Por Regina Pérez y Francisco Simón
El flujo de migrantes que arriba diariamente a la frontera sur de Estados Unidos ha rebasado las capacidades de control y atención de las autoridades migratorias de ese país. Los mismos datos estadísticos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) dan cuenta de esta emergencia migratoria sin precedentes. Los reportes de esta entidad muestran que el mes con mayor registro de encuentros o detenidos del 2022 fue mayo. Durante ese mes se registraron 36 mil 302 y un promedio de mil 210 encuentros diarios, citado por el medio mexicano Pie de Página.
Desde hace algunas semanas, las personas migrantes que logran llegar a ese país, en su mayoría de nacionalidad venezolana, piden asilo, sin embargo, son utilizadas por algunos gobernadores republicanos para reforzar sus mensajes políticos en el marco de las elecciones intermedias de noviembre, en ese país, para elegir a miembros de la Cámara de Representantes y del Senado, y que podría definir la segunda mitad de la administración del presidente Joe Biden.
Esta situación ha escalado al punto de que el gobernador de Texas, Greg Abbot, envió buses con migrantes que fueron abandonados en la cercanía de la residencia de la vicepresidenta Kamala Harris, en una clara demanda al gobierno, para que resuelva el tema migratorio en la frontera sur con México.
Sin embargo, más que una crisis migratoria, esta situación responde a una manipulación de los migrantes para obtener ganancias políticas, según denuncian organizaciones como la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA), que recientemente se unió a condenar el uso que los gobernadores republicanos dan a las personas migrantes que buscan protección en ese país.
Detrás de cada migrante que llega a Estados Unidos, en busca de mejores oportunidades, hay historias y personas que huyen de sus países, a veces por la pobreza o por las condiciones políticas, como ocurre con Venezuela y Nicaragua.
Para llegar a Estados Unidos, miles de migrantes de América del Sur, Asia y África pasan por el territorio guatemalteco, ingresan por la frontera de Agua Caliente, Chiquimula, que separa a Guatemala con Honduras, desde donde se dirigen a Esquipulas y luego a la capital.
Pero ahí no termina la travesía para muchos, ya que su destino principal es Estados Unidos. En el caso de venezolanos, cubanos y nicaragüenses, al llegar a la frontera entre México y Estados Unidos se les permite cruzar por provenir de países que atraviesan crisis políticas.
Mientras los centroamericanos y migrantes de otros países son devueltos de inmediato por la frontera donde ingresaron, que sería México y, de no ser posible, se les regresa a sus países de origen bajo el Titulo 42, una medida que fue emitida en 2020 por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, por la pandemia de la COVID-19, que prohíbe la entrada a Estados Unidos de personas sin visa, ya sean migrantes o solicitantes de asilo.
Guatemala también ha endurecido sus políticas migratorias en comparación a años anteriores y la expulsión de estos ciudadanos es una constante, según informa el Instituto Guatemalteco de Migración (IGM) en su chat institucional.
En septiembre de este año se implementó un Operativo de Control y Registro por medio del cual, del 1 al 15 del mismo mes, se ha rechazado a 1 197 migrantes venezolanos, que según las autoridades guatemaltecas transitaban de manera irregular en el país. La mayoría son detenidos en el puesto fronterizo de Agua Caliente, Esquipulas o en la ruta de Vado Hondo, Chiquimula.
A la expulsión de personas venezolanas por medio de este Operativo, le siguen hondureñas, con 111; cubanas, con 101; ecuatorianas, con 52 casos y dominicanas con 31 expulsiones solo en la primera quincena de septiembre.
La travesía del migrante venezolano: “la migración es un infierno”
Walberto Moreno y Marta Salvador son una pareja migrante procedente de Venezuela, quienes permanecen en Esquipulas, ubicado en la frontera de Agua Caliente, entre Guatemala y Honduras. A pesar de los riesgos, el cansancio y las limitaciones económicas, saben que no hay marcha atrás para la decisión que han tomado. Ahora, su única meta es llegar a Estados Unidos.
Moreno tiene 32 años y su esposa Salvador, 29, ambos decidieron salir de un pueblo rural del municipio de San Fernando, del estado de Apure, el 8 de agosto, es decir hace más de 40 días, ante la falta de trabajo, comida y nulo apoyo del gobierno.
