Por Víctor Farinelli
Católico pero muy cercano también a las iglesias evangélicas, el extremista prometió “llevar a Dios de vuelta al Palacio Quemado”, y tuvo encuentros con el canciller de Bolsonaro antes de las elecciones. También está involucrado con el escándalo de evasión fiscal Panamá Papers.
Desde el llamado a desconocer el resultado de las elecciones del 20 de octubre, la figura del líder opositor Luis Fernando Camacho pasó a ganar más fuerza en Bolivia. Presidente del Comité Cívico de la ciudad de Santa Cruz, Camacho fue el primero en convocar a un paro regional, en función de lo que consideró un “fraude descomunal” en los comicios, pero sus iniciativas rápidamente pasaron a desplegarse a nivel nacional.
Camacho es dueño del Grupo Empresarial Nacional Vida S.A., que posee inversiones directa o indirectamente en compañías como Conecta, Tecorp, Xperience, Fenix Seguros, además de Nacional Seguros Vida, del proyecto de Clínica Metropolitana de las Américas. Hay registros de que algunas de esas inversiones están involucradas con el escándalo “Panamá Papers”, de evasión de divisas en paraísos fiscales centroamericanos.
Además de empresario y líder político, también es un abogado, tiene 40 años y se jacta de su fundamentalismo religioso. Se parece al presidente brasileño Jair Bolsonaro al ser un católico que ha logrado formar una alianza con sectores evangélicos fundamentalista – de hecho, tuvo una reunión en mayo de este año con el canciller brasileño, Ernesto Araújo, en Brasilia, según registra Revista Fórum de Brasil
En todos sus actos anteriores a la renuncia de Evo Morales, Camacho prometió que “haré que Dios vuelva a estar en Palacio Quemado”, y de hecho lo hizo tras la renuncia de Evo Morales y Álvaro García Linera, leyendo el libro colocado por sobre una bandera boliviana, en una especie de ceremonia litúrgica improvisada.
Sus declaraciones denotan una sed de venganza, incitando a “anotar los nombres de los traicioneros de este pueblo porque queremos que el día de mañana vayan presos, pero no por rencor y odio, sino por justicia”.
Aunque diga que no hay rencor y odio, las prácticas de sus seguidores lo desmienten, como se vio en la acción bárbara contra la alcaldesa Patricia Arce, de la ciudad de Vinto, que fue agredida y humillada en una plaza pública.
También hay registros de ataques similares a personas comunes, como una mujer que fue obligada a pedir perdón de rodillas por haber manifestado su desacuerdo con el paro convocado por el líder derechista.
Además, suele referirse a sí mismo como el “Macho Camacho”, apodo que también es utilizado por sus seguidores.