Por Franklin Gutiérrez
Este texto es la historia rápida de la pandemia en una lejana comunidad indígena de Bolivia. Nos habla de la dureza de ésta, pero también de la determinación comunitaria por enfrentarla ante el abandono del estado. Pero esta historia es también ejemplo de lo que ocurre en cualquier pueblo indígena en cualquier otra parte de América Latina.
Igual que en el resto del mundo, desde febrero de este año en Urubichá, una comunidad del pueblo guarayo en Bolivia, se empezó a escuchar sobre una nueva y grave enfermedad que se estaba esparciendo a todas partes desde la lejana China. ¡Una noticia más! ¡Esta muy lejos de nosotros!, se pensó en la comunidad. Sin embargo, el mes de junio sorprendió con los primeros casos y poco a poco esa extraña enfermedad avanzó. Hoy se calcula el contagio de cerca del 80% de sus 5000 habitantes, y de esos se lamenta la pérdida definitiva de más de 20 personas, especialmente mayores; la sabiduría y el conocimiento ancestral del pueblo se va.
Se dice que Urubichá es el corazón del pueblo indígena guarayo, porque en su gente vive y se renueva a plenitud toda la rica cultura, el idioma y la sabiduría de la Nación Guaraya. Tierra de artistas por esencia, de tejedoras/es, de escultores/as y pintores/as, de músicos que combinan la música barroca con ritmos propios como la chobena. Tierra de médicos tradicionales, parteras, agricultores. Tierra de una comunidad que quiere seguir viva como el pueblo guarayo que siempre ha sido. Urubichá se encuentra en algún punto lejano al noreste de la ciudad de Santa Cruz, en medio del monte, en medio del chaco, de los bosques que siempre protegieron como territorio propio. Tierra en la que han enfrentado, antes a la colonialidad, y más recientemente a los empresarios madereros que invadieron el territorio para apropiarse del mismo sin respetar a aquellos que nunca se sintieron dueños de la tierra, pero que siempre se asumieron como parte de ella.
Al igual que ha ocurrido con otros pueblos indígenas de Bolivia y del continente, en Urubichá la situación frente a la llegada de la pandemia del COVID-19 no fue diferente. La ausencia del estado y de un débil sistema de salud público es una característica permanente. El único centro de salud de la población funcionó precariamente, con más voluntad que posibilidades reales por falta de insumos, hasta que fue puesto en cuarentena a inicios de junio, debido al contagio de su personal médico con COVID-19. Desde ese momento hasta hoy ya no hay atención médica a las personas enfermas.
A esta situación se sumó la escasez y luego la inexistencia de medicamentos necesarios para enfrentar la enfermedad, como simples aspirinas, paracetamol y otros. Esta situación de escasez, aunque resulte difícil de creer, provocada principalmente por la cuarentena impuesta por un gobierno que prohibía la circulación de vehículos, lo que degeneró en el consiguiente desabastecimiento. Según testimonios, cuentan que para salvar las vidas de sus familias muchas personas tuvieron que recorrer a pie 40 km. hasta Ascensión de Guarayos, para aprovisionarse de algún medicamento básico, pero que en muchos casos ni allí se conseguía todo lo necesario.
¿Entonces como se enfrentó y enfrenta la pandemia?
Según relatan hoy los comunarios, se tuvo que recurrir al uso de la medicina propia, del conocimiento ancestral acumulado en los sabios y sabias. Para ello se utilizaron los frutos silvestres como los cítricos, las yerbas medicinales como el eucalipto, el jengibre, el matico, la vivira, el cuatrocanto, la manzanilla y miel de abeja. Así también aceites de animales como la del caimán, aceite de mono, aceite de raya, aceite de pata y otros insumos naturales provistos por el bosque para tratar enfermedades pulmonares. Nuevamente la esperanza del pueblo puesta en su conocimiento y sabiduría ancestral ya que la vendida por el sistema, una vez más, fallaba.
Por otro lado, la lógica de aislamiento social que provoca la enfermedad, evidencia también dos formas de ver y entender el mundo y al ser humano en éste. Así lo recogen diferentes testimonios: “Para el pueblo guarayo, culturalmente, es difícil entender el concepto de aislamiento social, de aislar a los enfermos, o eso de enterrar a nuestros hermanos muertos sin respeto, sin dignidad de persona y de ser humano, como nos indica la norma de los caray (blancos). Nosotros somos esencialmente comunitarios y no podemos dejar morir a nuestros hermanos solos. Es posible que por eso también nos contagiamos gran parte de la comunidad.
Pero también nuestra cultura comunitaria tiene sus ventajas, por que no dejamos a nadie desamparado. Todos y todas nos apoyamos consiguiendo remedios, ayudando a los enfermos y así fuimos saliendo de la enfermedad. Por eso hasta ahora lamentamos la muerte de 20 personas, especialmente de la tercera edad, quizá hubieran sido más, aunque todavía no se ha terminado la pandemia”.
Las pérdidas más sentidas son las de los sabios ancianos y ancianas, que por su condición de vejez y la falta de ayuda rápida del inexistente sistema de salud del actual estado, fueron los que se llevó la enfermedad. De esta manera se lamenta el triste e inesperado deceso del Sr. HiIdeberto Armoye Morabire, Cacique Mayor y del Sr. Simón Urañavi Aramendaro, Cacique segundo, ambos conocidos como grandes autoridades originarias, que fueron líderes y guías de Urubichá, y de todas las comunidades indígenas del pueblo guarayo.
Por todo ello, la situación que vive Urubichá nos deja algunas reflexiones y enseñanzas. Por un lado, se constata una vez más que, en situaciones de crisis, los pueblos indígenas junto a los sectores populares son los más vulnerables por el abandono y la ausencia de los estados y más ahora en Bolivia con un gobierno de facto enfrentado a las necesidades y derechos de los pueblos indígenas y de las clases populares. Por otra parte, el sentido comunitario y solidario de los pueblos es una innegable realidad que ha servido para salvar a la mayoría de los integrantes de las comunidades reforzando su sentido de comunidad.
Solo el tiempo nos dirá como terminará este periodo de tristeza y de muerte que nos trajo la pandemia del COVID-19, pero de algo hay que estar seguros, que la visión comunitaria y solidaria entre las personas y pueblos siempre serán valores fundamentales para la humanidad al momento de tener que enfrentar situaciones extremas. La pandemia del coronavirus pasará, pero no olvidemos que hay otras que ya están entre nosotros y nosotras, tales como la pandemia de la desigualdad, de la injusticia social, o la que originará la crisis climática. Contra todas ellas la solidaridad y la comunidad, al contrario de lo que nos dice el sistema neoliberal, serán determinantes si queremos que el planeta y la vida siga siendo una realidad para las próximas generaciones.
Urubichá, Bolivia, Julio de 2019