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Después de la tormenta “nos queda seguir adelante”: la amenaza eterna de las lluvias en la Guatemala interior

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Créditos: Foto con fines ilustrativos. Comunidad de Campur, San Pedro Carchá. Alta Verapaz.
Tiempo de lectura: 7 minutos

 

Prensa Comunitaria visitó las comunidades en Quiché y Alta Verapaz a las que habíamos ido tras las tormentas Eta y Iota para el especial Entre Tormentas: encontramos, de nuevo, el abandono estatal que empeoró los efectos que las lluvias provocan en estos sitios, pero también volvimos a atestiguar la solidaridad en que los comunitarios basan su respuesta a la naturaleza.

Por: Elías Oxom, Diego Petzey, Carlos Choc y Lourdes Álvarez

En las comunidades de las áreas rurales del país la historia se repite una y otra vez. No importa si son lluvias fuertes o leves, si es una tormenta, un huracán o un temporal. Cualquier cantidad de agua deja incomunicada a las comunidades por varios días, la energía eléctrica, que ya es intermitente, deja de funcionar y el costo de los alimentos se dispara. “Al menos, lo que nos queda es no lamentar muertos”, comenta María Cobo, de la región Ixil, en el departamento de Quiché.

La temporada lluviosa volvió a Guatemala, como estaba marcado. Este año, tras el devastador paso de Eta y Iota en 2020, la vulnerabilidad y el abandono siguen ahí. Las comunidades de la Guatemala interior esperan de nuevo y se preparan, solas, para enfrentar la fuerza del agua.

En los casos más graves a los que hace referencia Cobo, las comunidades y su población son arrasadas o sepultadas bajo toneladas de tierra, lodo y escombros, tal y como sucedió en noviembre del año pasado, cuando la tormenta Eta arrasó a la comunidad Quejá, en San Cristóbal Verapaz, Alta Verapaz.

Al 13 de septiembre pasado, la Coordinadora para la Reducción de Desastres (Conred) reportaba 23 personas fallecidas y 1 millón 333 mil 218 personas afectadas durante la temporada de lluvias de este año. Además, unas 738 personas se encuentran en riesgo y 4 mil 386 personas damnificadas.

Los departamentos afectados donde se han reportado personas fallecidas son Chimaltenango, Quetzaltenango, Sololá, Suchitepéquez, Escuintla, Guatemala, Quiché, San Marcos, Alta y Baja Verapaz y Sacatepéquez.

En las comunidades del interior las lluvias se viven entre tragedias, pero también entre acciones comunitarias de apoyo y obstinación que permiten volver a empezar, una y otra vez. La población se moviliza con piochas, palas y azadones que utilizan en sus actividades de agricultura para despejar los caminos anegados, mientras otros se dedican a recolectar alimentos, cocinarlos y repartirlos.

La histórica ausencia del Estado en Alta Verapaz

Santiago Quib, del Comité de Tierra de la aldea Sesajal, San Pedro Carchá, Alta Verapaz, indicó que en los últimos meses la aldea se encuentra en la recuperación de sus bienes. Después de la inundación que dejaron las tormentas Eta y Iota, poco a poco las personas reconstruyen sus viviendas.

Funcionarios del Ministerio de Comunicaciones vinieron a ofrecer viviendas e hicieron firmar 177 contratos a los comunitarios, a quienes dijeron que del Fondo para la Vivienda (FOGUAVI) iba a construir las casas. Los afectados no han vuelto a saber nada de los representantes del gobierno. “Actualmente estamos cosechando nuestras mazorcas, pero nuestros bienes que perdimos ya nunca podemos recuperar. Los niños están estudiando una vez a la semana”, expresó Quib.

El líder comunitario agregó que lo que afectó a la milpa es una plaga que hizo que se secara sin dar frutos. La siembra de frijol fue afectada también por el frío y las lombrices que dejó el agua; dio un poco pero no como antes de la inundación. El pasto para el ganado tampoco se ha recuperado. “Esperamos el apoyo del Ministerio de Agricultura Ganadería y Alimentación (MAGA) para nuestro cultivo, necesitamos abonos, pero nunca han llegado”, añadió Quib.

