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Créditos: Édgar Ruano Najarro.
Tiempo de lectura: 7 minutos

Por Édgar Ruano Najarro*

Una gruesa columna estudiantil salió a las 20:30 horas del edificio universitario conocido como Paraninfo (hoy Centro Cultural Universitario) y bajo una tupida llovizna enfiló por la 12 calle hacia el este para alcanzar la sexta avenida. Al llegar a la esquina de la 12 calle y 6ª. Avenida, la marcha dobló sobre su izquierda para tomar rumbo al Parque Centenario al norte. Según la AEU, pocos metros antes de llegar a la esquina de la 11 calle y 6ª avenida se escuchó una voz proveniente de los pelotones de policías y soldados que gritó: “Párense.” Los estudiantes avanzaron un poco más y en esa esquina, un estudiante comenzó a dar lectura al manifiesto estudiantil, tal como se había acordado en una asamblea general estudiantil llevada a cabo unos minutos antes. Sin embargo, los disparos ya habían empezado y al iniciar la lectura del documento, el fuego abierto por la fuerza pública arreció y todos los estudiantes tuvieron que replegarse en plena carrera.

Un testimonio anónimo, publicado un año después, ofrece más detalles de los hechos. Cuando la columna estudiantil estaba por llegar a la esquina de la 11 calle y sexta avenida, apareció un patrulla policial, que desde sus ventanillas los ocupantes disparaban en todas direcciones en especial con una subametralladora que disparó una larga ráfaga. La columna estudiantil se dividió en dos, un grupo siguió de largo por la sexta avenida y el otro retrocedió hacia el sur, por donde había venido. No obstante, un grupo de unos cien estudiantes se quedaron en la esquina, al pie de edificio Engel, y allí el presidente de la AEU, Trinidad Uclés, comenzó a leer en voz alta y emocionada, el documento emanado de la asamblea general que se había llevado a cabo en el Paraninfo poco antes.

Foto: Édgar Ruano, El Imparcial, 1956.

En ese preciso instante, desde la quinta avenida llegó un camión del Ejército bajo el mando de mayor Santos Lima Bonilla y muchos miembros de la Policía Militar e inmediatamente emplazaron una ametralladora con trípode y con ella comenzaron a disparar indiscriminadamente. El presidente de AEU lógicamente suspendió la lectura y el grupo se disolvió habiendo corrido los estudiantes en todas direcciones. Un grupo se dirigió hacia la séptima avenida, pero al atravesar la bocacalle de la sexta avenida “A” fueron recibidos con una descarga que hirió a varios estudiantes, entre ellos al estudiante de medicina Julio Juárez, quien cayó mortalmente herido. Apareció entonces el mayor Santos Lima Bonilla, quien frente a los estudiantes que estaban con los brazos en alto les gritaba “Ríndanse hijos de la gran puta”. Así, tanto estudiantes heridos como otros ilesos, pero con los brazos en alto, fueron llevados a los camiones del Ejército, mientras que otro grupo de prisioneros fue llevado a pie a punta de empujones y culatazos a la Dirección General de Policía que se encontraba a tres cuadras en la misma avenida. Uno de los detenidos que estaba boca abajo en la plataforma de un camión militar fue acribillado por la espalda por un soldado.

Foto: Édgar Ruano. Prensa Libre, 1956.

El resultado final fue de cinco estudiantes muertos: Salvador Orozco, prosecretario de la Asociación de Estudiantes El Derecho; Álvaro Castillo Urrutia, presidente de la Asociación de Estudiantes de Ciencias Económicas y presidente del Consejo Superior Estudiantil; Julio Juárez, directivo de la asociación Juventud Médica; Julio Arturo Acevedo Rosales, estudiante de Ciencias Económicas y Ricardo Castillo Luna, estudiante de educación media. Hubo alrededor de treinta estudiantes heridos de bala, entre ellos Hugo Rolando Melgar, Alfredo Bonatti, Jorge Morales, Francisco Augusto Lemus y Jorge Rosal (ex presidente de AEU). A este último, sus compañeros de Medicina lo trasladaron subrepticiamente del Hospital General a una casa particular en absoluto secreto para evitar que fuera capturado, pues había amenazas en ese sentido. Salvador Orozco, había quedado herido, pero su situación empeoró y falleció a los cinco días. Fueron capturados unos ciento cuarenta estudiantes y expulsadas del país veinticuatro personas, entre profesionales y estudiantes, entre ellos Mario Monteforte Toledo, José Luis Balcárcel (presidente de El Derecho), el escultor Dagoberto Vázquez, Armado Bravo (expresidente de El Derecho) Arnulfo Parada, Edmundo Guerra Thalheimer y Luis Irías.

Foto: Édgar Ruano. El Imparcial, 1956.

