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La COVID-19 y los efectos perniciosos en la salud mental de la niñez

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Créditos: David Diego Marcos
Tiempo de lectura: 7 minutos

 

“El encierro va a tener efectos perniciosos en el futuro, que incluso ya se están sintiendo. Los seres humanos tienen dos etapas de socialización, una es en la familia y otra en la escuela, situación que se detuvo bruscamente para miles de niños en el país, para quienes el vínculo social en la escuela desapareció”, Marco Antonio Garavito.

 

Por Regina Pérez

Para nadie es un secreto que la pandemia de la COVID-19 ha tenido varios efectos en la sociedad, desde económicos hasta pérdidas humanas. La vida cotidiana de niñas, niños, adolescentes y adultos cambió con la llegada del virus. En Guatemala, según el Ministerio de Salud, hasta la fecha 13 mil 564 personas han perdido la vida a causa del coronavirus. El encierro, la falta de socialización y la incertidumbre han tenido efectos en la salud mental tanto de adultos como en la niñez.

Estrés, ira, tristeza, ansiedad, incluso llanto y aislamiento, son algunos de los efectos psicológicos que especialistas identifican por el cambio de rutina que supuso la llegada del virus. Las y los niños y adolescentes tienen menos oportunidades de esparcimiento, en muchos casos no acuden presencialmente a la escuela y tienen limitado el contacto social.

Esta situación parece agudizarse en el área urbana, más que en el área rural, donde la rutina de la niñez no cambió tanto y la socialización se mantuvo, por lo que el impacto de la COVID-19 no tuvo las implicaciones que sí tuvo en los niños en la ciudad, según Marco Antonio Garavito, director de la Liga de Higiene Mental.

A decir de Garavito, desde que inició la pandemia la Liga de Higiene Mental asumió que el Estado no iba a realizar ninguna acción enfocada a la salud mental, por lo que desde esa entidad ofrecieron consultas gratuitas. En ese contexto, dijo que la niñez enfrentó la COVID-19 en las mismas o peores condiciones que los adultos, porque el Estado no estableció una ruta estratégica para resolver, en el marco de la niñez, la situación de la pandemia.

En opinión del experto, el Ministerio de Educación tendría que haber hecho un reajuste en su contenido curricular, a efecto de que en la pandemia se pudiera trabajar educativamente alrededor de contenidos que fueran útiles para el momento que la niñez estaba viviendo.

A esta situación se suma que, según la Coordinadora Institucional de Promoción por los Derechos de la Niñez (CIPRODENI), Guatemala es el país con la más alta tasa de orfandad en Latinoamérica provocada por la pandemia.

Para Otto Rivera, secretario ejecutivo de CIPRODENI, hay una clara afección psicoemocional en las niñas y niños que han perdido a su referente parental, ya sea a su padre o madre o a ambos.

¿Cómo están lidiando las y los niños con la pandemia?

Dara García, psicóloga infantil, señala que en su experiencia ha notado reacciones emocionales como berrinches, por lo que recomienda que, así como los adultos aprenden a hablar de lo que les molesta, a los niños hay que enseñarles a comunicarse, por ejemplo, si algo no le gusta, hay que enseñarle a no golpear, morder o gritar.

Otros problemas que se presentan son ira, problemas de sueño, desesperación por querer salir y no comprenden lo que está pasando, por eso siempre hay que explicarles qué pasa, por qué se usa mascarilla y nos desinfectamos las manos, para que no entren en estrés, “es feo que ves todo lo que pasa, pero nadie te explica qué está pasando y todo esto ocasiona problemas de ira”, señaló.

En el ámbito académico uno de los efectos es no prestar atención, ya que hay niños a quienes les gusta ir al colegio, para socializar, ver a sus amigos y compartir, y el hecho de que ya no puedan hacer eso les enoja, porque no entienden la gravedad de la pandemia. Si hay adultos que no entienden la gravedad de esto, imagina a los niños que no pueden ir a jugar al parque u otros juegos, que antes se podían hacer, indicó.

Foto: David Diego Marcos

Estudiar desde casa también acarrea otros problemas, ya que no todas las niñas y niños responden de la misma manera y es más difícil desde la virtualidad. Muchos padres incluso contrataron a otras personas mientras están recibiendo sus clases, porque no prestan atención o no comprenden, dijo García.

La psicóloga señala que a cada niño pueden afectarle cosas muy específicas, pero en general es en lo emocional donde impacta más por no ver a sus amigos, no poder celebrar su cumpleaños, ya que cada quien tiene rutinas familiares, cada cierto tiempo ir al mar y eso, ahora ya no se puede.

Andrea Martínez, psicóloga de la Procuraduría de Derechos Humanos (PDH), mencionó que la atención se ha enfocado mucho en la protección sanitaria pero se ha dejado de lado fortalecer la salud mental y cómo afrontar todos los efectos que se dan.

Martínez, psicóloga de la PDH, dijo que las y los niños lo que necesitan es jugar, para desarrollar sus sentidos, la imaginación y la creatividad, aprenden jugando pero de persona a persona, no con videojuegos.

Los espacios reducidos en casa y estar todo el tiempo en un espacio pequeño han limitado esa exploración, la curiosidad, la imaginación y otro obstáculo para jugar ha sido la dinámica familiar-laboral, indicó.