En las últimas semanas, por las lluvias, ha llegado a colapsar el puente que tiene esa comunidad. El agua llega también a los siguanes, una especie de respiradero o agujero natural que se forma en la tierra, que la población considera alimentaron la inundación que hubo en la comunidad en 2020. “Nos preocupa porque ya tuvimos la experiencia de un desastre como es la inundación, ya que la comunidad estuvo inundada durante cuatro meses”, lamentó.

La población de Sesajal se ha organizado. Cuentan que ya tienen conformada una Coordinadora Local para la Reducción de Desastres (COLRED), que fue impulsada por la Pastoral Social. “Somos veinticuatro personas quienes conformamos, estamos siendo capacitados para cualquier desastre natural”, contó Quib.

“Nos sentimos preparados como comunidad porque sabemos que el gobierno no apoyó en nada, la vez pasada pudimos apoyar a nuestra gente, no esperamos nada del gobierno, por eso estamos preparándonos ante cualquier tragedia”, enfatizó el líder comunitario.

Esteban Ax, maestro y autoridad comunitaria de la aldea Campur, San Pedro Carchá, Alta Verapaz, indicó que al momento no hay inundaciones y no se han reportado deslizamientos de tierra, pero la gente se alarmó por los precios del maíz que llegó a Q 250 quetzales el quintal, una situación que fue muy dura, porque en los lugares que quedaron inundados durante las tormentas Eta y Iota fueron afectados y quedó “muy caliente” y ya no se podía cultivar el maíz, la gente no cosechó como en años anteriores.

Según Ax, algunos amigos de Campur han salido a pedir apoyo y un grupo de jóvenes empezaron a fomentar la reforestación de Campur, algunas organizaciones están apoyando esta iniciativa para sembrar árboles frutales.

“A veces da pena porque pensamos que se puede inundar, hay relámpagos, pero al momento no nos quejamos de nada. Ya sabemos que el Gobierno y la municipalidad no está apoyando, porque a pesar de que Campur estuvo inundado la municipalidad no ha apoyado de exonerar en el sistema el recibo que genera por energía eléctrica Energuate, están cobrando algo indebido, no tienen abandonado hasta el momento, quiere que la comunidad salga a pedir, yo sé que la energía es de empresas transnacionales, todo lo estamos haciendo solos”, agregó.

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Derrumbes y crecidas en Quiché

Juan Julián Santiago Gallego, secretario del Concejo Comunitario de Desarrollo (COCODE) de primer y segundo nivel en Xeukalvitz, micro región 6 de Nebaj, Quiché, comentó que las lluvias de los últimos días han provocado varios derrumbes en el camino principal que los comunica hacia el centro del pueblo y también provocó el desborde del río Sumalá, que destruyó un puente.

Xeukalvitz cuenta con 760 habitantes, de ellos 90 son niñez menor de 5 años de edad y 143 tienen de 5 a 15 años de edad.

Santiago cuenta que durante 25 días estuvieron incomunicados por los derrumbes y por el desbordamiento del rio Sumalá. Durante este tiempo no ingresaron alimentos a la comunidad, por lo que estuvieron sobreviviendo con los alimentos de reserva que tenía cada familia.

“La necesidad más urgente, no solo para mi comunidad, sino que para toda esta microrregión, es la construcción de la carretera. Sin importar la cantidad de agua, siempre ocurren derrumbes provocados por las lluvias”, agregó Santiago.

La comunidad nunca ha contado con energía eléctrica. Santiago recuerda que desde hace diez años que iniciaron la gestión, las autoridades han realizado varios viajes al Ministerio de Energía y Minas en la capital; les dicen que sí iniciarán el proceso de introducción de energía, pero nunca lo hacen.

Cuando estuvieron incomunicados durante 25 días, el precio de los alimentos básicos como el tomate, frijol y el maíz aumentó. Por ejemplo, antes del derrumbe el quintal de maíz costaba Q170 quetzales y ahora cuesta Q225. “Son días difíciles”, lamentó Santiago, quien calcula que al menos el 25% de la población de Xeukalvitz vive en pobreza extrema.

