Créditos: Una sobreviviente de violencia sexual declara en el juicio por genocidio Ixil. Foto de Prensa Comunitaria
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Una sobreviviente de violencia sexual en el área Ixil contó la masacre en su caserío en el municipio de Chajul. Ella tenía 8 años cuando su hermana mayor, sobrinos y su padre fueron masacrados.

Describió a los soldados como “el demonio mismo”. Esta semana se escucharán los relatos de las víctimas de violencia sexual en el juicio contra Benedicto Lucas que comenzó el pasado 5 de abril.

Por Regina Pérez

“Esto no se me va a olvidar nunca, hasta cuando yo me muera estos recuerdos se irán conmigo”, fueron las palabras de una sobreviviente de violencia sexual quien declaró ante el Tribunal de Mayor Riesgo A. Tenía 8 años cuando los soldados llegaron a su aldea, el 16 de febrero de 1982, mataron a la población y abusaron sexualmente de ella y otra niña un poco mayor que ella.

Los hechos ocurrieron cuando Benedicto Lucas era jefe del Estado Mayor del Ejército. Los nombres de las víctimas no fueron revelados en la audiencia para proteger su identidad. También se colocó un biombo alrededor de las declarantes para preservar su anonimato.

Antes de la audiencia defensores de derechos humanos y sobrevivientes del conflicto armado, que acompañan el juicio, realizaron una invocación frente a la Torre de Tribunales, donde participaron mujeres Ixiles, para invocar las buenas energías para este día.

La primera víctima en declarar recordó que vivía con una de sus hermanas mayores a quien le ayudaba a cuidar a su bebé y con tareas como ir a traer agua. Ese día, los soldados llegaron aproximadamente a las 11 de la mañana. Ella vio los helicópteros volar en el cielo, pero nunca pensó que los soldados iban a matar a las personas. “Era como ver buitres en el cielo”, recordó.

A eso de las 2 de la tarde empezaron a caer las bombas. Cuando vieron salió junto a su hermana a refugiarse detrás de unos arbustos para ocultarse, pero cuando los helicópteros aterrizaron el viento sacudió los arbustos, entonces ellas regresaron a una choza donde varias mujeres estaban refugiadas.

Los hombres no estaban presentes pues habían salido a trabajar. “Le dije a mi hermana que huyéramos, pero ella dijo que no se podía porque ella tenía a las niñas, nos desesperamos, ya no sabíamos que hacer, mi hermana me dijo que en todo caso la muerte iba a llegar”, narró.

Invocación afuera de la Torre de Tribunales para acompañar a las sobrevivientes de violencia sexual. Foto de Prensa Comunitaria

La sobreviviente declaró que otra niña, un poco mayor que ella, la animó a huir de la choza y la tomó de la mano. Cuando los soldados se dieron cuenta empezaron a chiflar e insinuar cosas. “Nos escapamos, no sé si corrí o qué hice porque nos empezaron a disparar, no sé cómo fue que salí de ahí porque fue una desesperación y tuve mucho miedo”, narró.

Así fue como logró escapar y llegó a la orilla de un río y se tiró al agua. Sin embargo, no se alejó mucho. Huyendo les cayó la noche, pero a ella ya no le importaba lo que sucedió.

Alrededor de las 10 de la noche escucharon que las personas empezaban a gritar y ahí se dio cuenta que estaban cerca del caserío. Luego vieron que los soldados se acercaron, llevaban linternas y mochilas. “Los vimos, eran soldados los que pasaron”, dijo.

“Eran como el demonio mismo”

Las niñas pasaron la noche en la selva y cuando amaneció se percató de que estaba empapada y no llevaba su faja, una parte de su indumentaria con la que se amarra el corte en la cintura. También tenía mucha hambre, entonces le dijo a la otra sobreviviente que fueran a las chozas a buscar algo de comida. Era tanta el hambre que sentía que estaba llorando.

Un día después, 17 de febrero, alrededor de las 9 de la mañana se dirigieron en dirección al río y vieron una choza cerca del río donde encontraron dos huevos de gallina. “Nos comimos los huevos crudos porque tenía bastante hambre”, señaló.

