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Créditos: lion
Tiempo de lectura: 4 minutos

Por Jaime Barrios Carrillo

¿Por qué se empeña la muerte

en matar, vanamente, a la vida,

si la más humilde semilla

rompe la piedra más fuerte?

Luis de Lión

Se cumplirán 33 largos años desde la desaparición forzada del escritor indígena Luis de Lión. Lo recordaremos siempre como el creador brillante, el poeta, el profesor rural, el catedrático universitario, el militante comunista. Y ahora el ciudadano desaparecido y ejecutado por el ejército guatemalteco, sin haber tenido derecho a juicio ni defensa ninguna. Las fuerzas de seguridad del Estado violaron las reglas básicas del Estado de Derecho. Cuando se mata por razones de Estado el Estado pierde la razón, como sucedió tantas veces durante el conflicto armado interno en Guatemala.

Qué significa un resarcimiento literario. Se trata de medidas de reparación e indemnización por parte del Estado a los familiares de escritores asesinados o desaparecidos durante el conflicto armado, con especial énfasis en la publicación y difusión de las obra de las víctimas.

Augusto Monterroso en una entrevista concedida a Jorge Ruffinelli, señalaba que la censura en Guatemala podía ser un balazo en la cabeza. Y no exageraba, si nos atenemos a la cantidad de escritores y periodistas que sufrieron la persecución punitiva directa de las fuerzas de seguridad del Estado entre 1962 y 1996, cuando se firman los Acuerdos de Paz. Son de sobra conocidos los nombres de Otto René Castillo, Alaide Foppa y Roberto Obregón pero no son los únicos.

Debemos recalcar que la persecución contra las letras se convirtió en el siglo pasado en una práctica infame en Guatemala. Por ejemplo el diario Impacto del 24 de abril de 1971, informaba de un encuentro armado en la capital. Reproducía el desaparecido periódico, un comunicado de las fuerzas de seguridad en que se presentaba a los supuestos subversivos como” jóvenes con libros debajo del brazo”. Este hecho ilustra lo que el escritor e intelectual Huberto Alvarado Arellano, asesinado por la policía después de ser detenido, llamaba con ironía “el delito de leer” y que contraponía a su proclama de “el derecho de leer”. La grave deficiencia de lectura en Guatemala ha significado un mal social que afecta no sólo la vida cultural sino impide el mismo desarrollo.

Ya desde la época de Ubico hubo una estigmatización de los escritores. El secretario privado del general Jorge Ubico, Carlos Samayoa Chinchilla, en su libro de memorias El dictador y yo da cuenta del odio profundo que Ubico sentía por la gente que escribía los que consideraba vagos y de tendencia comunista. Carlos Orantes, poeta del siglo pasado, acuñó la frase de que para los escritores guatemaltecos solo había tres alternativas: “el encierro, el destierro y el entierro.”

Habría que agregar una alternativa más a la negra profecía de Orantes: el olvido, por la falta de memoria histórica en la sociedad guatemalteca, la indiferencia social, el desconocimiento de la historia reciente y la estigmatización de las víctimas del conflicto armado.

El resarcimiento literario debe implicar la publicación y difusión de la obra del escritor asesinado o desparecido, con explicaciones textuales de su historia personal. Los nombres de grandes creadores como Oscar Arturo Palencia, López Valdizón o Guadalupe Navas, se suman a los ya mencionados de Alvarado Arellano, De Lión, Castillo y Obregón.

En el caso del escritor Luis de Lion se ha obtenido alguna forma de resarcimiento. La familia contó con la asesoría legal de la Fundación Myrna Mack y se logró que el Estado de Guatemala reconociera su responsabilidad en la desaparición forzada de Luis de Lión, ocurrida durante un operativo de inteligencia militar del ejército guatedmalteco el 15 de mayo de 1984. El nombre de Luis De Lión está en el macabro documento llamado Diario Militar como caso 135 y donde se hace constar que fue ejecutado el 6 de junio del mismo año de su desaparición.

Es importante resaltar que el Diario Militar ha sido admitido como prueba de desaparición forzada contra por parte del Estado guatemalteco en la Corte Interamericana de Derechos Humanos CIDH en 2012. Recordamos que ese juicio condenatorio de la corte fue empero cuestionado sin embargo por el pasado y fracasado gobierno del general Otto Pérez Molina, al intentar no reconocer la jurisdicción de la CIDH, pero al final tuvieron que aceptarlo.

Cuando los poderes abiertos y ocultos del fascismo oligárquico guatemalteco niegan los crímenes e intentan borrar la memoria histórica, dándole la espalda al mundo civilizado, es preciso recordarlo. Ahora que se intenta desprestigiar los procesos judiciales, que han logrado enjuiciar a militares y policías asesinos durante el conflicto armado, es también preciso recordarlo. Tarde o temprano la justicia los alcanzará plenamente. Guatemala no puede ser una excepción de la historia mundial. El país necesita urgentemente de su propio Núremberg.

Pero si bien el Estado reconoció, durante el gobierno de Oscar Berger, la responsabilidad de las fuerzas de seguridad y se pidió perdón a la familia, la pérdida de un ser con aquella naturaleza creativa y humana, resulta irreparable. Perdimos todos, la familia, la literatura, la cultura guatemalteca.

Se trata de un legado literario que aunque truncado por la violencia ilegal del Estado en aquella época dolorosa y terrible, pervive y mantiene su vigencia estética y hace de la obra de este escritor procedente de San Juan del Obispo, parte intrínseca de la historia de la literatura centroamericana, por ejemplo su admirable novela El tiempo principia en Xibalba.

Se caracteriza esta obra por un constante fluir de significados diversos y a veces divergentes, conviviendo en un mismo texto. La Virgen de la Concepción es una prostituta que va siendo alejada del pueblo, física y mentalmente, pero también es un ídolo (substituta católica de antiguas diosas tutelares). En esta ambigüedad reside una de las claves para adentrarse en el misterioso mundo narrativo de Luis De Lión: la obsesión por el paso del tiempo y la ilusión de la eternidad (recurso de la atemporalidad en el texto) es lograda con la depuración de casi todas las marcas contextuales. Pero ante todo, es un libro de una espesura poética luminosa, dentro de un erotismo exacerbado bajo el dominio lacerante del signo masculino. Nos recuerda al final de sus páginas, el carácter mágico y trágico de un país que se ha debatido entre mitos sublimes y realidades brutales. La paradoja entre los desaparecidos, uno entre miles es el mismo Luis de Lión, y los aparecidos: los fantasmas y demonios del imaginario popular.

Este libro de Luis De Lión se ha prestado para teorizaciones de todo tipo. Críticos como Lorena Carrillo, han hablado de una voz fragmentada, en una especie de esquizofrenia narrativa. Arturo Arias remarca en cambio las categorías del lenguaje o las diversas voces que construyen el texto.

Luis de Lión es desde luego más que su emblemática novela. Como poeta sobresale en Poemas del volcán de Fuego y Poemas del volcán de Agua. Como cuentista en Los Zopilotes (1966) y Su segunda muerte (1970) y especialmente en  La puerta del cielo y otras puertas.

Estocolmo, febrero 2017.

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