Por David Toro
El presidente Alejandro Giammattei dice que es culpa del “relajamiento social” si existe un repunte de casos de COVID-19 durante las fiesta de fin de año; la doctora Karin Slowing opina que el presidente dejó de un lado las prioridades epidemiológicas para priorizar la economía.
La ocupación hospitalaria de los centros temporales especializados en COVID-19 en Guatemala está en un 68%, de su máxima capacidad, lo que representa un aumento significativo y preocupante, dijo el viceministro Francisco Coma en una conferencia de prensa del 22 de diciembre.
“Si no tienen que salir no lo hagan, los 42 espacios de intensivo están llenos”, dijo un médico que labora en el Hospital Temporal Parque de la Industria a Prensa Comunitaria. Pese a esta situación, el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social (MSPAS) decidió no recomendar ninguna medida más estricta durante las fiestas de fin de año, “evitemos que el deschongue de los guatemaltecos mate a miles de personas”, declaró el presidente Giammattei en cadena nacional el 21 de diciembre.
Ese mismo día, Edwin Asturias quien está cumpliendo su última semana como director de la Comisión Presidencial para la COVID-19 (Coprecovid), aseguró que la segunda ola de contagios ya está en el país, es la tercera vez en cuatro meses que Asturias hace esta afirmación.
“La segunda ola no está aquí, los números dicen otra cosa, es preocupante que las autoridades tengan información que no estén haciendo pública, porque los datos disponibles no reflejan segunda ola”, analizó Karin Slowing, analista del Laboratorio de Datos, “durante más de tres semanas seguimos observando un promedio de 500 casos nuevos por día, seguimos en la meseta, los casos no se han disparado pero es obvio que sucederá”, agregó Slowing.
Según el Laboratorio de Datos hasta la positividad de casos reportados en relación a las pruebas realizadas por el MSPAS se mantiene en 15.7%, lo cual es un porcentaje alto pero los casos aún no se han disparado; a criterio de los analistas la segunda ola no ha iniciado, “nunca hemos bajado de 500 casos diarios lo que demuestra que nunca hemos controlado el virus”, concluye Slowing.
“Si viene un repunte en enero las medidas serán las mismas, las personas deben usar su mascarilla todo el tiempo, lavarse las manos y mantener distanciamiento social”, respondió la ministra de salud Amelia Flores el 22 de diciembre en conferencia de prensa.
Mientras en Guatemala la responsabilidad de evitar contagios pareciera caer exclusivamente en las manos de la población, en algunos países de Europa las alertas rojas se han encendido con el descubrimiento de una nueva cepa de COVID-19, que se transmite con mucha mayor facilidad, según descubrieron científicos de Gran Bretaña. La infectóloga escocesa Muge Cevik explicó que esta nueva mutación se introduce con mayor facilidad en las células humanas y se transmite rápidamente, según citó el diario estadounidense The New York Times.
“La población no reconoce al gobierno como protector”
Han pasado 12 meses desde la aparición del coronavirus, según el sociólogo Daniel Feirstein en su artículo “La derrota del Principio Precautorio”, publicado en “El Cohete a la Luna”, en el que señala que el aprendizaje del primer año de pandemia es que aquellas sociedades que aplicaron el principio de precaución salvaron un mayor número de vidas y tuvieron un mejor desempeño económico, aunque aún sigue sin existir un tratamiento funcional contra la enfermedad y se desconoce los costos a largo plazo que tendrá la pandemia en la humanidad.
En Guatemala, el gobierno nunca intentó explicar a la población lo que está sucediendo, sino que desde un inicio pasaron a las personas la carga de la responsabilidad y comenzaron con sanciones y a intentar mantener el orden a través del miedo, explica el psicólogo Marco Antonio Garavito, de la Liga Guatemalteca de la Higiene Mental.
“La lógica de este Estado no es informar y educar, sino sancionar, iniciaron con toques de queda, multas, cárcel para quien no cumpla, nunca hubo una estrategia sanitaria, siempre se fue improvisando y en el ámbito psicológico aún menos”, explica Garavito.
Durante 10 meses de pandemia la Liga Guatemalteca de Higiene Mental habilitó una línea gratuita donde psicólogos atendieron problemas de la población, “tuvimos dos casos en marzo de personas que se suicidaron al dar positivo de COVID-19, por el miedo que sintieron ante algo desconocido y la falta de estrategia psicológica para comunicar en tiempos de crisis”, afirma Garavito.
“El Gobierno trasladó miedo y culpa a la población (…) la gente no puede reconocer a estas autoridades como protectores y cada quien ha visto cómo solucionar sus problemas, incluso en la última conferencia el presidente dijo que si algo nos pasa en las fiestas es nuestra culpa”, Garavito considera que en una sociedad donde la mayoría de personas son religiosas conservadoras la idea de que todo está en manos de Dios, es una idea muy fuerte y que determina mucho como las personas reaccionan ante las crisis.
“En Guatemala hay un concepto cultural donde la gente piensa que a ellos nunca les pasará las cosas, ven los problemas como algo lejano en sus vidas y eso mismo está pasando en la pandemia, las personas ven lejano el coronavirus y siguen viviendo sus vidas normalmente”, analiza Garavito.
Guatemala cierra el 2020 con más de 130 mil casos positivos de COVID-19 detectados, 4,718 muertes hasta el 23 de diciembre y un con más dudas que certezas, porque hasta la fecha el Gobierno aún no define cual será la estrategia para la adquisición de vacunas y se estima que el proceso inicie hasta el segundo trimestre de 2021, mientras que en los países vecinos de México y Costa Rica la primera carga de vacunas arribó a sus territorios y según los medios locales la vacunación iniciará mañana priorizando al personal de salud.