Algunos efectos psicológicos, emocionales e incluso físicos son el estrés, la ansiedad por separación, cuando se tienen que desvincular de un ser querido, impactada por el virus por ejemplo, cuando un familiar se va y si no vuelve y fallece hay un duelo que tratar, destacó la especialista.

También tristeza, sentimientos de culpa, desmotivación para seguir en sus tareas regulares. Problemas sociales que se ven son la deserción escolar, motivada por la economía, la pobreza, cambios inesperados de escuelas, de amigos, casas y desintegración familiar por la muerte de algunos familiares o porque ya no se ve a los abuelos.

Los efectos conductuales pueden ser llanto constante, aislamiento, que no quiere participar en las actividades de casa, alteraciones en el apetito y en el ciclo de sueño, sedentarismo, hiperactividad, bajo rendimiento escolar, agresividad y descontrol de los esfínteres, dijo Martínez.

¿Qué se puede hacer?

La especialista de la PDH señala que la educación no es una lucha de poder. No se trata de ganarles a las y los niños, se trata de ganarse a los niños, de enfocar la atención a que ellos aprendan a vivir en comunidad.

Algunas actividades que sugiere para padres y niños son: tomar momentos de descanso en sus actividades, respetar el tiempo de familia, turnarse las tareas del hogar, permitir caminatas al adulto cuidador y otras actividades.

Sobre el desarrollo emocional de los niños, Martínez recomienda hacer conexión emocional y escuchar, estando atento a los cambios conductuales. Se pregunta “¿Cómo te sientes?”, para crear un vínculo de seguridad, reafirmar el afecto, mencionar palabras de amor y demostrándolo, por ejemplo si los padres se ausentan por trabajo, pueden hacerle un dibujo haciéndoles saber que el afecto ahí está o enviarles palabras de ánimo.

Asimismo es importante organizar y respetar espacios de estudio, sin mezclar tareas de casa con las escolares y darle la importancia a la educación. Crear rutinas en donde se permita el juego y el descanso y establecer límites para usar dispositivos tecnológicos y realizar actividades familiares y juegos de mesa, en su lugar, leer cuentos.

En el caso de los adolescentes permitir la comunicación supervisada con sus amigos, fomentar el movimiento, una manera para canalizar su energía, dar una caminata o manejar bicicleta, bailar, saltar la cuerda. “El ejercicio es fundamental porque da un equilibrio físico y mental”, señaló.

Incluso crear viveros en casa puede funcionar, ya que da a las y los niños la oportunidad de cuidar a otro ser vivo y verlo crecer.

Se espera un rebote emocional

De acuerdo con Garavito, el encierro va a tener efectos perniciosos en el futuro, que incluso ya se están sintiendo. Los seres humanos tienen dos etapas de socialización, una es en la familia y otra en la escuela, situación que se detuvo bruscamente para miles de niños en el país, para quienes el vínculo social en la escuela desapareció.

En criterio del especialista, la convivencia con otras personas es fundamental para el concepto de salud mental sano y la niñez no lo tiene. A esto se suma que la falta de una estrategia sobre la pandemia y lo que va a pasar, genere mucha incertidumbre y ansiedad.

Por otro lado, en el marco de la crisis de miedo, muchas familias que están tomando precauciones no sacan a sus niños a caminar en ambientes naturales como senderos, “porque pareciera que salir es casi pescar el virus y eso no es así”, sobre todo en la ciudad capital, dijo.

Mientras la actividad en bares y centros comerciales nunca se ha detenido, otros espacios como universidades no han retomado sus actividades normales, lo que para el experto ha generado acomodamiento.

Con el COVID-19 habrá que abordarlo como si hubiera sido un desastre, explicó. En un primer momento, cuando ocurre, la preocupación no radica en la parte emocional sino en la supervivencia, pero meses después viene el rebote emocional y eso ya está pasando, hay que prepararnos porque ya ha habido muchas solicitudes de atención de niños y si en un año no cambia a una vida social más abierta, van a haber muchos problemas emocionales en la niñez, dijo el experto.

Si bien en Guatemala es necesaria la asistencia psicológica, hay obstáculos para acceder a ella, entre ellos que no es accesible a mucha gente, especialmente en los departamentos.

En el interior la gente no tiene acceso a un psicólogo, o cobran muy caro o son muy malos, señaló Garavito. Es por ello que la Liga de Higiene Mental ofreció consultas gratuitas para las personas en los departamentos. “Eso demostró que la idea de que la gente no va al psicólogo porque dice que no está loca es falso, no va porque no tiene recursos, porque el Estado no ofrece y ni va a ofrecer”, dijo sobre los servicios.

Siguen siendo invisibles a los ojos del Estado

Rivera, secretario ejecutivo de CIPRODENI, mencionó que en el país no existe un sistema nacional de protección integral y garantía de derechos. Hay instituciones que trabajan sin coordinación y se necesita transitar de esas entidades de gobierno a institucionalidad de Estado.

De acuerdo con el experto, aunque se vulneran varios derechos de la niñez, el derecho a la salud es uno de los más violentados. No solo nos referimos al acceso a la salud, sino que en contexto de la pandemia esto también abarca a la salud mental.

La tendencia, de parte del Estado, es que se están recortando programas de beneficio para la niñez en varios temas, como desnutrición, por ejemplo. Es por ello que indica que las y los niños en Guatemala siguen siendo invisible a los ojos del Estado.

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