En Venezuela no hay manera de vivir, dice Marta Salvador, en alusión a la crisis económica que enfrentan. A pesar de los días que ha recorrido, habla con claridad y describe la migración como un infierno, marcada por las extorsiones, intentos de asalto y acoso sexual. En San Fernando dejaron dos hijos pequeños, un varón de 8 y una niña de 5 años, con quien se comunican cuando pueden.
Walberto, el esposo, describe lo que se vive en Venezuela: “la vida allá es una miseria, yo trabajo el campo y el pago es poco. Apenas me dan 7 dólares al día por una jornada, entonces qué se puede hacer con eso, prácticamente nada”, dijo.
Él cuenta que se esforzó para superarse e incluso estudió Arquitectura, pero terminó trabajando la tierra porque en su pueblo, San Fernando, su carrera es poco valorada. Los pocos oficios que se pueden desarrollar ahí son la agricultura, ganadería y la construcción.
“Yo tengo un poco de terreno que me dio mi papá, comencé a sembrar plátanos, el cultivo sí dio, pero el problema que detecté fue la falta de mercado para exportar. No hay modo, primero el camino no ayuda, es pura tierra, polvo en verano y lodo en invierno”, dijo.
Pero él considera que la otra cara de la crisis económica es por culpa de Nicolas Maduro, el presidente de Venezuela, pues ante las sanciones de Estados Unidos, los venezolanos se han quedado sin posibilidades de exportar sus cultivos, aunque hay cosechas están subvaloradas.
Cuando la pareja salió de su lugar natal, San Fernando, traían 2 500 dólares. Viajan en grupos para evitar los peligros del camino, como en Colombia, donde la frontera está militarizada y los soldados los extorsionan. “Lo que hacemos es juntarnos en grupos para subir montañas por la noche. Allá nos hemos encontrado con migrantes de Brasil y Chile, sabemos que son hermanos que van con la misma necesidad, entonces así viajamos”, cuenta Walberto.
Aunque Marta a veces lloraba pensando en los hijos que dejó atrás, regresar para ellos no es una opción. Además, el poco dinero que llevan se les va acabando en el camino, agentes de seguridad los extorsionan con 50 o 100 dólares a cada uno de los migrantes.
“Pero la pena más grande es la montaña de Darién, en Panamá. Allí pasan narcos, migrantes, violadores y asaltantes”, relató Walberto. A los que pasan por ahí les quitan todo, dinero, ropa, joyas.
El llamado “Tapón de Darién” está entre la frontera de Colombia y Panamá y comprende unos 5000 mil kilómetros cuadrados de junglas, ríos y montañas. Esto lo convierte en una de las rutas más peligrosas para personas refugiadas y migrantes, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Dos noches se tomaron para pasar la montaña, despacio, con el único fin de evitar ser víctimas de robo. “Solo nos quedaba rezar para sobrevivir, pero no todo fue a nuestro favor”, cuenta el migrante. La segunda noche un grupo de personas con los rostros cubiertos le robó 500 dólares a cada uno. “Si no pagas, te matan o violan a tu mujer”, agregó Walberto.
Al llegar a Costa Rica y Honduras van buscando casas de migrantes, incluso tienen que mendigar en la calle para comida o poder hacer llamadas. Pero su situación siempre es difícil, la gente los ve con reservas, como si fueran peligrosos, “ellos no saben la pena que carga uno”, lamentó el migrante venezolano.
Entre otras formas de migrar, cientos de venezolanos se van primero a países como Colombia y Chile y luego se preparan para ir a Estados Unidos, porque quedarse en su municipio no les deja muchas alternativas. “Allí solo tienes tres caminos: morir, pobreza o migrar”, indicó.
Marta Salvador, esposa de Walberto Moreno, conoce los riesgos del camino, pero prefiere migrar antes que quedarse en su país. Cuando fueron entrevistados ingresaban a territorio guatemalteco.
En Guatemala ellos también se enfrentan al rechazo de las personas y a las extorsiones de la Policía Nacional Civil (PNC). En la frontera de Agua Caliente agentes les quitaron los últimos 300 dólares que traían, cuenta Salvador.
La pareja estuvo en Casa del Migrante, de los Misioneros de San Carlos Scalabrinianos, que apoya a los migrantes sin distinción, con refugio y comida. Ahora ellos esperan el apoyo económico de su cuñada que está en Estados Unidos, para retomar el viaje de Esquipulas a la frontera de México para luego dirigirse a Tapachula.
