17 de enero 2019
En el mes de noviembre, apenas un mes después que saliera la primera caravana de migrantes hondureños, comenzó a circular en las redes sociales una publicación que anunciaba una nueva caravana para los primeros días del 2019. La voz se fue corriendo rápidamente. Quienes no habían podido salir en la anterior, quienes estaban a la expectativa y con temores el año pasado, tendrían otra oportunidad de conquistar de huir de la miseria en sus países.
A pesar de las muertes que se registraron desde los primeros días de la caravana de octubre y que continuaron a lo largo de este éxodo migrante, y a pesar de los obstáculos climáticos, legales y sociales, este nuevo grupo de migrantes no ha abandonado su sueño de llegar a los Estados Unidos.
Lea más sobre las muertes y los obstáculos de la primera caravana migrante aquí:
Casa llena
Las primeras personas comenzaron a llegar a la ciudad capital desde la noche del 15 de enero. Para el día 16 por la tarde ya había un rótulo en la puerta de la Casa del Migrante que indicaba que la casa estaba llena. ¿Adónde irían a parar más de 500 personas? A diferencia de la primera caravana, el número de niños y niñas es mayor.
La temperatura iba descendiendo a los 12 grados centígrados. Muchos niños y niñas estaban despiertos. Ojos diminutos abiertos entre sábanas y gorros, a la expectativa de lo que sucedía alrededor. Hombres y mujeres despojándose de su abrigo para brindárselo a los más pequeños. Se escuchaba gente diciendo que tenía hambre. Algunas personas dejaron recomendados a sus pequeños para ir en busca de comida, pero en el sector y a esa hora de la noche era casi imposible encontrar una tienda abierta. A eso de las 10 y media de la noche, comenzaron a llegar unos buses particulares y carros de la cruz roja que se llevarían a varias personas al Paraninfo Universitario en el centro de la ciudad. Se escuchaban rumores de que no recibirían a más migrantes por falta de personal que pudiera atenderles. Personal de la PDH se encontraba en el lugar y acompañó a los migrantes hacia el lugar donde pasarían la noche.
Las horas pasaban, la temperatura iba bajando y sólo se observaba en las banquetas largas filas de personas tapadas hasta la cabeza, otros solamente tapados con insuficientes sábanas que les dejaban los pies descubiertos. También se podían ver pequeños bultitos acurrucados, buscando el calor de sus padres. En todo ese tiempo no llegó comida, ni agua, pero estaba el grupo de Antigua Al Rescate brindando medicinas, papel, toallas sanitarias y compartiendo sonrisas con la gente.
Huyendo de la muerte
Al bajar del carro en el que íbamos, 4 pares de ojitos nos miraban con curiosidad, con frío pero riendo a carcajadas entre ellos, en medio estaba una hondureña, Verónica (nombre ficticio), madre de uno de ellos. Me comentó que la mamá de los otros tres chiquitos andaba buscando comida y que se los dejó recomendados. Verónica también me dijo que no intentaría llegar hasta la frontera de Estados Unidos:
Es muy arriesgado, yo no puedo arriesgar tanto la vida de mi hijo. Voy a llegar a México y tratar de hacer vida ahí. Traigo una carta de la policía de mi país y otros documentos en donde se demuestra que mi exesposo quiere matarme. No huyo de mi país, ni siquiera de la pobreza, que de por sí ya es jodida; huyo de la muerte, no quiero morir.
También estaban Marta y su amiga. Tenían un bebé de 2 años en brazos, venían de Honduras. Marta tenía los hombros hinchados. Comentó que había cargado por muchas horas a su pequeño sobre sus hombros. El chiquito tiene parálisis cerebral, no puede caminar. Marta y su amiga buscan llegar a Estados Unidos para ofrecer un futuro mejor y más oportunidades médicas él.
Zully y Karina, dos salvadoreñas con 7 niños:
Nos venimos porque no teníamos opción, no hay opción cuando llegan a tu casa a darte pocas horas para salir o morir. En nuestro país matan a las mujeres casi por deporte. Somos el país más pequeño, con la más alta tasa de femicidios. Es duro, es cansado, no nos gusta salir con nuestros niños y arriesgarlos, pero es huir o quedarse a morir. No queremos aparecer en una bolsa muertas como otras mujeres, aquí venimos, animando a los niños, salimos sin casi nada; ahora los mareros son dueños de nuestras cosas seguramente, pero en el camino encontramos gente que nos dio maletas con ropa y peluches, por eso andamos cargando tanto.
Cifras
Según el Instituto Guatemalteco de Migración, hasta el momento se han registrado 1,701 personas de nacionalidad hondureña que han pasado por control migratorio, de las cuales 189 son niños y 136 niñas, 1030 hombres y 346 mujeres.
De nacionalidad salvadoreña se han contabilizado 107 personas de los cuales sólo se ha registrado a un niño.
Muchas personas por temor a la represión, a que les nieguen la entrada o a que les quiten a sus hijos, no han pasado por control migratorio, como Zully y Karina, de nacionalidad salvadoreña.
El primer muro
Las y los migrantes fueron reprimidos por parte de las fuerzas policiales de Honduras, tirándoles gases lacrimógenos sin importar que habían niños en el lugar. Posteriormente se toparon con un cerco vivo de agentes de la Policía Nacional Civil de Guatemala, enviados por el ministro de Gobernación Enrique Degenhart, impidiéndoles la entrada . En la tarde del 15 de enero lograron ingresar a territorio Guatemalteco. Hasta el momento hay varios grupos de migrantes en las fronteras buscando unirse a esta caravana.