Texto y fotografías: Juan Calles
Un líder del Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT), fue llamado a declarar esta mañana en el 13avo día de audiencias; como sucedió en la audiencia anterior, había una tensa calma en el ambiente, la incomodidad de los acusados se notaba, caras arrugadas y espaldas encorvadas, los familiares de los militares alardeaban más de lo normal, los abogados de la defensa técnica lucían malhumorados, vencidos.
Del otro lado de la sala, tímidos y cabizbajos los abogados querellantes parecían cansados, como alguien que no pasó una buena noche; los observadores y acompañantes de organizaciones de Derechos Humanos en silencio y distraídos se miraban la punta del zapato y algunas otras personas chateaban o enviaban las primeras notas del día. Las horas transcurren melosas en esta sala de audiencias.
De pronto una voz rompe el ambiente en mil pedazos y con voz nasal dice por el micrófono: “Todos de pie, el honorable tribunal hace su ingreso.”
Inicia la jornada 13 de esta audiencia histórica
Es llamado a declarar un testigo anónimo, desea permanecer en el anonimato pues teme por su vida al dar esta declaración. Se trata de un líder del PGT, partido político que fue prohibido en nuestro país desde 1954 y que a partir de esa fecha funcionó en la clandestinidad hasta convertirse en una de las organizaciones de la guerrilla guatemalteca.
En su relato el testigo afirma que: “Los gobiernos militares de la década de los 80s tenían como política el exterminio de los miembros del PGT y la Juventud Patriótica del Trabajo (JPT), y no como lo plantean hoy los acusados, que niegan la violencia con la que actuaron al estar al mando del Ejército de Guatemala.”
El testigo narra los acontecimientos antes, durante y después de la captura de Emma Guadalupe Molina Theissen; él de primera mano puede informar de estos hechos, que reconstruyen y añaden datos importantes a lo sucedido a Emma.
Al llegar el turno a los abogados de la defensa incurren en su única y exclusiva forma de preguntar lo mismo a todos los testigos y peritos, obteniendo el mismo resultado, NADA. Durante este interrogatorio se le preguntó al testigo si tenía odio contra los militares utilizando escritos literarios del testigo publicados en un blog de noticias. El declarante desenfundando su calidad intelectual, respondió contando como sus hermanos fueron asesinados, detenidos y desaparecidos por el Ejército guatemalteco, “En ese momento estaba fuera del país y escribí esos textos literarios, porque así sentí al enterarme del asesinato de mi hermano, lo publico todos los años desde hace 31” El abogado Jorge Lucas Cerna, ya no tuvo más preguntas por hacer.
La G2 era un escuadrón de la muerte
Eso lo sabemos todos, pero que lo diga un miembro de la misma G2 cobra relevancia. Por la tarde de este 13avo día, compareció a declarar el historiador Fernando Cabrera Galindo, quien utilizando una investigación documental presentó varias conclusiones a las que llegó luego de dicha investigación.
Entre otros citó el Informe del Esclarecimiento Histórico, el Proyecto Recuperación de la Memoria Histórica, documentos desclasificados de agencias norteamericanas de inteligencia, y el libro Interioridades del Proyecto Político de los Militares de Guatemala, de la investigadora y catedrática norteamericana Jennifer Schirmer.
Las declaraciones de Cabrera Galindo cobran importancia por las fuentes y por los resultados y análisis, que hicieron la forma de operar de la inteligencia guatemalteca, conocida con las siglas G2; estos estudios e investigaciones evidencian la forma criminal e indiscriminada con la que actuó esta organización militar y de la que los hoy acusados formaron parte esencial, unos de forma operativa y otros en la creación intelectual de esa doctrina criminal.
El testigo citó una entrevista realizada al General Héctor Gramajo, en la que afirma el militar ya fallecido “La inteligencia que nos enseñaron en Estados Unidos no funcionó para la guerra contra la guerrilla, así que nos preparamos con la ayuda de Argentina, Colombia, Israel y creamos nuestra propia inteligencia, con nuestras normas y prácticas” y luego se agrega otra cita de una entrevista realizada a un miembro administrativo de la G2 de apellido Díaz, en la que asevera: “La G2 era un escuadrón de la muerte, estaba allí para matar, para nada más”
Mientras estas declaraciones evidenciaban los hechos criminales de la G2, los ancianos acusados fingían cabecear en su celda, quizá tratando de no escuchar y no sentir el peso de la historia, el peso de miles de guatemaltecos y guatemaltecas asesinadas.