Las niñas se dirigieron a una de las chozas y se dio cuenta que había un montón de personas reunidas, las cuales vio desde una rendija. Pero cuando entró observó que las personas estaban colgadas, tenían diferentes heridas, a algunas les habían cortado las manos, el cuello, “no era una reunión sino eran personas muertas”, testificó.

Mujeres Ixiles participan en invocación afuera de Tribunales donde declaran víctimas de violencia sexual. Foto de Prensa Comunitaria

Luego de ver esa escena se le fue el hambre. Ya no podía pensar más en comer y se puso a buscar a su hermana, a quien encontró detrás del cadáver de otra señora que también estaba colgada.

A su padre, dijo, ya lo habían matado cuando descendieron los soldados de los helicópteros. Una de las escenas que describió fue que en una choza encontró a una niña muerta encima de un fogón (donde se junta el fuego) boca abajo y la hermana de la niña estaba en una canasta decapitada. “Los soldados la habían decapitado o los perros le quitaron la cabeza”, relató.

Posteriormente comenzaron a buscar a la madre de la otra niña, pero no la encontraron. En su búsqueda se dieron cuenta que los soldados todavía vigilaban los cadáveres de las personas que habían masacrado. Aunque intentaron correr y huyeron hacia el río, ahí las encontraron. “Prácticamente nos fuimos a entregar”, declaró.

Los soldados les preguntaron por qué huían. “Nosotras teníamos mucho miedo, era como la presencia del demonio mismo que estaba en ese lugar. Porque los soldados ya habían hecho todo eso (la masacre), estábamos temblando de miedo porque era una situación de terror”, describió.

Entonces las amarraron y le dijeron a uno de los soldados que las vigilara mientras ellos se iban a quemar unas chozas. En ese momento los integrantes de las fuerzas armadas las agredieron. “El miedo era indescriptible, vi cuando empezaron a violar a la otra niña, yo sabía que en cualquier momento me iba a pasar lo mismo”, declaró.

Cuando abusaron sexualmente de ella se quedó inconsciente, al punto que creyó que los soldados pensaron que la habían matado. “Fue una cosa horrible”, indicó. Dijo que solo recuerda al primer soldado. “Cada vez que lo recuerdo me pongo triste, eso no se me va a olvidar nunca, porque creo que hasta cuando yo me muera estos recuerdos se irán conmigo”, señaló.

Sobrevivientes

Las dejaron amarradas y con los ojos vendados. Una persona de nombre Jacinto que estaba buscando a sus hijos las encontró. Ella describió como un milagro que las encontrara. Con todo lo que le sucedió tenía hinchado todo el cuerpo. Jacinto se asustó cuando la vio porque no sabía qué hacer con ella.

El fiscal del Ministerio Público (MP) interrumpió el relato para aclarar que la víctima permaneció cuatro días amarrada junto a su amiga y que el señor las encontró hasta el 20 de febrero de 1982. La persona que la rescató la bañaba con agua caliente y buscó plantas medicinales. “Y fue gracias a él que estoy viva”, declaró.

La identidad de las mujeres que declararon fue preservada y fueron protegidas con un biombo. Foto de Prensa Comunitaria

Pasó mucho tiempo para que se recuperara. Vivía con dolor y cada vez que caminaba empezaba a sangrar.

“Por eso vengo a declarar los hechos y que me escuchen” fue su petición ante el Tribunal.

La violencia sexual forma parte de la acusación en el delito de deberes contra la humanidad contra el exjefe del Estado Mayor del Ejército, Benedicto Lucas García, también señalado de genocidio y desaparición forzada.

El Equipo de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial (ECAP) señaló en un comunicado que durante el conflicto armado el ejército utilizó la violación sexual en contra de niñas y mujeres como estrategia de guerra, para humillar y demostrar poder sobre los hombres sospechosos de estar involucrados con la guerrilla, para destruir a las mujeres y a través de ellas a las comunidades.

“Durante muchos años las mujeres han vivido en el silencio y las consecuencias físicas, psicológicas y sociales persisten”, señaló el ECAP, que reconoció el hecho de que mujeres Ixiles hayan decidido brindar su declaración en este juicio.

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