Por Sara Sánchez Castañeda
Ser ladino en Guatemala significa contar con privilegios que surgen de la opresión histórica y actual de los pueblos indígenas. Significa asumir una responsabilidad hacia el bienestar y la libertad de los demás. Nos desafía a examinar nuestro arraigo a las relaciones; reconocer la forma en que somos parte de comunidades, redes y sistemas, y cuestionar cómo sabemos lo que sabemos, fomentando nuestra capacidad para operar éticamente dentro de las comunidades a las que pertenecemos.
Contribuir a la descolonización puede ser una responsabilidad para la población guatemalteca. Este proceso nos invita a pensar nuestra relación con la cultura y las tierras indígenas que los colonizadores han reclamado, redefinido y reutilizado injustamente. El proceso descolonizador nos pide que aceptemos la responsabilidad en lugar de aceptar una culpa y que construyamos relaciones que sean justas y equitativas, abordando la desigualdad a través de la educación, el diálogo, la comunicación y la acción.
Introduciendo la descolonización y el legado colonial
La descolonización se trata de devolver la libertad cultural, psicológica y económica para los indígenas, con el objetivo de lograr su soberanía. El colonialismo por su parte es un proyecto histórico global, en el que los colonos se dedican a ocupar tierras, dictar sistemas sociales y políticos, explotar a los pueblos originarios y sus recursos para beneficio propio.
La herencia del colonialismo sigue presente en las Américas, a pesar de los esfuerzos del legado colonial por ocultar un sistema de estratificación con profundas consecuencias en la mentalidad moderna. La igualdad, dignidad y el valor individual de cada persona siguen siendo objetivos que los pueblos indígenas persiguen frente a instituciones que niegan y excluyen a unos para beneficiar a otros. Esta negación tiene su límite, Guatemala necesita reconocer la prevalencia perversa de la supremacía blanca, que funciona como el pilar que sostiene al racismo estructural que sigue contaminando la lucha contra la descolonización. La contienda contra los prejuicios y el privilegio ladino debe ser un componente esencial desde el cual replantear la realidad establecida.
La descolonización no es una metáfora
Cuando malinterpretamos palabras, también nos malinterpretamos unos a otros. La palabra “descolonización” ha sufrido una distorsión al ser utilizada en algunos medios, el discurso académico y en otros espacios sin conocer su propósito. Al destilar su verdadero significado, algunas personas suelen descartar el término por completo o se comprometen con él de una manera que descentraliza la narrativa indígena, que es crucial para el movimiento. La descolonización no es una metáfora, el lenguaje de la descolonización a menudo se adopta superficialmente en movimientos sociales que perpetúan las ideas de que los ladinos modernos tienen una responsabilidad reducida o nula en la colonización de las tierras y los pueblos originarios.
Un síntoma común de este sentido falso de inocencia ocurre cuando las personas confían demasiado en la noción de que “descolonizar su pensamiento” es suficiente para cumplir con su parte. Esto puede incluir esfuerzos para leer más escritores y académicos indígenas, por ejemplo. El cuestionamiento de nuestro conocimiento puede, de hecho, ser una parte sustancial del movimiento. Es una poderosa herramienta para deconstruir las influencias coloniales, pero no es el paso final en la descolonización.
No podemos conformarnos solamente a pensar en descolonizar, debemos actuar para descolonizar. Además, las iniciativas con el fin de indigenizar (apropiarse de los enfoques indígenas de la vida o incluso afirmar falsamente su sentido de identidad) no contribuyen a la discusión, sino que colonizan aún más el conocimiento y la identidad indígena de los mismos.
La descolonización no es un término general que denota una corriente cualquiera de justicia social. Es un movimiento que vive, respira, y se alimenta; un movimiento destinado a garantizar el futuro y la soberanía mediante el desmantelamiento de las amplias estructuras de opresión que han obstaculizado la emancipación indígena.
La descolonización de la educación y la producción de conocimiento
La descolonización puede comenzar en muchos lugares, ya que la influencia del colonialismo abarca tantos aspectos diferentes de nuestras vidas. El capitalismo voraz, racismo, el heteropatriarcado, la supremacía blanca y las formas eurocéntricas de producción de conocimiento son cosas que perpetúan las dinámicas y estructuras que determinan la distribución del poder en Guatemala. Al analizar cada uno de estos aspectos del legado colonial, podemos avanzar en la deconstrucción de la mentalidad ladina.
Los cimientos mismos de nuestra historia escrita están colonizados. Los libros de texto escolares brindan un recuento selectivo de lo que sucedió y por qué, a menudo desde la única perspectiva de quienes tuvieron el poder a lo largo de la historia: colonos, colonizadores e incluso académicos.
En su libro Connected Sociologies (Sociologías conectadas), Gurminder Bhambra, profesora de estudios poscoloniales y decoloniales en la Universidad de Sussex, aboga por corregir la parcialidad histórica con un enfoque de deconstrucción-reconexión-reconstrucción para crear una historia que no solo examine críticamente el papel de la esclavitud y la opresión, pero también dé espacio para incorporar aquellas historias pasadas por alto: las personas eliminadas de la historia.
Los aspectos de reconectar y reconstruir hacen un esfuerzo por reconocer a las culturas marginadas en su resiliencia y complejidad más allá de su clasificación como sujetos colonizados. Bhambra argumenta que la reelaboración de historias incompletas nos ayudará a desestabilizar el dominio occidental para obtener una mejor comprensión del mundo desde múltiples perspectivas. Mirar hacia atrás para comprender el mundo y las culturas en él, también es clave para crear un espacio para que continúen existiendo y prosperando.
Criticando nuestras acciones
La acción descolonizadora requiere que nos sintamos incómodos. Requiere que, como ladinos guatemaltecos, aceptemos verdaderamente nuestra historia y cómo continuamos beneficiándonos de su legado. Requiere que, como ladinos, nos demos cuenta de que tendremos que renunciar a algunas de nuestras propias comodidades en nombre de la creación de comunidades más justas, sostenibles y equitativas. No todos los gestos descolonizadores son iguales o útiles. El reconocimiento de tierras, que están destinados a rendir homenaje a los pueblos originarios, pueden convertirse fácilmente en actos vacíos y performativos si no se realizan de manera reflexiva. Otros movimientos que carecen de representación, que no logran centrar a los indígenas o que no dan como resultado un cambio tangible sirven como malos intentos de descolonización.
Participar en el proceso descolonizador, nos permite llevar a cabo una introspección crítica de los prejuicios racistas y las múltiples expresiones de opresión internalizada que nos caracteriza. Reconocer esta lucha, darla a conocer y pelear contra ella es un esfuerzo colectivo y necesario, una tarea de largo plazo que nos es imprescindible para construir sociedades en las que todas las personas sean tratadas con dignidad, y donde la igualdad esté presente como condición necesaria.