Por Samari Gómez
Mientras la mayor parte de la población guatemalteca se sortea, día a día, problemas como la inseguridad, la pobreza, falta de empleo, el sistema de salud pública y educación deficiente, y la economía sostenida en gran parte con fondos provenientes de actividades desarrolladas en países extranjeros, donde las y los migrantes prefieren arriesgar su vida en búsqueda de mejores oportunidades ante la realidad de un país cuyos gobernantes han demostrado nulo interés en lo que debería ser su prioridad “el bien común”, existe un grupo de personas, en su mayoría conocidos en el ámbito político nacional, que por años se han mantenido en puestos de Gobierno y que en esta época electoral están a la espera de romper la piñata del poder, para lanzarse a coger a manos llenas todo lo que puedan, en un constante saqueo al que han sometido a los fondos públicos.
Como ciudadanas, no podemos esperar nada nuevo y, mucho menos, cuando cada cuatro años los políticos hacen gala de ostentosos mítines pagados con “aportes” que no son correctamente auditados, pero que ascienden a montos exorbitantes que una guatemalteca promedio no alcanzaría a obtener, posiblemente en toda una vida de trabajo. Ese dinero es cobrado con creces cuando finalmente estos individuos acceden al poder.
En el pasado, se ha evidenciado constantemente que los grupos políticos que llegan al poder, lo hacen debiendo favores y con su “autonomía” comprometida con los sectores más poderosos, pues en Guatemala, sin poder económico la inmersión en política es inconcebible. Es por ello que cada cuatro años vemos las mismas caras acompañadas de distintos colores y partidos políticos, pues las alianzas cambian, pero la finalidad es la misma.
No, no buscan el bienestar ciudadano, ni el desarrollo del país. Más bien, buscan la repartición de la piñata del poder y los beneficios que ello implica. Cada cuatro años el sector político nos anuncia “nuevas propuestas”, pero al analizar sus bases y sus integrantes encontramos dispersos actores que ya han estado en política y que no han significado cambio alguno. Pretenden hacernos creer a la ciudadanía que existen nuevas y mejores opciones y sí, puede que haya más opciones, pero es más de lo mismo. ¿A quién beneficia la diversidad de partidos? No a la ciudadana, sino a los propios grupos políticos porque esto les brinda más opciones de alcanzar el poder a través de diversas organizaciones para luego, sea quien sea que logre darle a la piñata, poder confeccionar alianzas que garanticen una tajadita para todos, menos para los y las ciudadanas.
La ciudadanía, cansada del show de cada cuatro años, pareciera tener una actitud de total desinterés en el tema político. Sin embargo, es esa actitud la que ha permitido a los gobiernos anteriores y a este en particular, llevar a cabo un saqueo sistemático y sin control. Esto, a través de gastos oscuros, con un atropello a la democracia del país y una falta completa de auditoría social, que no es solamente un derecho sino una obligación. Este último período ha permitido el crecimiento de la corrupción y garantizado impunidad, justamente a muchos de los que hoy pretenden, con discursos elaborados y falsos, hacernos creer que son ellos los actores del cambio que tanto necesita nuestro país.
En pocas palabras se nos ha olvidado que la verdadera democracia es aquella en la que prevalece el interés de las mayorías, en la que la ciudadanía puede emitir su opinión sin temor a ser encarcelada por ello, en la que el sistema de justicia opera para todos por igual y en la que el mayor ejemplo de probidad y de honradez lo deben dar justamente los que ostentan el poder. Emitir un voto de confianza a un grupo político no sirve de nada si luego cuando ese grupo falla, no podemos hacer nada para denunciar sus falencias. La democracia no consiste únicamente en ir a las urnas y después de eso olvidarnos de todo, incluso si el Estado incumple y los gobernantes nos roban.
El poder ciudadano debe ser correctamente representado y correctamente ejercido en el momento oportuno para evitar que Guatemala siga siendo la piñata con la que un grupo de minorías se enriquece a manos llenas cada cuatro años en perjuicio de las y los ciudadanos trabajadores, que día a día luchan por salir adelante, aún cuando sus gobernantes están más entretenidos en idear sofisticados medios de robo y no en cumplir las funciones que por ley les corresponden.