De acuerdo a un monitoreo realizado por la OIM en julio de 2021, las principales fronteras de salida en Guatemala para migrantes que se dirigen a México son Tecún Umán, en San Marcos; la Mesilla y Gracias a Dios, en Huehuetenango; Bethel y el Ceibo, en Petén.
Abel Núñez: detrás del envío de buses de migrantes hay un juego político
Prensa Comunitaria conversó con Abel Núñez, del Centro de Recursos para Centroamericanos (CARECEN), una organización con sede en Washington que se especializa en apoyar a migrantes que hablan español y que desde abril pasado apoyó a las personas migrantes que son trasladadas en buses hacia ciudades como Washington.
Núñez indicó que desde abril su organización ha recibido a las y los migrantes con comida y ropa; también apoyándolos a conectar con servicios, porque muchos de ellos no tenían conexiones de familia y en esa ciudad no existe una comunidad venezolana fuerte. Además, les ayudan a establecerse e integrarse a la sociedad.
Asimismo, dijo que construyen infraestructura para darles un mejor recibimiento, pues el área metropolitana de Washington no es un lugar fronterizo. “Nosotros recibimos migrantes en diferentes espacios, ya que en el país se han establecido y vienen buscando asesoría legal de migración”, manifestó Núñez.
El pasado 15 de septiembre, medios estadounidenses reportaron que dos autobuses llenos de migrantes procedentes de la frontera entre Estados Unidos y México fueron abandonados en las cercanías de la casa de la vicepresidenta Harris. Los buses fueron enviados por el gobernador de Texas, Greg Abbot.
Núñez indicó que detrás de esta situación hay un juego político donde se utiliza a las personas más vulnerables. “Estamos en un año electoral, los gobernadores lo están haciendo por asuntos políticos”, manifestó.
Según datos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, entre octubre de 2021 y agosto de 2022, 155 553 venezolanos cruzaron la frontera hacia ese país.
Por otro lado, el activista dijo que esta situación es complicada, porque para las personas migrantes este tipo de traslados son una ayuda, ya que es un apoyo para acercarse a las ciudades donde ellos quieren llegar. Sin embargo, como no existe coordinación de parte del gobierno de Texas, el trabajo de las organizaciones se hace más difícil para atenderlos.
Por ejemplo, cuando los gobernadores quieren presionar políticamente y mandan los buses cerca de la casa de la vicepresidenta Harris, es algo que no avisan a las organizaciones y estas tienen que responder movilizando a su gente para recibir a las personas y llevarlas a puntos de descanso y albergues temporales en la ciudad.
“Lo hacen por razones políticas, pero lo pudieran hacer mejor”, dijo Núñez.
El gobernador Ron DeSantis, de Florida, señaló públicamente que dicho estado no es una ciudad santuario, por lo que “alegremente facilitamos el transporte de migrantes ilegales a destinos santuarios”, dijo, como se le conoce a los estados y ciudades donde los migrantes irregulares pueden obtener refugio, sin miedo a ser deportados.
Lo sucedido en las últimas semanas en el país estadounidense como el envío de buses con migrantes a la residencia de Harris y a la exclusiva isla de Martha’s Vineyard, en Massachusetts, ha despertado reacciones como la de WOLA, que calificó dichas acciones como una manipulación de los migrantes por los republicanos, con el fin de ganar puntos políticos.
Dicha organización pidió a la administración de Biden cumplir con la promesa de restaurar el asilo en la frontera, lo que incluye poner fin al Título 42, una normativa aprobada durante la administración de Trump, que permitía la expulsión expedita de migrantes en la frontera con México.
Mientras eso ocurre en el norte, Walberto y Marta solo quieren llegar a ese país, donde han escuchado que los dejarán cruzar, porque saben que a los venezolanos sí los dejan pasar a Estados Unidos.
Lo primero que esperan al llegar es encontrar un trabajo, pagar la deuda que adquirirán con su cuñada y mejorar su casa en Venezuela. Incluso mandar a traer a sus dos hijos.
Al preguntarles si han escuchado sobre los traslados de migrantes, responden que no, aunque en Honduras el padre de una Iglesia católica les habló de lo que estaba sucediendo, “pero no le entendimos”.
Mientras tanto, organizaciones como CARECEN seguirán recibiendo y orientando a los migrantes que al llegar a Estados Unidos ya llevan un plan, “porque todos llevan un plan, sea real o no”, puntualizó Núñez.