Al día siguiente, el martes 26, el ministro de la defensa, coronel Juan Francisco Oliva, decretó estado de sitio en toda la República con toque de queda de las 21 horas a las seis horas del día siguiente y suspensión de las garantías constitucionales. Todo había empezado porque desde una semana antes, los estudiantes universitarios, acompañados de sectores obreros y populares, habían anunciado su intención de llevar a cabo distintos actos en conmemoración de las jornadas del 25 de junio de 1944, las cuales, con gran participación popular, forzaron la renuncia del dictador Jorge Ubico Castañeda. El gobierno castillo armista impidió la realización de la mayoría de tales actos con el uso de la fuerza pública, cuyos contingentes disolvieron violentamente una concentración en la plaza Barrios y sitiaron a los estudiantes en la antigua facultad de Derecho en el centro de la ciudad, hechos en los que se había distinguido especialmente el jefe de los operativos policiales y militares, el ya mencionado mayor Santos Lima Bonilla.

El ministro de Gobernación de entonces, Eduardo Rodríguez Genis, había declarado que, en previsión de “desórdenes y atrocidades”, y al amparo de diversos preceptos legales y de la Constitución de la República, las autoridades guardarían el orden público, pues informaciones de inteligencia provenientes de Santo Domingo indicaban que “grupos subversivos comunistas recrudecerían sus actividades en Guatemala.” El mismo secretario privado de la Presidencia, Mario Sandoval Alarcón, había declarado el 17 de ese mes que “el tiempo de la misericordia ha terminado” y que daba principio “la era de la violencia organizada”.

Esta matanza guarda un importante significado en la historia del movimiento estudiantil de aquella época por dos razones principales. En primer lugar, es una significativa primera manifestación de la reconstrucción de los movimientos sociales guatemaltecos después de su práctica disolución a partir de junio de 1954 cuando tomaron el poder las fuerzas políticas contrarrevolucionarias. Después de dos años de persecución y represión al movimiento social en su conjunto, bajo el pretexto de la lucha contra el comunismo, algunos grupos populares comenzaban a dar muestras de reagrupación. En segundo lugar, durante los diez años del régimen revolucionario, el movimiento estudiantil en su conjunto no había sido un sector social que apoyara el esfuerzo del régimen en las reformas en las que estaba empeñado. Al contrario, en su interior habían surgido grupos y corrientes que cuestionaban las políticas de los dos gobiernos revolucionarios y mantenían una crítica constante.

Foto: Édgar Ruano

A la altura del gobierno del coronel Árbenz, en el movimiento estudiantil existían tres corrientes que se disputaban la hegemonía de este, que eran el anticomunismo, que expresaba directamente la posición de las élites pro oligárquicas, la corriente social cristiana, cuya manifestación organizativa era la Juventud Centro Americana (JUCA), la cual seguía las orientaciones conservadoras emanadas del Vaticano y de la Iglesia Católica guatemalteca y por tanto hacía bloque contra la revolución. La tercera fuerza era el Frente Universitario Democrático (FUD), que era el bloque estudiantil revolucionario.

Con el derrocamiento de Árbenz, con el sector revolucionario desarticulado, la dirigencia estudiantil revolucionaria o fue capturada o siguió el camino del exilio, pero en general el movimiento estudiantil fue el sector del movimiento social menos atacado, ya que no había sido un soporte importante del gobierno, además porque las fuerzas contrarrevolucionarias se centraron en la persecución del campesinado y del sindicalismo. De tal suerte, la AEU siguió funcionando con una orientación general de política de no inmiscuirse en la “cuestiones políticas”. No obstante, en particular en la facultad de Derecho dieron inicio los reagrupamientos de los sectores universitarios revolucionarios, lo cuales comenzaron a levantar un poco la actividad revolucionaria y de lucha favor de la democracia.

Fue en ese contexto, en el que gran parte del movimiento estudiantil ya mantenía una posición de lucha por la democracia, que sucedieron los hechos del 25 de junio de 1956, los cuales marcaron una inflexión en el desarrollo del movimiento estudiantil porque de allí en adelante, la oposición política al régimen autoritario creado en 1954 provino muy especialmente del sector estudiantil y universitario en general. Por otra parte, la matanza de junio ayudó a crear un abismo insalvable entre dos sectores: el movimiento estudiantil y el Ejército de Guatemala. Aquellos días en los que al menos un sector del Ejército era parte del dispositivo social y político de la revolución quedaron muy atrás y ahora la institución armada quedaba a los ojos de los estudiantes como el verdugo de los demócratas. Fue la primera matanza de estudiantes a manos de del Ejército.

Once años después de aquel 25 de junio de 1956, exactamente el 19 de agosto de 1970, el oficial militar Santos Miguel Lima Bonilla ya era coronel, tenía 65 años de edad y se encontraba en situación de retiro. Tranquilamente se dirigía a su domicilio en la zona 2 de la ciudad de Guatemala a las 10:30 horas cuando fue interceptado por dos hombres jóvenes quienes le acertaron varios disparos que le causaron la muerte en el acto. Al día siguiente, la organización Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), un grupo armado del Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT), informó que había realizado la operación contra “el jefe del comando que asesinó estudiantes universitarios en la sexta avenida y once calle”.

*Sociólogo e historiador guatemalteco.

 

Con información general de Gutiérrez Garvín, Víctor Manuel (1962); Azmitia Jiménez, Rodolfo (1992); El Informador Estudiantil, órgano de divulgación de la Asociación de Estudiantes Universitarios; Septiembre, órgano de la Juventud Centro Americana -JUCA-; diarios El Imparcial y Prensa Libre.

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