Por Elías Oxom
Marta Yoj es una artista tejedora que lleva más de dos décadas elaborando güipiles para mujeres Q’eqchi’, una práctica ancestral que representa una forma de resistencia para las mujeres indígenas. Su tejido es una forma de conservar la cosmovisión de los pueblos indígenas ante el racismo y la violencia que la población ha padecido.
Yoj, de 37 años, originaria de Samac, Cobán, Alta Verapaz, aprendió a tejer los güipiles Q’eqchi’ cuando tenía 21 años, fue la abuela Juana, de la aldea Esperanza Chilatz, quien le enseñó el arte. Durante 21 años se ha dedicado al tejido de güipiles, revalorizando los conocimientos ancestrales Q’eqchi’ y conservando una tradición que con el tiempo empieza a desaparecer en la región.
Para Yoj, la elaboración de güipiles es una práctica heredada de sus ancestros; es un conocimiento que se debe recuperar y conservar, por eso, cuenta, enseñó a su hija, a los ocho años de edad, a tejerlos. En la experiencia de la artista tejedora, el oficio es una lucha, porque son pocas las personas que se interesan por su trabajo. “Pero me apasiona y es por eso que sigo practicando este arte”, indicó.
La artista Q’eqchi’ dijo “tejer los güipiles tiene mucho significado, es una prenda muy cómoda que no está elaborada con máquinas”. Yoj dice que el valor de estas prendas y su uso están siendo desplazados por otras, elaboradas con máquinas, impactando en la calidad y ofrecida a precios menores. Además, señala que en muchos casos han plagiados sus diseños.
El proceso de elaboración manual que Yoj realiza se ha visto desplazado por quienes han incorporado a la tecnología para reducir tiempo y costo, “pienso que se está perdiendo el valor de los tejidos de nuestros antepasados, debemos valorar lo nuestro”, agregó.
Para Sandra Xinico Batz, una intelectual maya Kaqchikel, los tejidos tienen distintos significados, es una forma de resistencia para mantener la historia de las mujeres y de los pueblos indígenas, “es una resistencia de las mujeres mantener la ropa, porque durante 500 años han pretendido despojarnos de estos conocimientos, es una fuente de lucha, de resistencia y de historia”.
Xinico señaló que “a pesar de la violencia y del genocidio hacia los pueblos originarios, las mujeres encontraron en los tejidos una forma de ir guardando elementos de nuestra cosmovisión, el tejido significa una conexión con las emociones y los sentimientos, hay tejidos que tiene animales muertos, como el caso del güipil de Xenacoj [Municipio de Sacatepéquez], que es una forma de valorar la vida y la muerte. Los tejidos son una forma de guardar la historia y la cultura”.
Cada güipil elaborado por Yoj puede tener un costo de 400 a 500 quetzales. Tienen diferentes diseños, nos cuenta, algunos tienen patos, como representación de los animales domésticos. Otros, dice, llevan las hojas de los árboles, como los que se utiliza en el baile del “Paab’ank” [Una fiesta de los pueblos originarios de la región de las Verapaces]. Otros tienen hojas de pacaya, que significan los alimentos en la Semana Santa. En la cultura Q’eqchi’, relata la tejedora, se utilizan las hojas de pacaya para el adorno y no se utiliza productos comprados.
Para cada güipil, elaborado con hilo de algodón, Yoj invierte horas, días y semanas. Son piezas que si se valoran por el tiempo que les dedica el precio alcanzaría precios alto, y “no trae cuenta”, agregó.
En esas condiciones, dijo, se vende por menos del precio, además, porque tejedoras como Yoj, no cuentan con espacios para promover su venta.
“Las mujeres Q’eqchi’ casi no compran los güipiles elaborados a mano, por el precio”, relata mientras dice que pese a esas condiciones a las que se enfrenta, “Me ayuda con los ingresos familiares, Ahora no estoy vendiendo, por la pandemia, que no han llegado los turistas que normalmente los compran”.
Yoj nos comparte su gusto por la elaboración de estas prendas, “la tejeduría se ha vuelto mi pasión, también he enseñado a muchas mujeres, que les ha gustado el trabajo que hago, les enseño sin recibir ningún pago, porque así es mi filosofía, concluye.
Para Xinico el uso de los güipiles data de miles de años, “hay registro en códices y piedras, en ellas podemos ver la figura de mujeres y hombres vistiendo ropa, en el caso de las mujeres se tienen registros de los güipiles desde hace dos mil años”.
Que las mujeres sean quienes hayan conservado el uso y tejido de su indumentaria y los hombres no, tiene una explicación para la intelectual maya Kaqchikel, “el racismo hizo que ahora sean las mujeres las que usemos la indumentaria, el hecho de que los hombres no la usen fue por el proceso colonizador para que ellos pudieran participar en espacios públicos y uno de los requisitos fue que se quitaran la indumentaria”.
Fue la colonia, como proceso económico, político y social, que determinó el papel de las mujeres y de los hombres en los pueblos indígenas. Culturalmente no solo era la mujer la que tejía sino también lo hacían los hombres, anota Xinico.
En el caso de los güipiles, los diseños que se tejen en ellos dan señales de cuál es la identidad de quien lo usa, da cuenta de la forma de ver el mundo, de la ideología y la procedencia. Desde la colonia hasta la creación del Estado Nación, los pueblos originarios fueron colocados en el escalón más bajo, poniendo a las mujeres indígenas aún más abajo, indicó Xinico.
En este contexto, las mujeres y su trabajo plasmado en los güipiles, han sido atacadas con la apropiación de los elementos, los explotan, los hacen suyos, los deforman, las mujeres generacionalmente han venido luchando por los espacios públicos, en esa lucha las mujeres han mantenido la ropa, el sistema racista se ensaña hacia quienes luchan, contra quienes persisten, contra quienes mantienen estos elementos, ese sistema racista busca distintas formas para acabar con estos elementos y constantemente inferiorizar, despojar a quienes mantienen, las hermanas Q’eqchi’ hemos visto cómo sus tejidos han sido muy desvalorizados, es una miseria lo que se paga por sus tejidos, hay una gran demanda de tejidos que se venden en productos en el extranjero”, concluyó.