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Por Pablo Sigüenza
Un veterano catedrático universitario, con sabiduría en sus ojos, le explica al representante del gobierno que, si un grupo de vecinos y vecinas están protestando en demanda de agua, es porque en ello se les puede ir la vida. Explica que hace veinte años, en la zona, tenían agua, pero las decisiones del gobierno los despojaron de ella. La policía insiste, a través de un megáfono, en que la manifestación se debe disolver y que, si se niega la gente, usarán la fuerza. El anciano explica que no se irán, que necesitan ser escuchados. El policía no escucha, el agua no llega, ¿hasta cuándo el desprecio por la vida? ¿Hasta cuándo el fascismo?