Por Imelda Tax
En Totonicapán, el 1 de noviembre, comúnmente conocido en Guatemala como el “Día de Todos los Santos” varias familias llegan al Cementerio General para limpiar los panteones y nichos de sus familiares, dejarles ofrendas florales, coronas y pino a su alrededor.
Este año es especial para las familias. Algunas de ellas expresaron sentirse felices, ya que desde la pandemia de la COVID-19, que afectó a Guatemala, es la primera vez que pueden venir a limpiar los panteones y nichos y estar con los seres queridos que han partido al más allá.
Desde hace varios días, las autoridades municipales nuevamente permitieron ingresar al cementerio para darle el mantenimiento necesario.
Debido a la pandemia, este año las personas comerciantes no pudieron vender en el interior del cementerio, por las restricciones y un reglamento que prohibió que las familias compartieran en familia los alimentos tradicionales del día en las tumbas, como solían hacerlo.
Además, durante esta celebración se vieron pocos barriletes en el cielo, en parte debido a la falta de recursos económicos para que la niñez pueda comprarlos. Esta es una tradición que se realizaba el “Día de los Santos”, en la que muchos jóvenes elevaban sus barriletes para saludar a sus familiares fallecidos.
Las historias de las abuelas y abuelos en este día es que las personas que visitan los cementerios no pueden sentarse sobre los nichos. De hacerlo, en la noche salen los difuntos a pellizcarlos. Tampoco se puede llevar a niños pequeños o recién nacidos que no estén bautizados porque, de acuerdo a la creencia, pueden ser “ganados” por un difunto que no murió en paz.
Otra de las creencias que marca la fecha es que las y los difuntos pueden salir a pasear y por lo tanto no hay que dejar a las y los niños y bebés solos.
Sandra Tumax, una de las vendedoras que todos los años realiza coronas para la venta usando para flores de crisantemo, manifestó su alegría porque este año hay más venta en comparación con los anteriores, cuando se prohibió, por las restricciones sanitarias para evitar la COVID-19.
Doña Sandra compra las flores y realiza las coronas para luego venderlas por unos Q75. Ella se tarda unos 20 minutos para elaborar una.
“Vine temprano porque hay personas que van a adornar los nichos”, indicó.
Eulalio de León es originario de Momostenango, lleva dos años visitando el cementerio de Totonicapán, a donde acudía para pesar a las personas. De esta manera, él se ganaba unos quetzales al día. Sin embargo, con la emergencia, ya no pudo asistir.
De León no solo visita Totonicapán, sino que a veces acude a San Francisco o a Quetzaltenango.
En esta ocasión lo acompañó su sobrino, a quien quiere enseñarle el oficio. Si le enseñamos cosas buenas para trabajar, ellos van a ser personas de bien, dijo.
El Día de Todos los Santos desayunó temprano y acudió al cementerio, “para hacer algunos centavitos para mi familia”. Su previsión era estar todo el día en ese lugar.
Otro visitante llegó a limpiar y a dejar coronas a su difunda esposa, que falleció hace 3 años. A él se le llenan los ojos de lágrimas cuando la recuerda. Dice que llegó a su tumba para hablarle y elevar una oración. Espera que más tarde se le una el resto de su familia.