Por: Marisa Ruiz Trejo
Las reivindicaciones por el salario para el trabajo doméstico se han dado de manera más visible desde el siglo XIX y durante todo el siglo XX en distintos contextos. Entonces, ¿el día de las madres no podría ser una buena fecha para insistir en este asunto? Los movimientos de mujeres y feministas han señalado la plusvalía o las ganancias que el trabajo en muchas unidades “domésticas” ha generado para los varones y para el empresariado, así como la reposición de la fuerza de trabajo del obrero que es como el feminismo marxista llama al hecho de que las mujeres vivan para reproducirse y parir.
Lavar los trastes, cocinar, barrer, trapear, lavar los baños, cuidar a las niñas y a los niños, a los animales, regar las plantas, entre otras múltiples tareas, han sido labores históricamente consideradas como “propias de las mujeres” y no han sido reconocidas como trabajo con valor que debería de ser pagado. Por eso, según Alaíde Foppa, pionera en los estudios de género y feministas en Centroamérica, “las luchas por el salario del trabajo del hogar significarían poner en discusión la ideología del trabajo doméstico como un `deber´ de esposa y madre”.
En 1977, Alaíde Foppa publicó un artículo “¿Salario para el trabajo doméstico?” en el que criticó los análisis tradicionales de clase al no contemplar la fuerza de trabajo producida y reproducida por las mujeres. Siguiendo a los feminismos neomarxistas, Foppa cuestionó por qué el trabajo doméstico no es considerado como un trabajo productivo y quién debería de pagar esto que se considera como un “no-trabajo”.
Además, expuso las dificultades de cambiar la casa y la estructura familiar como lugar de explotación específica. Problematizó el hecho de que obtener un salario para el trabajo doméstico no sería una solución para las mujeres, o “las obreras de la casa”, ya que redificaría el rol de la mujer como la responsable de hacerlo, sin considerar el hecho de compartir las labores entre los diferentes integrantes de la familia. Ni siquiera el hecho de cambiar la organización de capitalista a socialista transformaría la contraposición de clase hombres-mujeres.
En su artículo, Foppa (1977) explicó irónicamente que “una mujer es una madre, esposa, una hija cariñosa, sólo si está dispuesta a trabajar para los demás horas y horas, en días de fiesta, en vacaciones, de noche, y sin quejarse. Esta relación de trabajo se ve siempre, y solamente, en términos personales: es un asunto personal entre una mujer y el hombre que tiene el derecho de apropiarse de su trabajo. Se les explica continuamente a las mujeres que su mundo es la familia y no la sociedad: en la familia debe, pues desahogar las contradicciones vinculadas a la división del trabajo entre hombres y mujeres que la sociedad le impone”.
Con la participación de las mujeres en el mercado laboral, en algunos casos se rompió con la dependencia a los varones y se pasó a las dobles y triples jornadas de trabajo. Con la pandemia y el teletrabajo (para algunas), la idea de guarderías ha sido más que inimaginable y se ha redibujado la geografía del trabajo realizado por las mujeres.
A más de cuarenta y cuatro años de la publicación del artículo de Foppa en la Revista Fem, una de las primeras revistas feministas de México, la toma de conciencia del trabajo realizado por las mujeres no ha llegado a tener gran escala y aún hoy este trabajo sigue sosteniendo el sistema de acumulación capitalista. En ese sentido, en mis clases de posgrado, a veces propongo elaborar un ejercicio en el que le pido a mis estudiantes que registren sus prácticas de género cotidianas, así como realizar un acto atípico para transgredir el orden patriarcal (García Dauder, 2016). Varias de ellas, madres, eligen constantemente el acto subversivo de repartir equitativamente las tareas del hogar en sus propias casas, que constantemente recaen sobre ellas, lo que produce incomodidad, frustración, vergüenza, tensión, miedo y hasta angustia.
Hoy es un buen día para hacer un cálculo del redito que este trabajo ha producido en la vida de los varones y de las mujeres privilegiadas (por clase, etnicidad, lugar de origen, color de piel, lengua, etc.), cuando se da la explotación de la mujer por la mujer. Pero, sin duda, tener un salario para el trabajo doméstico no sería la única reivindicación, sino que éste sea considerado como productivo (aunque esto podría contribuir a una condena para las mujeres). Así también en un día como hoy es necesario levantar la voz por los derechos sexuales y el derecho a decidir, ya que el trabajo doméstico se ha entrelazado históricamente con el imaginario de mujer igual a procreadora-reproductiva. La demanda de salario para el trabajo doméstico sigue siendo un sueño y un problema complejo y más en este “día de las madres”.
Referencias:
García Dauder, Dau (2016). Psicología Social de Género Proyecto docente. Madrid: Universidad Rey Juan Carlos.
Foppa, Alaide (1977). “¿Salario para el trabajo doméstico?”. Revista Fem, I, (3), México, 13-17; 42. Disponible en: <http://132.248.160.2:8991/pdf_cih01/000000903> [Consulta: 21 abril 2020].
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