo, la madre naturaleza y sus seres queridos muertos.

Foto: Lencho Pez

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