“Estamos en las mismas condiciones (que había cuando llegaron Eta y Iota), porque cada vez que llueve empeora la situación de la carretera, en cada derrumbe nosotros abrimos el paso solamente para pasar por algunos momentos”, dice.

Tampoco recibieron ayuda para poder reconstruir o reparar las viviendas dañadas durante Eta y Iota. “A la comunidad no ha llegado ninguna ayuda, ni antes, durante y después de las tormentas. El gobierno y la municipalidad no nos han apoyado en nada”, manifiesta.

La comunidad no se ha quedado quieta. Para habilitar la carretera, fueron las familias de la aldea las que contribuyeron. Para habilitar el paso de nuevo en estos últimos días, cada familia aportó Q125 quetzales, y también solicitaron a los transportistas que ayudaran y cada uno pagó Q500, Q 1 mil o hasta Q. 1 mil 500. Todo esto ha sido gestión de la comunidad.

Jacinto De Paz Solís, Auxiliar de enfermería de la Comunidad Trapichitos, Nebaj, Quiché, también indicó que hace como diez días se quedaron incomunicados otra vez, porque uno de los ríos que pasa cerca de la comunidad desvió su caudal y destruyó el puente que los comunica con la cabecera municipal.

En Trapichitos persiste la necesidad de alimentos. “La mayoría de las familias van hasta el mercado de Nebaj para abastecerse, pero cuando quedamos incomunicados las familias que tenían un poco de posibilidad económica, de Trapichitos caminaron por casi tres horas hasta llegar a Chajul y de ahí tomaban la camioneta para ir a Nebaj, solo de pasaje cobraban Q 80 quetzales de ida y vuelta, una situación grave”, lamenta De Paz

Cuenta que Trapichitos tiene un poco más de 500 habitantes, quienes conforman 112 familias. Hasta ahora, el Covid-19 no ha agravado la situación, ya que no se ha detectado ningún caso nuevo, y las autoridades comunitarias y los dos auxiliares de enfermería calculan que se ha vacunado al 80 % por ciento de la comunidad.

El riesgo alimentario es persistente: la comunidad sigue sin recuperar las pérdidas que causaron Eta y Iota y las lluvias recientes lo han hecho más difícil. En reuniones comunitarias, hay familias que han expresado la posibilidad de irse a otro lugar a buscar mejores condiciones.

“De parte del Gobierno no hemos recibido nada, ni de parte de la municipalidad. Siempre son la comunidad y los líderes comunitarios quienes están trabajando”, insiste De Paz.

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Los ríos siempre crecen

El 15 de septiembre el río Serokpix, en la comunidad de Sacsuha’ del municipio de Santa Catalina la Tinta, Alta Verapaz, aumentó su caudal e inundó 17 viviendas y afectó a 92 personas.

Entre las pérdidas hay animales de granja, patos, pollos y marranos. Según reportó Rafael Antonio Choc, en el lugar de las viviendas que quedaron inundadas había quedado basura, tierras y ramas de árboles que el río arrastró.

La comunidad solicitó apoyo con el jefe de la Subestación de la Policía Nacional Civil y coordinó con el Síndico II Jefe de la Sección de Logística de la Coordinadora Municipal para la Reducción de Desastres un recorrido domiciliar para verificar la situación de las familias. Los bomberos de la cabecera municipal recomendaron a las autoridades municipales tomar acciones para apoyar a las personas damnificadas y estar atentos para una respuesta inmediata.

“Cuando el cielo se pone gris o uno sabe que van llegando los meses de mayor agua, empezamos a pedir a nuestros santos y a nuestros antepasados para que nos cuiden”, dice María Cobo. Ella, dice, no ha estudiado mucho, pero sabe que cada político que llega con un gobierno nuevo dice lo mismo, promete ayuda y no cumple. “Solo nos queda seguir adelante”, asegura.

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