Créditos: Prensa Comunitaria
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Por Ricardo Ramírez Arriola

El 12 julio de 2023, el sistema de corruptos, tejido por los poderes fácticos del pasado contrainsurgente y la actualidad delincuencial, ejecutó una desesperada jugada para aniquilar a una incipiente y ya secuestrada democracia. A todas vistas, una acción descabellada, amparada por la perversión legaloide que actualmente se ha convertido en el arma más efectiva y paralizante en contra de cualquier esperanza democrática y progresista.

Ese mismo día, el Ministerio Público (MP) ordenó la suspensión del Movimiento Semilla, partido que, sorpresivamente y con gran aprobación popular, en las elecciones del pasado 25 de junio pasó a la segunda vuelta electoral. La orden del MP se basaba en la acusación de un juez penal que, a su vez, hace un año fue sancionado por el gobierno estadounidense por armar falsos cargos en contra de operadores de justicia comprometidos con el combate en contra de la corrupción y la impunidad. Una acción a todas vistas violatoria de las leyes electorales de Guatemala.

Poco después de ese primer anuncio del MP, el Tribunal Supremo Electoral oficializó los resultados de las elecciones del 25 de junio, después de 17 días de suspenso y toda clase de maniobras legaloides para anular el proceso. Tras cotejar las actas emitidas en la primera vuelta, no hubo ningún cambio sustancial en los resultados. Ante el cuestionamiento de la prensa sobre la decisión del MP en contra del Movimiento Semilla, en un instante discursivo que evidenció la existencia de dos mundos paralelos, las autoridades del TSE anunciaron que los dos partidos ganadores de la primera vuelta, UNE y Movimiento Semilla podían iniciar su campaña electoral, y que esperaban que esta se llevara adelante pacíficamente.

Un instante completamente contradictorio y antagónico, que evidenció las dimensiones de la pugna existente al interior de las instituciones y poderes en Guatemala, así como la firme decisión de quienes están atrincherados en el poder judicial para llegar hasta las últimas consecuencias con tal de defender el status quo de impunidad que han pretendido armar.

Un día después, el 13 de julio, funcionarios del MP, armados y con pasamontañas, allanaron finalmente el Registro de Ciudadanos del Tribunal Supremo Electoral, con el fin de secuestrar papelería del registro del Movimiento Semilla.

Llama la atención el nivel de desesperación del pacto de corruptos ante el sorpresivo resultado del Movimiento Semilla el pasado 25 de junio, desesperación que los ha llevando a medidas y acciones de facto, rompiendo de manera reiterada la legalidad, con el objetivo de revertir la decisión popular y profundizar el avance de la aplanadora de impunidad con la que en los últimos años han pretendido desarticular la institucionalidad democrática.

A partir de 2015, pareciera que el pacto de corruptos encontró una fórmula ideal para imponer a sus candidatos como presidentes. En este sentido, los procesos electorales en Guatemala en 2015 y 2019 han mostrado algunas constantes: la reiteración de una candidata puntera en las encuestas que luego queda relegada (Sandra Torres de UNE) y la presencia de una candidata polémica, de la extrema derecha, que polariza y atrapa reflectores, alertando una futura regresión extrema (Zury Ríos, hija del dictador de facto Efraín Ríos Montt). En medio de estas constantes, e independientemente de las siglas bajo las que se postularon en 2015 y 2019 respectivamente, aparecieron candidatos grises, de bajo perfil ante la percepción pública (Jimmy Morales y Giammattei), que en las encuestas figuraban en un tercer o cuarto lugar hasta las vísperas de la primera vuelta y que, en el último instante, remontaron triunfantes. Gracias a una evidente unidad de intereses, aparentemente dispersos en varias expresiones partidistas de extrema derecha, así como de previsibles negociaciones subterráneas, ambos candidatos alcanzaron el segundo lugar de los votos en la primera vuelta electoral y ganaron la presidencia en la segunda vuelta.

Para la primera vuelta de las elecciones de este año, realizada el pasado 25 de junio, todo indica que era esa la lógica que el pacto de corruptos buscaba seguir. Una vez más, Sandra Torres aparecía en las encuestas en el primer lugar de las preferencias, Zury Ríos amenazaba por un instante con ser puntera y el previsible candidato oficialista aparecía desdibujado en un cuarto lugar. Todo parecía estar alineado para que se repitiera la ya reiterada ecuación.

Sin embargo, de manera sorpresiva para todos y esperanzadora para un amplio y cada vez mayor sector de la sociedad guatemalteca, Bernardo Arévalo, candidato del Movimiento Semilla, se impuso en la primera vuelta electoral con un contundente segundo lugar. El voto silencioso, el de la resistencia, el hartazgo y la esperanza, se impuso contra todos los pronósticos y construyendo puentes entre muy diversos sectores.

El as bajo la manga del oficialismo quedó sorpresivamente fuera de la ecuación prevista… Es evidente que al pacto de corruptos se le movió el piso al quedarse inesperadamente sin su primera opción, “la legal”, para garantizar la continuidad y profundización del sistema de impunidad. Y empezó entonces la desesperada batalla por impedir a toda costa la oficialización de los resultados electorales, para postergar la segunda vuelta, suspender la personería jurídica del Movimiento Semilla y un no sabemos qué más en las próximas horas, días y semanas.

En la tarde del 13 de julio, en una esperada conferencia, el TSE, a través del Registro Civil de Ciudadanos, reiteró la validez de la elección del 25 de junio y la realización de la segunda vuelta el próximo 20 de agosto. También se pronunció en contra de “cualquier intento de interferir el proceso electoral mediante la judicialización o cualquier otra vía”.

Son horas cruciales para el pueblo guatemalteco, en las que al mismo tiempo en que germina y se expande la esperanza siempre presente aún en los momentos más cruentos, la correlación de fuerzas internas y externas se reajusta y, lógicamente, se articulan nuevas acciones de quienes ahora quieren abortar el proceso electoral. Hay que esperar y prepararse para cualquier artimaña, al mismo tiempo que hay que tejer nuevos horizontes de unidad para hacerle frente a la embestida impune y regresiva que pretende sepultar a esta incipiente democracia.

La confrontación está expuesta.

 

 

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